Carmen Balcells. Autorretrato de una dama

S¨®lo hace falta decir Carmen Balcells para que se sepa de qui¨¦n estamos hablando. En agosto va a cumplir 77 a?os; cuando cumpli¨® 70, y se dijo que iba a retirarse, su amigo y autor (ella llama “clientes” a los autores de su potent¨ªsima agencia literaria) Mario Vargas Llosa escribi¨® aqu¨ª que ten¨ªamos Carmen para rato. Conserva intacta la facultad de la memoria, que es el factor principal de su negocio, pero jam¨¢s contar¨¢ secretos del mundo que ella cre¨®. El silencio es su libro de estilo.

En su despacho hay una inscripci¨®n escrita de pu?o y letra por Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez en la que el Nobel colombiano declara que alg¨²n d¨ªa ¨¦l querr¨ªa montar una agencia literaria... si tuviera un autor como ¨¦l. Como se adivin¨® cuando dijo que iba a retirarse, Carmen Balcells no se ha retirado. Es de una estirpe campesina, de Santa Fe de Segarra, en Lleida; la fortaleza con la que sigue tiene que ver con ese origen, con lo que aprendi¨® de sus padres.

"Creo que fui una ni?a feliz. Mi mam¨¢ me dec¨ªa: 'Eras una ni?a extraordinaria. Y a los 14 a?os te pusiste insoportable"

"Con los grandes editores me llevo generalmente bien; con los peque?os ha habido de todo, hasta batallas campales"

Del mismo modo que monta una fiesta o manda flores o botellas de champ¨¢n para festejar los ¨¦xitos ajenos, pone en relaci¨®n peras con manzanas para dar a luz muchas de esas utop¨ªas. Parafraseando a Augusto Monterroso, Carlos Fuentes suele decir que “cuando Cervantes apareci¨®, Carmen Balcells ya estaba all¨ª”. Garc¨ªa M¨¢rquez les dice a los editores que le quieren que para quedarse con ¨¦l tendr¨ªan que comprar la agencia de Carmen Balcells. Hace 14 a?os, cuando Juan Mars¨¦ cumpli¨® 60, le organiz¨® una fiesta que parec¨ªa dise?ada por Scott Fitzgerald para El gran Gatsby; una vez, enfrentada al retraso inmisericorde de un autor importante, oblig¨® a los camareros del restaurante que m¨¢s frecuenta en Barcelona a servir y servir comida y a retirar los platos sucesivamente para que el autor creyera que hasta que ¨¦l lleg¨® no se hab¨ªa comido nada en esa mesa..., y el autor lleg¨® despu¨¦s de la medianoche.

Ha regalado pianos, p¨¢jaros, palomas mensajeras, y ha regalado dinero... Una vez le hizo caso a su m¨¢s celebrado autor vivo. Le pregunt¨® a Garc¨ªa M¨¢rquez, hace unos a?os: “?Y qu¨¦ quieres que te regale para tu cumplea?os?”. Y Gabo le respondi¨®: “Tres mil d¨®lares”. Y desde entonces, cuando la ocasi¨®n lo requiere -como ahora, cuando el autor colombiano llega a los 80-, Gabo recibe invariablemente esa cantidad simb¨®lica de la mujer que (aparte del Nobel) le ha hecho “pobre con plata”, como dice el propio Gabo.

Hablamos en Barcelona, en su casa; ten¨ªa jaqueca, o cansancio, pero a medida que pasaron las horas de charla, la Balcells fue sucesivamente la ni?a, la joven, la madura agente literaria, y tambi¨¦n el ser humano que, incluso los que nunca querr¨ªan negociar con ella, aprecian por su vigor intelectual y por su forma casi m¨¢gica de juntar peras con manzanas.

El silencio es la zona sagrada de su vida. Casi nunca da entrevistas, para que no se le cuele ninguna confidencia. ?sta la estuvo rumiando mucho tiempo. Empezamos por la infancia, por c¨®mo se hizo. Y enseguida nos dijo que para ella la vida se renueva, cada a?o, el 1 de octubre.

