La vigencia de una gran obra

A m¨¢s de dos a?os de su estreno, Arena mantiene la vigencia de las grandes obras, esas que no dejan indiferente y se clavan en el cerebro provocando emociones horas despu¨¦s de la ca¨ªda del tel¨®n. Quiz¨¢s porque asistimos a la fina decantaci¨®n de una solera que gana con el tiempo y que, antes de ser dispensada, ha sido objeto de un minucioso proceso de interiorizaci¨®n y abstracci¨®n de todo un fen¨®meno cultural, el del mundo taurino. Israel Galv¨¢n parece haberse situado en todos los planos que rodean ese hecho para despu¨¦s traspasar ese universo al suyo propio del baile, con una danza que rezuma esencias antiguas pero que se rompe en mil geometr¨ªas diversas. De su cabeza, donde el tiempo reina, surgen una infinitud de formas que son el veh¨ªculo de una expresi¨®n singular que se pasea por el espect¨¢culo lidiando de forma distinta cada uno de esos astados que son sus coreograf¨ªas.

Como los toreros valientes, ¨¦l se encierra en la plaza con seis de ellos. Todos portan nombres terribles para la memoria taurina. Por eso, para lidiarlos, el artista se inventa nuevas faenas y, con su baile, se sit¨²a en un terreno a salvo de cualquier cornada o estocada. Porque ¨¦l no es toro ni es torero, sino que representa y escenifica una inteligente abstracci¨®n que transporta las esencias de ambos y del mundo que les rodea. Baila descalzo o con pu?ales de muerte en las botas. Sobre el silencio o pele¨¢ndose con la atonalidad de la gaita castore?a. Se arrebata con br¨ªo cuando las buler¨ªas de Jerez (poder¨ªo de Diego Carrasco) lo arropan, y deja espacio a la experimentaci¨®n dialogando con una extra?a hamaca met¨¢lica o con el piano flamenco, y tambi¨¦n experimental, de Diego Amador. Con la charanga juega al despiste y al contratiempo con el gui?o a unas sevillanas. La misma charanga emitir¨ªa el mensaje final sobre los aplausos a la compa?¨ªa: Sobrevivir¨¦ (I will survive).