Voces lejanas todav¨ªa vivas
Nos dice algo todav¨ªa Marat/Sade, algo m¨¢s que la nostalgia de un estreno que no vivimos y que cambi¨® para siempre el teatro espa?ol? ?De d¨®nde vienen esas voces tan lejanas? La voz, para empezar, de Peter Weiss, su autor. Curioso c¨®ctel: jud¨ªo, crecido en la antigua Checoslovaquia, idioma alem¨¢n, residente en la paradisiaca Suecia de los sesenta, marxista. O, mejor dicho, presesentayochista. Marat/Sade se estren¨® en 1964, en Berl¨ªn occidental. Fue un succ¨¦s d'estime hasta que Brook la plant¨® en el Aldwich al a?o siguiente y la hizo estallar por las costuras: una s¨ªntesis perfecta entre Brecht y Artaud. Brecht: la interrogaci¨®n hecha proclama, la invitaci¨®n a repensar y a actuar. Artaud: el paroxismo sensorial, el l¨¢tigo, el grito, la locura. Marat, la revoluci¨®n del Nosotros. Sade, la revoluci¨®n del Yo. La temible sangre "necesaria" frente a la sangre oscura, incendiada por el goce. Marat, justo, criminal, mesi¨¢nico, prof¨¦tico. Sade, anarquista, arist¨®crata, l¨²cido y monstruoso. Marat dice: "Han de morir cientos para que vivan millones". Carlota Corday dice: "Matar¨¦ a uno para salvar a miles". Roux dice: "Si no aprovech¨¢is este momento tendr¨¦is que esperar un siglo m¨¢s mientras los otros se montan su negocio". Sade dice: "La revoluci¨®n es una rutina mortal an¨®nima, un c¨¢lculo fr¨ªo, un lento disolverse en la uniformidad". Al fondo, como siempre, el coro de los desheredados, inmensamente libres para seguir muri¨¦ndose de hambre, eterna carne de ca?¨®n: la voz de la revuelta permanente, insaciada. El loco Kokol dice: "?D¨®nde nace el dolor? ?En el individuo o en la forma en que conviven los individuos?". De repente, Marat es casi Sade: "En la indiferencia universal hago surgir un sentido. Hemos de levantarnos tirando de nuestros propios cabellos; volvernos completamente del rev¨¦s y mirar, mirar con ojos nuevos todo". Justo despu¨¦s de Mayo del 68, cuando la estrena Marsillach, Marat/Sade alcanza la culminaci¨®n de ese sentido. Con los ojos del recuerdo, Marat puede ser un jefe montonero; Sade puede ser Guy Debord. El incendiario Roux, Andreas Baader. Carlota Corday, una rub¨ªsima agente de la CIA; Kokol, un matto da slegare de Trieste o de cualquier parte. Qu¨¦ nombres m¨¢s olvidados, qu¨¦ canci¨®n m¨¢s antigua. Un single: 45 revoluciones por minuto. What have they done to my song, ma? Tras Marat, Napole¨®n. Tras De Gaulle, Pompidou. Tras el fuego y la sangre de Argentina y Chile, Videla y Pinochet, tranquilitos para siempre en sus camitas. Llega luego el gran circo de la posmodernidad, o sea, el capitalismo salvaje y omnipotente. ?Qu¨¦ se puede hacer, decir, pensar, actuar? El espectaculazo de Andr¨¦s Lima en el Mar¨ªa Guerrero tiene, a primera vista, algo de museo arqueol¨®gico, de visita guiada a un circo de animales tristes. O de juego de ni?os, ni?os malos jugando con el recuerdo de una revoluci¨®n imposible, la que les contaron sus mayores. La salpimentaci¨®n de furibundas "alusiones actuales", con su tufillo de "mecachis que progre soy", podr¨ªa despe?ar la funci¨®n hacia una nueva gala de los Goya. Tranquilos, no pasa nada, en ning¨²n sentido: ahora