?Y por qu¨¦?

Una costumbre colegial. Ah¨ª empezaba el curso. Es un tiempo en que se vuelve a poner todo en orden; acaban las vacaciones, vamos a las tiendas.

?C¨®mo fue la infancia, el colegio?

Creo que fui muy feliz. Mi mam¨¢ me dec¨ªa: “Eras una ni?a extraordinaria hasta los 14 a?os. Y a los 14 a?os te pusiste insoportable”. Era cari?os¨ªsima, amabil¨ªsima. Era estupenda.

Santa Fe. Ah¨ª naci¨®, ah¨ª ha vuelto. ?C¨®mo era ese mundo?

Tiene una importancia inmensa la casa; era una casa elegante, ten¨ªa tres naves. Un comedor inmenso, con unas ventanas de cristales biselados, muy grandes, que se abr¨ªan de par en par y que daban a una galer¨ªa... Y en esa galer¨ªa hab¨ªa muebles de mimbre. Como mi infancia transcurri¨®, desde los seis a los nueve a?os, durante la Guerra Civil, tengo un recuerdo simp¨¢tico porque todos los primos hermanos de toda la familia estaban refugiados en Santa Fe.

?C¨®mo era su padre?

Muy inteligente. Un hombre nada culto, supersimp¨¢tico, superencantador. Qu¨¦ recuerdo quieres t¨² que tenga de un padre que era padre de una hija que ya era su segunda hija mujer -la primera hab¨ªa muerto-, y eso en un macho, y en un heredero, campesino, del mundo rural, es un fracaso tener una mujer como hija. Pero despu¨¦s, como nacieron tres varones, yo recuper¨¦ un estatus extraordinario frente a mi padre y me convert¨ª en el ser m¨¢s inteligente y m¨¢s encantador a sus ojos.

?Qu¨¦ hac¨ªa ¨¦l?

Era propietario rural, pero no cuidaba la tierra. Mi abuelo, s¨ª; mi abuelo fue campesino, de una heredad notable. Y mi padre era mucho m¨¢s aventurero.

?Y su madre?

Fue un cap¨ªtulo aparte, important¨ªsimo. Ella se qued¨® hu¨¦rfana. Se cri¨® con una madrastra, y con su marido; eran propietarios rurales, ricos, que no tuvieron hijos. Formaban parte de esas familias muy notables de L¨¦rida. Y mi abuelo era consejero, miembro de una especie de comit¨¦ de hombres buenos o sabios, que no s¨¦ ni qu¨¦ tan bueno ni qu¨¦ tan sabio fuera...

?C¨®mo era ella?

Mam¨¢ escrib¨ªa un franc¨¦s impecable, un ingl¨¦s muy razonable, hizo por lo menos ocho o nueve cursos de piano... Eran educadas como se?oritas. En el fondo no eran ricos, pero viv¨ªan con los privilegios de clase. Y algunos conflictos que yo vine a tener con mi madre, cuando ya ten¨ªa 17 o 18 a?os, fueron porque ella ten¨ªa un sentido de clase exagerado, que yo le criticaba much¨ªsimo. Para ella, lo que defin¨ªa ese sentido de clase era la educaci¨®n y no el dinero. Yo ten¨ªa m¨¢s influencia de mi padre, as¨ª que cuando la observaba actuar seg¨²n esas convicciones de clase, me dec¨ªa a m¨ª misma: ?si no son ricos ni son nada y se creen los due?os del mundo! Y yo le discut¨ªa much¨ªsimo todo eso.

?En qu¨¦ le dijeron sus padres que se ten¨ªa que fijar?

Para mi madre, las cosas prioritarias eran la moral y las buenas maneras. Pero todo era tab¨². Ten¨ªas que ir aprendiendo de la vida, como mucha gente de mi generaci¨®n.

?Y qu¨¦ fue aprendiendo fuera de la casa?

