La visi¨®n sobrecogedora
Una de las mejores rutas para adentrarse en la poes¨ªa visionaria de William Blake es a trav¨¦s de sus primeros libros: Tiriel y El libro de Thel. Mientras el primero son las peripecias de un Lear errante, el segundo formula las preguntas inquietantes de siempre.
TIRIEL. EL LIBRO DE THEL
William Blake
Edici¨®n de Jordi Doce
Artemisa Ediciones
La Laguna, 2006
155 p¨¢ginas. 17 euros
Con apenas treinta a?os, el poeta maldito William Blake (17571827) concibi¨® dos historias -Tiriel y El libro de Thel- que anunciaban mundos de fecunda progenie y herm¨¦tica significaci¨®n. Ambas fueron escritas hacia 1789, por las mismas fechas que sus geniales Cantos de inocencia y Cantos de experiencia. No consigui¨® nunca Blake hacerse entender en su tiempo y su marginalidad fue atronadora (a¨²n nos sacude y conmociona), tal vez como nunca se haya visto caso igual en la historia de la literatura occidental. Se autoedit¨® pr¨¢cticamente todos sus libros y los ilustr¨® ¨¦l mismo, con una imaginaci¨®n pl¨¢stica que en ocasiones aplaca la turbulencia de sus invenciones verbales y en otras la prolonga en una suerte de torbellino ic¨®nico pleno de sobrecogedoras visiones.
Tiriel es manifiestamente el relato m¨¢s ¨¢rido y sombr¨ªo. Cuenta la historia de un Lear destronado por sus propios hijos que vagabundea in¨²tilmente en busca de cobijo o redenci¨®n sin m¨¢s salida a su angustia que la muerte que encuentra al final. Los escenarios son netamente on¨ªricos, los personajes tienen nombres de leyenda fantasiosa en extremo, las pasiones son t¨¦tricas y radicales, el hombre es un t¨ªtere de su destino err¨¢tico. La claridad narrativa no se corresponde con el significado que nace de las peripecias de este Lear errante. Surge de ellas una especie de aturdimiento aleg¨®rico, algo semejante a la necesidad de hilar significaciones que a la vez es imposibilidad de hacerlo con tranquilidad porque estas invenciones huyen de los cors¨¦s que reducen a idea clara lo que esencialmente es trastorno, agitaci¨®n e ¨ªmpetu indomable (las palabras no doman ese ¨ªmpetu sino que lo anuncian como pueden): "Mi destino es viajar por riscos y monta?as, no por valles amables. / En mi locura y mi desdicha, no debo descansar ni conciliar el sue?o". Pero Mnetha respondi¨®: "No vagues solo en la penumbra; / qu¨¦date con nosotros y perm¨ªtenos ser tus ojos; / yo te dar¨¦ alimento hasta que la muerte te reclame". El error ser¨ªa decir: meras palabras de la imaginaci¨®n, puras contrase?as de la ficci¨®n. El acierto es decir: lee esto como si fuera la verdad de un hombre porque probablemente ser¨¢ la verdad de un hombre. "Perm¨ªtenos ser tus ojos": ni siquiera Shakespeare escribi¨® algo semejante.
El libro de Thel no es menos perturbador pero su apariencia es m¨¢s mansa y arc¨¢dica. Los ecos spenserianos y miltonianos suavizan la alegor¨ªa salvaje y radical, el terremoto espiritual que anida en estos versos luminosos como s¨®lo pueden llegar a serlo en la versi¨®n l¨ªrica de Blake. Thel se pregunta sobre lo que todos nos preguntamos: ?por qu¨¦ nada es duradero? ?Por qu¨¦ necesitamos vivir el acabamiento y la finitud como lo m¨¢s esencial de nuestras vidas? A Thel le responden el lirio, la nube, el gusano y el terr¨®n de arcilla en una sucesi¨®n dial¨®gica sencillamente portentosa, fuente de toda imaginaci¨®n ingenuista que oculte m¨¢s o menos perturbadoras intenciones (?nos acordamos del Lorca del Poema del cante jondo, sin ir m¨¢s lejos?). El esp¨ªritu de los cantos de inocencia y los cantos de experiencia est¨¢ aqu¨ª instalado, con toda su gracia y tambi¨¦n con toda su maldici¨®n oculta. Nadie calma del todo a Thel que al final se ve enfrentada con su propia muerte y sale despavorida al o¨ªr que de su propia tumba salen preguntas que atentan contra toda clase de aherrojamientos, prisiones, simplificaciones y ataduras, en la mejor tradici¨®n del insumiso, radical, salvaje y marginado Blake: "?Por qu¨¦ una tierna brida sobre el joven fogoso? / ?Por qu¨¦ un peque?o velo de carne sobre el lecho de nuestro deseo?".
Nunca entenderemos adecuadamente a este poeta, jam¨¢s dormitar¨¢ tranquilamente en nuestras lecturas.
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