De saberes y fatigas femeninas
Los profundos cambios protagonizados por las mujeres a lo largo del siglo XX, el derecho al voto, el acceso masivo al mercado de trabajo as¨ª como a todos los niveles de la educaci¨®n, entre otros, fueron acompa?ados por distintos procesos de reflexi¨®n en los que las mujeres descubr¨ªamos y defin¨ªamos de nuevo nuestro verdadero lugar en el mundo, nuestro papel en la Historia, nuestras aspiraciones y necesidades, las verdades ocultas y las mentiras elaboradas por el discurso androc¨¦ntrico. Gracias a este proceso hemos llegado a la situaci¨®n actual con una verdad fundamental en nuestro equipaje intelectual: hoy, las mujeres sabemos que sabemos. En primer lugar, sabemos que nuestra fuerza reside no en la asimilaci¨®n a los patrones masculinos, sino en reconocernos y autorizarnos mutuamente nuestra diferencia en relaci¨®n a los hombres y en relaci¨®n a nosotras mismas. Llegar a esta certeza ha sido un paso decisivo, y la premisa imprescindible para evitar el riesgo de la homologaci¨®n y la p¨¦rdida de valor del saber femenino.
La experiencia femenina debe impregnar las acciones para gestionar la vida cotidiana en beneficio de todos
Entre otras muchas cosas, las mujeres sabemos que el presupuesto secreto de las sociedades modernas, el trabajo invisible y gratuito que realizamos, es la base del ciclo de producci¨®n y consumo mercantil, y que, en beneficio de la colectividad, es necesario que se incorpore este dato en la organizaci¨®n, el an¨¢lisis y la planificaci¨®n econ¨®mica de nuestro pa¨ªs. Sabemos que todo el esfuerzo que en el interno de cada casa hacen millones de mujeres, atendiendo los gustos, ofreciendo placeres, tratando de forma arm¨®nica los sentimientos y las necesidades materiales de las personas de su entorno, forma parte de la idiosincrasia de nuestra experiencia femenina. Y sabemos que estas actividades nunca han sido consideradas como trabajo sino, a lo sumo, como una tarea nunca reconocida por el derecho y la jurisprudencia. Nunca ha generado derechos porque las mujeres realizamos tareas; los hombres trabajan. Hemos deducido que esto es as¨ª porque la valoraci¨®n de las aportaciones sociales y la asignaci¨®n de los derechos de las personas proviene de un patr¨®n cultural generalizado que todav¨ªa sigue desestimando lo que hacemos y privilegia, sin embargo, cualquier proyecto que reproduzca la aspiraci¨®n androc¨¦ntrica de dominio de la situaci¨®n y expansi¨®n del control territorial que se realice en la escena de la toma de decisiones.
Sabemos cu¨¢l es el valor real de ser malabaristas de la vida, afortunada analog¨ªa creada por las mujeres de Ca la Dona de Barcelona para designar nuestras habilidades en las dobles y triples jornadas de trabajos, remunerados o no, pero imprescindibles para la sostenibilidad de la vida cotidiana. Trabajos realizados tambi¨¦n por las mujeres a quienes contratamos, a veces en situaciones de m¨¢xima precariedad, para que garanticen el valor a?adido que significa asegurar el bienestar de las personas de nuestro entorno familiar.
Estamos dando respuestas a esta nueva situaci¨®n, ca¨®tica y fatigante, creada, parad¨®jicamente, por nuestros logros, porque mientras los consegu¨ªamos, ni las instituciones ni el resto de la sociedad daba los pasos necesarios para reconvertir la organizaci¨®n social incorporando no s¨®lo la igualdad de derechos, sino tambi¨¦n nuestros saberes al lado de nuestras necesidades y aspiraciones.
El reto, pues, est¨¢ planteado y las respuestas que estamos dando desde las instituciones responsables -tanto la ley contra la violencia de g¨¦nero y la futura ley de igualdad en el ¨¢mbito estatal, como la futura ley contra la violencia machista y una nueva normativa legal para un nuevo pacto de ciudadan¨ªa de mujeres y hombres en el ¨¢mbito nacional de Catalu?a, as¨ª como las medidas para fomentar la equidad, la incorporaci¨®n de la perspectiva de las mujeres en la planificaci¨®n y en las decisiones pol¨ªticas, los planes de igualdad de oportunidades, las acciones positivas, el plan de pol¨ªticas de mujeres aprobado por el Gobierno de la Generalitat catalana, entre otras- deben tender a horizontes m¨¢s exigentes en los que la autoridad de la experiencia femenina impregne todas las acciones destinadas a una gesti¨®n sensata de la vida cotidiana en beneficio de todas y todos.
Marta Selva Masoliver es presidenta del Instituto Catal¨¢n de la Mujer.
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