Me llevaron interna al colegio. En las teresianas de la calle Ganduxer, de Barcelona. Un edificio de Gaud¨ª, con unos dormitorios fant¨¢sticos, enormes, cien camas todas iguales... Un rigor incre¨ªble. No pod¨ªas jam¨¢s en la vida ni hablar con una compa?era de cama a cama...

?Y qu¨¦ quer¨ªa ser usted cuando estaba en la escuela, en el colegio?

La chica que sale trotando con un cartel que anuncia el n¨²mero del circo.

Poniendo orden en el circo, tambi¨¦n.

?No! Era la chica que anunciaba los n¨²meros. ?El 34! Y sal¨ªa el n¨²mero 34. Y despu¨¦s quise ser primera bailarina del Bolsh¨®i, pero ¨¦sa ya es una broma que ten¨ªamos a medias con Manolo V¨¢zquez Montalb¨¢n. De veras, de veras, lo que yo quer¨ªa era tener un despacho. Por lo dem¨¢s, tuve un novio que me introdujo en la lectura. ?l escrib¨ªa teatro, y me llev¨® por ese mundo del conocimiento de los libros. Como yo no sab¨ªa hacer nada en el teatro, me nombr¨® co-regidora.

Quer¨ªa hacer todas esas cosas. E iba descubriendo la vida.

Y sobre todo el amor. Tuve una influencia fant¨¢stica de un muchacho, hijo de un comunista. Me dec¨ªa: “Eres la ¨²nica chica del pueblo a la que se puede agarrar del brazo sin que se ponga hist¨¦rica”. Una de las primeras cosas que me hizo leer fue No se juega con el amor, de Moli¨¨re. Aprend¨ª muchas cosas de ¨¦l.

?Se enamor¨® de ¨¦l?

?No! ?Nunca en la vida! ?Adem¨¢s, ya estaba enamorada de otro! Me daba lecturas, publicaciones de Sudamericana, de Losada, de Emec¨¦... Yo le¨ª a Faulkner en esa ¨¦poca. Un principio fant¨¢stico. ?l era un chico modesto, profesor, letraherido; escrib¨ªa teatro. Y ten¨ªa vocaci¨®n de escritor. Pero, imag¨ªnate, un escritor en Cervera... Yo me inici¨¦ con ¨¦l; fue una educaci¨®n sentimental, y al mismo tiempo literaria.

?Para qu¨¦ le serv¨ªa leer?

Era un placer inmenso. Si lo pudiera describir hoy, te dir¨ªa que era como una batidora, haciendo ruido ah¨ª dentro... En ese tiempo, hasta los 20 o 25 a?os, descubr¨ª, en aquel circuito nuestro de Cervera, a Jaime Ferr¨¢n, el poeta, que sigue siendo un gran amigo m¨ªo, y que entonces me se?al¨® caminos. ?ntimo amigo de Alfonso Costafreda, de Carlos Barral... La primera vez que ya vine a Barcelona con esp¨ªritu independiente, de chica sola, fue de la mano de Jaime Ferr¨¢n. Y me llev¨® al Boliche del paseo de Gracia. Y all¨ª conoc¨ª a la vez a Carlos Barral, a Mario Lacruz... Me sucedi¨® entonces algo que no ha dejado de sucederme nunca. La capacidad de relativizarlo todo. Eso me lleva, en primer lugar, a la movilidad; despu¨¦s, a la contemplaci¨®n, y en tercer lugar, a la conclusi¨®n de que mis horizontes se ensanchan con una coma, con una frase, con un poema. Esto, acompa?ado de una cierta educaci¨®n sentimental en la que empiezas amor¨ªos, abrazos, cuando descubres varias cosas a la vez: el placer mental, los otros placeres..., descubres casi al mismo tiempo el placer de la relaci¨®n de pareja y los est¨ªmulos que te llevan a pensar: qu¨¦ suerte he tenido de caer aqu¨ª.

As¨ª que ya percibe aquella se?orita sola de qu¨¦ va la vida...

