Es nuestro problema
Los momentos de crisis ponen a prueba nuestra ideas e incluso la concepci¨®n que tenemos de nosotros mismos. Y la pol¨ªtica espa?ola, la vida p¨²blica toda, vive una crisis grave. Una crisis generada en la pol¨ªtica, dentro de un partido, y que desde ah¨ª se irradia a toda la sociedad, afecta al d¨ªa a d¨ªa y acabar¨¢ por afectar a una econom¨ªa que, a pesar de sus irregularidades estructurales, ha marchado hasta ahora de modo espectacularmente.
La direcci¨®n del PP, se neg¨® a aceptar su derrota y en vez de dimitir y dar paso a una renovaci¨®n, reaccion¨® atribuy¨¦ndola a una conspiraci¨®n y no reconociendo al Gobierno salido de las urnas. Esta estrategia que vemos es la consecuencia: intenta conquistar el poder en la calle desestabilizando, cosa usual en pa¨ªses latinoamericanos pero in¨¦dita en la Europa de hoy.
As¨ª, ya hace meses que reaparecieron las banderas franquistas y hace una semana los c¨®cteles molotov contra una sede socialista. Es deliberado, asumido: pretenden preocuparnos. M¨¢s claro, pretenden asustarnos. Y no es para menos, reconocemos esas banderas, sabemos bien lo que significan esos gritos de los que acompa?an al ex presidente Aznar, que al abandon¨® la trastienda y ha regresado a la primera fila. Reconocemos sus gritos: "?Espa?a, Espa?a!" y "?Ca¨ªdos por Espa?a! ?Presentes!". Son una amenaza de la derecha nacionalista espa?ola de siempre.
Ante esta resurrecci¨®n de la extrema derecha convocada irresponsablemente por el PP cabe imaginar lo que ocurrir¨ªa si la izquierda hiciese lo mismo. Imaginemos lo que ser¨ªan nuestras calles, nuestras casas, centros de trabajo. Hagamos memoria. Afortunadamente, hasta ahora, la reacci¨®n de la izquierda y de las personas que defienden con firmeza la democracia ha sido la m¨¢s prudente: callar y contemplarlos con reprobaci¨®n. Ahora bien, no olvidaremos esto, los dirigentes que han animado esta agitaci¨®n desesperada ya tienen un lugar en la historia. Un lugar ignominioso. ?Pero esto es un problema nuestro, debe preocuparnos aqu¨ª o podemos desentendernos y dej¨¢rselo a Rodr¨ªguez Zapatero??Podemos pensar desde aqu¨ª, desde Galicia, obviando el contexto espa?ol en que estamos? ?Podemos pensar obviando la realidad? ?Es eso pensar o so?ar?
Galicia tiene una concepci¨®n profunda de s¨ª misma que no es el caso detallar hoy, pero el pensamiento cultural y pol¨ªtico espec¨ªficamente gallego, el galleguismo en general, tiene como caracter¨ªstica l¨®gica imaginar a Galicia como una realidad autosuficiente. Pero nuestro pa¨ªs no es un proceso en marcha que se desarrolla en el aire o en un vac¨ªo creado en un laboratorio. No es la realidad y pensar as¨ª solo puede conducir a perjudicarnos y a ser irresponsables. Lo que est¨¢ ocurriendo en Espa?a es un problema de toda la ciudadan¨ªa del Estado espa?ol, de la ciudadan¨ªa gallega tambi¨¦n. Cada vez que se pone en juego la democracia, cuando se juega con ella, se pone en juego para todos y de un modo total. Nuestro autogobierno es una parte, un aspecto, de la democracia espa?ola. Cuando Companys proclam¨® el Estat Catal¨¢ crey¨® que se pod¨ªa separar una cosa de la otra. Cuando los gudaris vascos pactaron su rendici¨®n a Franco creyendo que se les respetar¨ªa algo tambi¨¦n se equivocaron. S¨®lo cabe la lealtad de todos para salvar, mantener y cuidar nuestra democracia compartida. La ganamos entre todos en su d¨ªa y si la perdemos la perdemos todos.
Esta partida contra la gobernabilidad, el pulso a un Gobierno elegido por las urnas, se est¨¢ dando principalmente en Madrid. Es all¨ª donde esta estrategia de crear sensaci¨®n de inestabilidad tiene masa cr¨ªtica, en Barcelona ser¨ªa imposible reunir a m¨¢s de 5.000 personas para acusar al presidente del Gobierno de ser c¨®mplice de ETA, para llamar terrorista al presidente del Gobierno de Espa?a nada menos. Es en Madrid donde esta estrategia encuentra un caldo de cultivo en un sector social importante que sirvi¨® y se benefici¨® del Estado franquista y azuzado por una prensa que cada d¨ªa evoca m¨¢s al b¨²nker de la Transici¨®n. S¨ª, tenemos problemas espec¨ªficos. Pero hoy no toca hablar de la planta de gas en la r¨ªa de Ferrol, de su puerto que no tiene las comunicaciones necesarias, del urbanismo vigu¨¦s y la corrupci¨®n, del fantasmal puerto exterior... Hoy toca reafirmar nuestro compromiso con la democracia y decirles que no les tenemos miedo.
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