ya se puede decir todo en un teatro, aunque sea oficial, sobre todo si lo dice un loco. Otra cosa es decirlo fuera. O decirlo dentro pero con un t¨ªtulo provocador, lo ¨²nico que leen los que jam¨¢s leen ni van al teatro. En el Mar¨ªa Guerrero se predica a convencidos, de acuerdo, y tambi¨¦n es cierto que la obra es larga o se hace larga. La misi¨®n, del camarada M¨¹ller, era m¨¢s corta y m¨¢s contundente. Tautol¨®gica: la revoluci¨®n es la m¨¢scara de la muerte, la muerte es la m¨¢scara de la revoluci¨®n. Pero el texto de Weiss sigue siendo hermosamente dial¨¦ctico, es decir, apasionado, contradictorio, y capaz, por tanto, de perforar, como un aro pirata, algunas orejas j¨®venes. La perforaci¨®n vendr¨¢ por la virulencia de alg¨²n grito, por la verdad de alguna pregunta irresuelta o por la tensa belleza de alguna de esas frases casi elisabetianas, pero sobre todo, creo yo, por la rotundidad de las interpretaciones y la direcci¨®n, "esa espina dorsal sacudida por el escalofr¨ªo del gran teatro", como muy bien escribi¨® el otro d¨ªa Nacho Garz¨®n. Eso es lo que realmente funciona, lo que nos pone en pie al acabar, lo que convierte a este Marat/Sade, en definitiva, en un montaje hist¨®rico: la entrega actoral y la electricidad de su puesta en escena, la misma que mueve a Frankenstein, aunque su cuerpo nos parezca desigual o se le vean los tornillos. Yo sal¨ª igualmente energizado, no tanto por lo que dec¨ªan sino por c¨®mo lo dec¨ªan y c¨®mo "lo mov¨ªan". Hay que ir al Mar¨ªa Guerrero para aplaudir a Alberto San Juan, un Sade incandescente, magn¨¦tico, que te clava en la butaca y te obliga a no perderle de vista ni un momento, a escuchar todas y cada una de sus palabras. (?Qu¨¦ Ralph Fiennes -pron¨²nciese "Fains"- ni Ralph Fiennes! ?Alberto San Juan!) y pasmarse, igualmente, ante el Marat ag¨®nico pero apasionad¨ªsimo de ese otro actorazo que es Pedro Casablanc. Pocas veces he visto un reparto tan igualado, tan unido, m¨¢s band of brothers que compa?¨ªa al uso. No s¨¦ si tengo espacio para mencionarlos a todos, como ser¨ªa justo y necesario. Vaya desde aqu¨ª mi rendido aplauso para el peligro afilado de Roberto ?lamo (Polpoch), para el sonambulismo fan¨¢tico de Nathalie Poza (una esquizoide de Entrev¨ªas que se convierte, prodigio, en una Carlota Corday casi del barrio de Salamanca), para el titiriterismo macarra de Pepe Quero (el Pregonero), para el brote ultraver¨ªdico y permanente de Fernando Tejero (Cucuruc¨²), y para una doble alegr¨ªa: el espectador joven va a descubrir (a estas alturas, pero en fin) al superlativo Miguel Rell¨¢n, un Kokol que parece escapado de La guerra de los locos, el cl¨¢sico de Manolo Matji, y el que todav¨ªa crea que Javier Gil Valle (en arte Javivi) es un humorista un tanto destarifado va a quedarse a cuadros vi¨¦ndole interpretar a Jacobo Roux, el fraile feroz y valleinclanesco capaz de matar y morir por Marat. Pese a todos los peros, gracias, Andr¨¦s Lima y Animalario, por esta lecci¨®n, por esta entrega, por esta sacudida.
A prop¨®sito de Marat/Sade, de Peter Weiss, por la compa?¨ªa Animalario en el Centro Dram¨¢tico Nacional
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