Me instal¨¦ aqu¨ª, en la calle Casanovas, al lado de donde ahora tengo mi casa. En la primera comuna avant la lettre. Hice un peritaje en la Escuela de Altos Estudios Mercantiles, de modo que ya circulaba entre los estudiantes de la ¨¦poca. Y el centro de operaciones de todos nosotros era el hogar del SEU. Ah¨ª com¨ªamos garbanzos por cuatro pesetas. En ese ambiente conoc¨ª gente, hice amistades... La tendencia a hacer amistades en un instante la he tenido toda mi vida.

?C¨®mo empez¨® a ser agente literaria?

Joaqu¨ªn Sabri¨¢, muy amigo del grupo de Josep Maria Castellet, ten¨ªa una distribuidora, y era yerno del editor Miracle, que hab¨ªa estado exiliado en Argentina. A trav¨¦s de Sabri¨¢ Miracle me dijo que ten¨ªa un empleo para m¨ª: agente literario. Trabajar¨ªa para Vintila Horia, el escritor rumano, que ya ten¨ªa una agencia. Era 1956. Yo abr¨ª un libro registro, y escrib¨ª los nombres de los originales.

?Qu¨¦ le dijo que era un agente literario?

Un se?or que elige las lecturas de los dem¨¢s.

Sigue siendo eso...

Qu¨¦ va a ser eso. Es un administrador de fincas. No tiene la categor¨ªa de un psiquiatra, de un m¨¦dico..., porque no est¨¢ estructurado ni apoyado encima de un bachillerato, una carrera y unas oposiciones. Por eso me da tanta risa cuando le ponen solemnidad a nuestro oficio. ?Si recaudamos menos dinero que las casta?eras el 30 de noviembre! Es m¨¢s importante el gremio de casta?eras que el gremio de agentes literarios.

?C¨®mo fue la relaci¨®n con Vintila Horia?

Buen¨ªsima. Yo le admiraba much¨ªsimo. La cosa que m¨¢s he admirado desde la m¨¢s tierna infancia es la gente culta. Y eso me pasaba con Vintila Horia, qu¨¦ hombre tan culto. Pero ¨¦l dej¨® la agencia, se fue a Francia porque le dieron el Premio Goncourt, al que tuvo que renunciar por colaboracionista. Entonces, ¨¦l me quiso vender la agencia por 100.000 pesetas, que yo no ten¨ªa. As¨ª que me establec¨ª por mi cuenta. Quit¨¦ el membrete de la agencia que yo representaba en Barcelona y puse mi nombre. Carmen Balcells. Ah¨ª empez¨® todo. A instalar la agencia de Vintila le ayud¨® Pancho P¨¦rez Gonz¨¢lez, que, guardada toda proporci¨®n, cultiva un estilo que yo tambi¨¦n he cultivado: ayudar a todo el mundo, siempre. Un hombre muy generoso.

?Cu¨¢l fue su primera gesti¨®n?

Con Carlos Barral, a quien conoc¨ªa de antes, cuando fui secretaria de un gremio de fabricantes de maquinaria textil, donde yo estuve tres a?os. Desde esa oficina apareci¨® un se?or brasile?o a quien le dijeron que yo era una persona muy lista, y me pidieron que le acompa?ara a tres o cuatro editoriales para que le hicieran unos libros en portugu¨¦s. As¨ª que fui a algunas editoriales, entre ellas Seix y Barral... Yo ganaba, en aquel primer empleo, 3.000 pesetas al mes. ?Me alcanzaba para todo! Al lado de donde viv¨ªamos hab¨ªa una enorme panader¨ªa. Yo iba hacia all¨ª con el dinero justo para una baguette, y nunca me he sentido m¨¢s poderosa, m¨¢s independiente, m¨¢s aut¨®noma, m¨¢s contenta y m¨¢s libre que comprando ese pan. No me importaba tener o no tener, era la sensaci¨®n de haber conseguido lo imposible.

?C¨®mo era el mundo editorial?

Era como ahora, pero sin demasiado glamour. Excepto el glamour que se creaba en ciertos grup¨²sculos alrededor de Barral, que cultivaban sus egos de una forma desaforada. Y yo encontr¨¦ en lo cotidiano las mayores dificultades.

