El beso de la desgracia ajena
Ser¨ªa el colmo, pero cada domingo parece m¨¢s posible: el Torino se arriesga a descender y cruzarse con el Juventus por el camino. Todo el esfuerzo realizado por el Toro para volver a la Serie A ten¨ªa un objetivo supremo, el de jugar de nuevo un derby turin¨¦s y ganarlo. Aunque s¨®lo fuera una vez. Este a?o no puede ser porque la Vieja Se?ora purga sus corrupciones en la Serie B. En septiembre pr¨®ximo, el Juventus estar¨¢, sin ninguna duda, de vuelta en la Serie A. Quien puede no estar es el Torino. Y el sue?o del derby se habr¨¢ esfumado, al menos, por un a?o m¨¢s.
La desgracia, es bien sabido, viste una camiseta grana. Desde la cat¨¢strofe de Superga (1949), cuando el mejor Torino de todos los tiempos desapareci¨® en un accidente a¨¦reo, una sombra persigue a los vecinos del Juventus. El caso de Gigi Meroni, la mariposa grana, el jugador emblem¨¢tico que muri¨® atropellado por un joven seguidor del Toro (para rizar el rizo, el muchacho que conduc¨ªa lleg¨® a ser presidente del club), es s¨®lo la m¨¢s tremenda en una lista de fatalidades.
Otro Gigi del Torino, jugador de banda como Meroni y como Meroni propenso a la vida loca, tambi¨¦n recibi¨® el beso de la desgracia grana. La trayectoria de Gigi Lentini es una par¨¢bola perfecta, en el sentido evang¨¦lico.
Lentini ten¨ªa 20 a?os cuando deslumbr¨® a los aficionados del Toro. Ofrec¨ªa la magia del fantasista y la emoci¨®n del extremo. Parec¨ªa destinado a tocar el cielo. A nadie le extra?¨® que el Milan y el Juventus se pelearan por contratarle en una subasta que elev¨® su precio hasta los 65.000 millones de liras, unos 33,5 millones de euros. Era 1992 y Lentini, con s¨®lo 23 a?os, se convirti¨® en el futbolista m¨¢s caro de todos los tiempos. Se lo llev¨® el Milan de Silvio Berlusconi, que pag¨® una parte en dinero negro. El pastel se descubri¨®, pero no pas¨® nada: el sumario fue sobrese¨ªdo a?os despu¨¦s. S¨ª pas¨® algo entre la gente grana, que se enfureci¨® por el traspaso de su estrella. La sede del club sufri¨® un asalto por parte de un grupo de salvajes. La mayor¨ªa de los aficionados no asalt¨® nada y se limit¨® a irse a su casa con el coraz¨®n roto.
Lentini se instal¨® en pleno centro de Mil¨¢n, en el barrio de la moda y las modelos, y se compr¨® un Porsche Turbo. Al a?o siguiente, 1993, el Porsche de Gigi Lentini derrap¨® en una curva de una autopista piamontesa, dio varias vueltas de campana y se incendi¨®. El futbolista fue rescatado en estado de coma y con el esqueleto quebrado por todas partes. Tard¨® meses en recuperarse, sufri¨® una p¨¦rdida parcial de memoria y Fabio Capello, entonces entrenador del Milan, prefiri¨® no volver a contar con ¨¦l. Capello se fue al Madrid, pero lleg¨® Tab¨¢rez, quien tampoco cont¨® con Lentini.
El que fue el jugador m¨¢s caro de todos los tiempos se march¨® al Atalanta (1996-1997) y regres¨® luego al Torino, donde jug¨® cuatro temporadas. Se reencontr¨® con un Toro hundido en la miseria. Las falsificaciones contables que hab¨ªan permitido camuflar parte de los ingresos de la venta del propio Lentini, la venta del hist¨®rico estadio Filadelfia y todo tipo de trapacer¨ªas financieras concluyeron en quiebra y refundaci¨®n. El Torino era un equipo ascensor que pasaba m¨¢s tiempo en la planta baja que en el ¨¢tico de la Serie A. En 2001, con 31 a?os, Lentini pas¨® al modesto Cosenza.
En 2004 le lleg¨® el momento de la retirada. Pero hizo algo ins¨®lito. Como si quisiera justificar por cantidad, ya que no hab¨ªa podido hacerlo por calidad, su gigantesco traspaso de 1992, Gigi Lentini fich¨® por el Canelli, un equipo de aficionados. Su ayuda y la de su amigo Fuser, otro semiretirado, llev¨® al Canelli a la Serie D, ya dentro de la categor¨ªa profesional. Lentini cobra 2.500 euros mensuales y mantiene una estrecha relaci¨®n con la desgracia grana: recientemente, el ciclomotor que conduc¨ªa se estrell¨® contra un coche sin otro da?o para ¨¦l que unos rasgu?os. Sigue jugando al f¨²tbol.
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