En honor del esp¨ªritu
El libro que Pierre Boncenne acaba de publicar sobre Jean-Fran?ois Revel (Pour Jean-Fran?ois Revel, Plon) es el primero, pero no ser¨¢ el ¨²ltimo, que se escribe sobre el autor de La tentaci¨®n totalitaria y El conocimiento in¨²til, un pensador y polemista que, estoy seguro, ser¨¢ recordado como uno de los intelectuales m¨¢s l¨²cidos de los tiempos que hemos vivido, un escritor que, a la manera de George Orwell -a quien tanto se parece- en el per¨ªodo que a ¨¦l le toc¨®, salv¨® en cierta forma el "honor del esp¨ªritu" defendiendo la libertad cuando tantos intelectuales la traicionaban por oportunismo, fanatismo o ceguera, y denunciando sin tregua todas las imposturas que por obra de las modas, la vanidad o la simple vacuidad han empobrecido el quehacer intelectual contempor¨¢neo.
El libro de Boncenne no es un estudio acad¨¦mico, aunque en sus p¨¢ginas se encuentra una descripci¨®n muy solvente de la vasta obra de Revel en todos sus aspectos. Es un ensayo pol¨¦mico, irreverente y por momentos belicoso, que documenta los ataques innobles y las peque?as insidias de que fue v¨ªctima Revel por atreverse a criticar a la intocable izquierda, y que aparecieron en ¨®rganos a veces tan aparentemente respetables como Le Monde, France Observateur o Lib¨¦ration. Lo que indigna a Boncenne, y con toda raz¨®n, no eran las cr¨ªticas, sino las calumnias, esa man¨ªa tan arraigada en el gremio intelectual de descalificar moralmente al adversario para exonerarse de tener que refutarlo con argumentos y razones.
Boncenne no se limita a rese?ar el valeroso combate de Revel en defensa del sistema democr¨¢tico contra todos los totalitarismos (el nazismo, el comunismo sovi¨¦tico, el mao¨ªsmo, las dictaduras militares, las satrap¨ªas religiosas, el castrismo), sino tambi¨¦n, y estas p¨¢ginas son para m¨ª las mejores de su libro, contra la jerigonza filos¨®fica, la charlataner¨ªa sociol¨®gica, la logorrea hueca de cierta cr¨ªtica literaria, psicol¨®gica o psicoanal¨ªtica que, detr¨¢s de unos lenguajes supuestamente especializados, oculta la nimiedad o el puro vac¨ªo intelectual.
Este es un aspecto del quehacer intelectual de Revel que conven¨ªa celebrar, tan osado y valioso como el que libr¨® contra el dogmatismo y el fanatismo ideol¨®gico. Nadie antes que ¨¦l se atrevi¨® a se?alar que buena parte de los escritos de Lacan, Derrida, Pierre Bourdieu y otras estrellas de la inteligencia francesa no eran incomprensibles por profundos, sino porque detr¨¢s de su tiniebla verbal, s¨®lo hab¨ªa pretensi¨®n, vac¨ªo y lugares comunes emperifollados de inextricable ret¨®rica.
Revel sab¨ªa de lo que hablaba porque hab¨ªa recibido la formaci¨®n acad¨¦mica m¨¢s exigente: Ecole Normal y la agregation. Todo lo predispon¨ªa a hacer una gran carrera universitaria y a destacar en el establecimiento intelectual m¨¢s selecto. Pero ¨¦l abandon¨® pronto ese destino para dedicarse a un g¨¦nero que sus colegas miran por sobre el hombro: el periodismo. Como Orwell, en lugar de rebajar sus topes intelectuales, Revel elev¨® el periodismo a la categor¨ªa de obra de arte, de ensayo creativo, de veh¨ªculo de ideas, como lo hab¨ªa hecho en Espa?a un Jos¨¦ Ortega y Gasset. Hacer periodismo no signific¨® para Revel vulgarizar ni banalizar el pensamiento sino encontrar un lenguaje limpio, accesible, elegante e inteligente para hablar con el m¨¢ximo rigor de los problemas pol¨ªticos y culturales al lector promedio, a lo que su admirado Montaigne llam¨® "el hombre del com¨²n".
Revel mostr¨® que la cultura no ten¨ªa por qu¨¦ apartarse de los hombres y mujeres comunes y corrientes y encerrarse en "c¨¢balas de devotos" para ser rigurosa y original. Y, tambi¨¦n, que ese comercio continuo de las ideas con un amplio p¨²blico, las vivificaba, las manten¨ªa en una estimulante prueba de fuerza con la actualidad. Eso es lo que da a las recopilaciones de art¨ªculos de Revel -Id¨¦es de notre temps, por ejemplo, o Fin des si¨¨cle des ombres- su naturaleza candente de textos nacidos como respuesta a problemas neur¨¢lgicos y necesidades urgentes.
El libro de Boncenne dise?a tambi¨¦n la curiosidad voraz de Revel por todas las manifestaciones del esp¨ªritu: la filosof¨ªa, la pol¨ªtica, la literatura, la cr¨ªtica de arte, la gastronom¨ªa, la m¨²sica. Y la magn¨ªfica labor que llev¨® a cabo como editor, dirigiendo, entre otras, esa maravillosa colecci¨®n de panfletos Libert¨¦s, en la que seleccion¨® a todos los grandes polemistas de la lengua francesa, desde Pascal a Andr¨¦ Breton, demostrandoque el g¨¦nero de la diatriba no estaba siempre re?ido con el buen gusto, la sabidur¨ªa, la inteligencia y la m¨¢s refinada erudici¨®n.