Y los egos parece que deben de ser de los escritores, no de los editores.

?Los escritores, los pobres, si no les dejan ni tener egos! El ego es de los editores.

?Y c¨®mo ha ido variando el sector editorial?

Ha crecido. Se ha afianzado. Se ha solidificado al m¨¢ximo. No hagas estad¨ªsticas: en general, ha ido a m¨¢s de una manera potent¨ªsima, cada vez se lee m¨¢s.

Usted ha dicho m¨¢s de una vez que no tiene amigos...

...sino intereses. S¨ª. Es una frase muy feliz.

?Le representa?

Lo que m¨¢s me representa. Porque yo tengo delante dos ingredientes fundamentales: la confianza que los autores depositan en m¨ª en las decisiones que yo tome, y despu¨¦s la inmensa responsabilidad que yo siento frente a m¨ª misma de no pifiar esa responsabilidad, de ejercerla bien.

Cuando Mars¨¦ cumpli¨® 60, aquella fiesta que usted le hizo parec¨ªa simb¨®lica de su manera de agasajar...

Fue fant¨¢stico. Hacer una fiesta en la que se concentra un grupo de gente sobre la que gravita de pronto la sensaci¨®n de que ¨¦se es el sitio en el que debes estar. Y para Mars¨¦. Lo est¨¢bamos festejando en un momento importante de su vida: su gran amigo, la persona a la que ten¨ªa m¨¢s fidelidad, hab¨ªa muerto hac¨ªa poco, Jaime Gil de Biedma. Juan era en cierto modo un hu¨¦rfano de Jaime. Lo trajimos fabric¨¢ndole una sorpresa, porque a ¨¦l le horrorizan las fiestas. Y cuando lleg¨® le recibimos con alguien cantando al piano As time goes by. Una maravilla. Y luego le cant¨® esa misma canci¨®n de Casablanca Mario Lacruz. Organic¨¦ una fiesta pensando en la excelencia. Lo que yo tengo de una forma bastante innata es un sentido de las cosas buenas. Mi amiga N¨¦lida [Pi?¨®n], que es la persona que ha tenido una mayor influencia intelectual sobre m¨ª, y probablemente la que m¨¢s me ha dado confianza en m¨ª misma, me dijo hace mucho tiempo una frase que me impact¨®: “Tienes un mundo interior grandioso”. Cuando oyes algo as¨ª no crees que sea verdad, sino que te gustar¨ªa que fuera verdad.

La recuerdo aqu¨ª, sentada, ante esta misma mesa, el d¨ªa en que se produjo el sepelio de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n.

Ah, Manolo. Un ser especial. Cu¨¢ntos recuerdos. Una persona que siempre estuvo al lado; en los momentos malos, en los buenos. Cu¨¢nto echo de menos a Manolo. Era seco, poco hablador. Un silencio habitad¨ªsimo. Esa premonici¨®n que tuvo de su muerte. Muchas cosas dir¨ªa de ¨¦l.

Vargas Llosa.

?l ha contado tantas veces mi viaje a Londres para convencerle de que se dedicara por entero a la literatura. Le¨ª La casa verde, no entend¨ª nada de las 45 primeras p¨¢ginas; pero se me abri¨® el texto con una lucidez extraordinaria, ?¨¦ste es un genio! Cambiaba el tiempo narrativo, el tiempo objetivo y el tiempo verbal, lo m¨¢s innovador... Eso me afect¨® mucho. Me dije: Mario vive en Londres, necesitar¨¢ dinero y vive en el pa¨ªs de los agentes; el d¨ªa menos pensado tendr¨¢ un agente en Londres. As¨ª que fui a buscarle. Le dije: “?Cu¨¢nto necesitas? ?Quinientos d¨®lares? Pues 500 d¨®lares”.

Gabo.

Qu¨¦ larga historia. ?Quieres que diga algo de su cumplea?os? ?Felicidades!

Usted ha demostrado una gran capacidad para convertir su intuici¨®n en negocio.

