Gritos, provocaciones y silencios
Los obispos del Sur andan analizando el n¨²mero de vocaciones religiosas que se dan en los colegios sean p¨²blicos, concertados o privados de Andaluc¨ªa. Digo vocaciones religiosas porque, dado como se las gastan en esto de la idoneidad para ser profesor/a de la asignatura de Religi¨®n, no puedo entender la ense?anza de Religi¨®n como una asignatura sino como una introducci¨®n a la fe e incorporaci¨®n a filas. Y la verdad es que est¨¢n contentos, tal como se desprende del comunicado que acaban de realizar. Afirman, en su autofelicitaci¨®n, que los alumnos andaluces que eligen Religi¨®n son este a?o un 1,1% menos que el pasado, pese "a encontrarse en un ambiente de laicismo y de cierta beligerancia contra la ense?anza religiosa".
No s¨¦ pero, a veces, pienso que algunos obispos ni se enteran ni quieren enterarse. No dudo que deban felicitarse con estas altas cotas de encuentro con la Religi¨®n cat¨®lica en las aulas andaluzas, a¨²n cuando para hacerlo ignoren que el enganche sea cada vez menor en funci¨®n de la edad de los afiliados y olviden que Espa?a es el quinto pa¨ªs de la Uni¨®n Europea -y somos veintisiete- que menos inter¨¦s muestra por lo religioso. Pero, en fin, que se diga por estos obispos que lo han conseguido "pese al ambiente de laicismo y de cierta beligerancia" es una imprudencia, si es que no una provocaci¨®n.
En Espa?a y en Andaluc¨ªa lo que hay es un Estado aconfesional. As¨ª se establece en la Constituci¨®n y en el Estatuto para Andaluc¨ªa. Y quiero seguir pensando que, como la Constituci¨®n es una declaraci¨®n solemne por la que el pueblo espa?ol constituye el Estado y afirma que ninguna confesi¨®n religiosa es estatal, estos obispos deber¨ªan dejar de inflamar el ambiente con afirmaciones como las que han hecho. M¨¢s a¨²n, en un tiempo en el que existen movimientos para dividir a esta sociedad.
No podemos enga?arnos. La democracia establece las v¨ªas a trav¨¦s de las que se ejercitan los derechos. Los grupos pol¨ªticos democr¨¢ticos disponen de los cauces adecuados para que sea la voluntad del pueblo, expresada en las urnas, la que elija a sus gobernantes. El Estado de Derecho cuentan con todos los instrumentos legales para, desde las instituciones y con los recursos en la mano, puedan rectificarse decisiones cuando no resultan ajustadas a la legalidad.
Pues bien, como ¨¦sta es la realidad no se entiende demasiado bien que un grupo pol¨ªtico, que vive y acepta las reglas de la democracia, promueva a nivel local, auton¨®mico y de Estado actuaciones al margen de estos cauces. Los llamamientos, por parte del PP, a la movilizaci¨®n callejera, como instrumento para desgastar las instituciones y poner en tela m¨¢s que de juicio actuaciones legales -por muy discutibles o rechazables que puedan ser- constituyen un abandono de los medios democr¨¢ticos para lograr el poder. La vocaci¨®n leg¨ªtima de acceder al poder y al gobierno, que califica y tiene todo grupo pol¨ªtico democr¨¢tico, no puede convertirse en un conflicto pol¨ªtico que divida y enfrente a la sociedad.
La opci¨®n a favor de la perturbaci¨®n y el entorpecimiento de la acci¨®n gubernamental por estos cauces reflejan a la sociedad que no se quiere ni se conf¨ªa en las instituciones, ni en sus mecanismos de control y de rectificaci¨®n. Una situaci¨®n, ¨¦sta que se est¨¢ generando, para que vuelvan a aparecer mensajes y banderas fascistas, representativas de grupos que nunca han querido ni han aceptado la democracia y buscan su destrucci¨®n. Los grupos pol¨ªticos, en democracia, controlan al gobierno en el Parlamento y la sociedad con su voto decide qui¨¦n le gobierna.
La movilizaci¨®n a la que se est¨¢ llegando s¨®lo conduce a la confusi¨®n y al enfrentamiento. Un mal ejemplo, al que no son ajenos unos obispos que ponen el grito en el cielo por mantener unos privilegios y que, en cambio, callan ante aptitudes que pueden llevar al enfrentamiento social. Gritos, provocaciones y silencios que califican a algunos dirigentes, sean pol¨ªticos o sean religiosos, y no van a lograr otra cosa que acentuar sus frustraciones y sus nostalgias.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.