Aunque admira a Revel, Boncenne no es un hagi¨®grafo. Se?ala los errores en que incurri¨® y las injusticias que cometi¨® (algunas de las cuales lament¨® amargamente en su hermosa autobiograf¨ªa) ese Revel que comenz¨® diciendo en El ladr¨®n en la casa vac¨ªa que, a diferencia de muchos de sus colegas, muy satisfechos consigo mismos, ¨¦l se hab¨ªa pasado la vida equivoc¨¢ndose y arrepinti¨¦ndose de sus equivocaciones. Y si lo dec¨ªa, lo cre¨ªa. Porque era un intelectual honrado, incapaz de hacer trampas, a sus lectores o a s¨ª mismo. Ahora bien, aunque sus juveniles entusiasmos por Gurdjieff desconciertan en un racionalista tan empe?oso, la verdad es que en pol¨ªtica casi siempre vio claro y actu¨® con una consecuencia tan admirable como su clarividencia. Fue resistente contra los nazis y socialista a la liberaci¨®n, cuando el socialismo parec¨ªa una doctrina generosa, hecha de pasi¨®n por la justicia y la libertad. Fue un cr¨ªtico precoz e insobornable de De Gaulle y la V Rep¨²blica porque vio en ambos s¨ªntomas de autoritarismo. Y luego, con poqu¨ªsimos intelectuales de su tiempo, como Raymond Aron, se enfrent¨® a la oce¨¢nica ofensiva de los marxismos que devor¨® a Occidente, defendiendo lo que todos ¨¦stos, pese a sus querellas internas, atacaban con m¨¢s sa?a: la cultura de la libertad. Fue un liberal en el pa¨ªs donde esta palabra -esta idea, este valor- fue encarnecida y envilecida m¨¢s que en ninguna otra sociedad, en nombre de la utop¨ªa colectivista, sin dejarse intimidar por el odio y la hostilidad que sus ensayos y cr¨ªticas provocaban a su alrededor (Boncenne ofrece un terror¨ªfico muestrario de todo ello en su libro).
Ahora, por fortuna, las cosas han cambiado mucho en Francia gracias a ensayistas y filos¨®fos libertarios como Andr¨¦ Glucksman, Pascal Bruckner o Alain Finkielkraut. Pero, si retrocedemos a los a?os sesenta o setenta, el panorama intelectual parec¨ªa poco menos que monopolizado por las distintas variedades de lo que Kostas Papaioannou llam¨® "el pensamiento fr¨ªo", es decir el marxismo. La revista de moda, Tel Quel, inspirada por el exquisito Roland Barthes, alternaba las indescifrables disquisiciones de teor¨ªa literario-ling¨¹¨ªstica con el esnobismo pol¨ªtico y defend¨ªa a Mao y la revoluci¨®n cultural china, a la que se hab¨ªa convertido tambi¨¦n, en la ¨²ltima de sus acrobacias ideol¨®gicas, Jean-Paul Sartre, director por un tiempo, recordemos, de La cause du peuple, el peri¨®dico de los "maos" franceses. ?Qui¨¦nes, en esos a?os, desde la cultura democr¨¢tica, se atrev¨ªan a recordar que la revoluci¨®n cultural china estaba aniquilando a millones de millones de personas en un holocausto tan est¨²pido y monstruoso como los perpetrados por Hitler y Stalin? Raymond Aron y Revel, y muy pocos otros. Boncenne recuerda en su libro el vergonzoso cierra filas de la intelectualidad "progresista" francesa contra Simon Leys cuando este destacado sin¨®logo, que conoc¨ªa de primera mano los cr¨ªmenes del mao¨ªsmo, public¨® sus primeros libros en Francia y la batalla que debieron librar Revel y otros dem¨®cratas para que la campa?a de descr¨¦dito de la izquierda censora no los sofocara antes de que pudieran llegar a los lectores.
Todo ese combate permanente que fue su vida intelectual hizo de ¨¦l una persona que, al principio, parec¨ªa tosca y dura. Pura apariencia. En verdad, hab¨ªa en ¨¦l un gozador de la cultura y de la vida, de las ideas, los buenos libros, la comida y el vino. Pod¨ªa ser un conversador deslumbrante, ir¨®nico, simp¨¢tico, un contador de an¨¦cdotas divertid¨ªsimo y un amigo generoso y leal.
"En honor del esp¨ªritu" es una de esas frases que en franc¨¦s lucen muy bien aunque, traducidas, suenan cursis. Pero a m¨ª me conmovi¨® la manera en que Pierre Boncenne la usa para indicar lo que para ¨¦l fue uno de los grandes m¨¦ritos de Revel. No traicionar la propia vocaci¨®n, mintiendo. M¨¢s bien, honrarla, tratando siempre de decir la verdad, de la manera m¨¢s cristalina y bella posible. Porque pensando y escribiendo con esta divisa, "se honra el esp¨ªritu". Para los agn¨®sticos, como Revel y como este escriba, el "esp¨ªritu" hace las veces de todo aquello en lo que no creemos. Y Revel, en efecto, como muy pocos en su tiempo, siempre lo honr¨®.
? Mario Vargas Llosa, 2007. ? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El Pa¨ªs, SL, 2007.
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