En un negocio es m¨¢s dif¨ªcil... Es una forma de orden. ?Si el orden es la base de mi personalidad? Un psiquiatra te lo dir¨¢. Yo no tengo ni la menor idea. Soy una fan¨¢tica del orden, pero si t¨² vieras el estado en que tengo los papeles..., son la evidencia absoluta de lo contrario, del desmadre.

?Y c¨®mo ve usted el mundo editorial?

Se lee cada vez m¨¢s. Lee gente que jam¨¢s hab¨ªa le¨ªdo antes. Y hay una sobreproducci¨®n, eso es indudable.

?La recortar¨ªa usted?

Para nada. Ser¨ªa en detrimento de los autores que no tienen salida o que venden poco.

?Y c¨®mo ve este pa¨ªs?

Enredado.

La he visto cabreada y la he visto feliz. ?Qu¨¦ es lo que la saca de quicio?

En el d¨ªa de hoy estoy muy cerca del final de la vida para que no me afecten las cosas que se refieren a la muerte, y sobre todo las cosas que debes dejar en orden cuando te mueres. La sensaci¨®n que tengo yo es que ?Dios me libre de morirme con el foll¨®n de cosas que puedo dejar sin arreglar!

La gente del mundo editorial se qued¨® estupefacta cuando se dijo que usted se retiraba. Es obvio que no se ha retirado.

S¨ª, me he retirado. De la agencia. Ahora hago otras cosas. No dentro de la agencia. Siempre hay proyectos. En este momento he perdido el impulso que ten¨ªa hace tres a?os para un proyecto que llamo Barcelona Latinitatis Patria. Uno de los proyectos m¨¢s bellos y singulares en la ciudad de Barcelona. Irrealizable.

?Cu¨¢l es su mayor utop¨ªa?

Convertir a los escritores en estrellas.

Hay una foto en la que se ve usted, muy alegre, con Garc¨ªa Hortelano, en Formentor. Recuerde esa foto, se le ve muy joven.

El ¨²nico atractivo que puede tener es el testimonio de que fui joven. Y como yo nunca me he gustado, ver que yo estaba estupenda en aquella foto me hace decir: “?Si ser¨¦ idiota, c¨®mo no has detenido el tiempo!”. Pero a la fotograf¨ªa que verdaderamente le tengo aprecio es una foto m¨ªa cuando naci¨® mi hijo. Es lo m¨¢s parecido a una foto que yo le hice a mi nuera cuando ella tuvo su primera hija. El milagro de la maternidad, que no tiene nada que ver con la paternidad. El momento estelar de una mujer es el posterior a tener un hijo, cuando lo ve a su lado. Vivo, maravilloso. No se puede explicar la emoci¨®n que da.

Y en el ¨¢mbito profesional, ?qu¨¦ le da alegr¨ªa?

Una negociaci¨®n n¨ªtida, bien hecha. La satisfacci¨®n de otro. ?sa es tu satisfacci¨®n. La eficacia del resultado. Me vuelve loca. No conseguirlo me deja furibunda durante un rato. Se me va enseguida.

Su silencio sobre los autores, sobre sus intereses. ?se es su libro de estilo.

Yo considero que ¨¦se es el primer paso de la l¨®gica de las relaciones.

?Para todos?

Para todos.

?Incluidos los editores que se cabrean con usted?

Se cabrean porque algo de lo que propongo les es contrario, les rompe esquemas.

?C¨®mo se ha llevado con los editores?

Depende. Con los grandes, generalmente bien; con los peque?os, ha habido de todo, desde relaciones encantadoras hasta batallas campales.

Porque los grandes tienen muchos m¨¢s recursos para todo, y a los peque?os, cualquier cosa les hace sentirse lesionados.

Desde el punto de vista humano, ?c¨®mo debe ser la relaci¨®n con un autor para que sienta que est¨¢ como en su casa? Antes, la casa del escritor era la del editor.

Hasta cierto punto. Porque a un autor no le puedes exigir que est¨¦ en el lado que es su contrario o su explotador. Esa relaci¨®n es muy antigua, debe venir del Renacimiento o de la Francia inteligente de hace much¨ªsimo tiempo.

Frases de autores suyos. Una es de Juan Carlos Onetti. “Gracias a Carmen Balcells voy al mercado cada ma?ana”.

Fue una sorpresa para m¨ª. ?l entendi¨® lo que yo hago por ¨¦l. Y la dedicatoria de su ¨²ltimo libro: “A Carmen Balcells, porque me da la gana”. Una de las dedicatorias que m¨¢s me han emocionado. Antes lloraba siempre por todo. Llor¨¦ en ese momento. Ahora lloro menos, por un tratamiento que me ha secado las l¨¢grimas. Pero a¨²n lloro. Es una maravilla llorar.

?Qu¨¦ ha aprendido de los escritores?

No hay cosa m¨¢s singular que un escritor o un artista. Hay tambi¨¦n much¨ªsimo oficio que tambi¨¦n merece un enorme respeto. Y este oficio llega a colmar las expectativas y los placeres de miles de lectores. Pero los grandes genios son media docena.

?Y a usted le hubiera gustado ser escritora?

S¨ª. Lo era, pude haberlo sido. Iba en bicicleta, de mi pueblo a Cervera; mientras viajaba, inventaba relatos, los escrib¨ªa en el aire, pude haberlos escrito. Y siempre ten¨ªan que ver con mi familia. Lo que Mario llama los demonios interiores no son m¨¢s que las inc¨®gnitas que despierta la observaci¨®n de la propia existencia. Eso es lo que hac¨ªa yo. Pedaleando, imaginando.

?Y hubiera tenido como agente a Carmen Balcells?

?No!

?Y Garc¨ªa M¨¢rquez le hubiera tenido en su agencia?

No s¨¦. ?Esto parece un sudoku, yo nunca he hecho un sudoku!

?Cu¨¢ntas veces le habr¨¢n preguntado si este a?o, o en cualquier tiempo, Gabo y Mario se van a reconciliar?

Mario y Gabo est¨¢n reconciliados desde hace much¨ªsimo tiempo. Una peque?a divergencia la tiene cualquiera con cualquiera. Y la historia de la literatura, y de la vida, y del cotidiano est¨¢ llena de casos en los que uno se pelea con un hermano por una herencia y despu¨¦s vuelven a ser amigos. Lo que ocurre es que no se debe convertir esto en un asunto de prensa rosa y amarilla. Eso los pone a los dos a cien y a m¨ª a tres mil. Porque es una chorrada impresionante, y adem¨¢s ninguno de los dos tiene que dar explicaciones de nada ni a nadie.

Usted es una maestra en el arte de felicitar. Aparte de eso, ?qu¨¦ regalo para Garc¨ªa M¨¢rquez...

Tres mil d¨®lares.

?Por qu¨¦?

Una vez le pregunt¨¦ qu¨¦ quer¨ªa, y me dijo esa broma. Yo siempre la he seguido.

Le ha dado mucho m¨¢s que 3.000 d¨®lares.

Le he dado todo, todo lo que he podido. Y ¨¦l a m¨ª, tambi¨¦n.

Un a?o especial para Gabo. ‘Cien a?os de soledad’, 40 a?os; 80 a?os de Gabo. ?Qu¨¦ dir¨ªa de ¨¦l hoy?

Algo muy especial y muy aut¨¦ntico. Como ¨¦l ha sido tan constante en derivar hacia m¨ª cualquier asunto que le concierna, de cualquier tipo, yo podr¨ªa contestarte que me ha dado una identidad absolutamente de lujo.

?Qu¨¦ le devuelve hoy su espejo, Carmen?

Bastante m¨¢s serenidad de la que cre¨ªa. Si consigo mantener una cierta buena salud, no puedo hacer una queja demasiado grande. Nunca me he cuidado, no he hecho el menor esfuerzo para caminar, me he ido instalando de acuerdo con la situaci¨®n de la forma m¨¢s confortable para m¨ª.