Gracias a Dios es domingo otra vez
Florence arropa a su beb¨¦ hasta las orejas, no importa que el term¨®metro marque 18 grados por culpa del cambio clim¨¢tico, qu¨¦ tal que cambie tanto, que en la tarde regresen los vientos traicioneros. Es invierno y punto.
Pone al cr¨ªo en el cochecito y lo empuja por la calle de Comte Borrell alzando aquel rostro redondo de ojos almendrados, nariz ancha y labios carnosos, tan caracter¨ªstico de su raza malaya. Gracias a Dios es domingo y podr¨¢ cantar karaoke como cada semana en el restaurante Pasa Pasa de su paisano Dany, donde los filipinos se congregan para disfrutar de la comida t¨ªpica de su pa¨ªs y dar rienda suelta al canto, antes de asistir a misa.
Los platillos est¨¢n ya servidos en una larga mesa que presume una buena variedad de arroz frito (kanin Na Sinangag), cabrito en vinagreta (kilawing kambing), verduras salteadas (Chopsuey), longaniza (lang si lang) y mucha fruta en alm¨ªbar (halo halo).
Dany enciende la pantalla Phillips, aprieta la tecla on del potente Hitachi y pasa el micr¨®fono. "?Karaoke will start!", anuncia Florence con una sonrisa grande que deja asomar su dientecillo de oro. Al lado, un grupo de marineros tambi¨¦n filipinos celebran esa ¨²nica tarde que pasaran en Barcelona y, con la a?oranza encima, piden al due?o la canci¨®n Kumusta ka ('?C¨®mo est¨¢s mi amor?'), del famoso cantante filipino Freddie Aguilar, la cual se ha convertido en un himno para quienes est¨¢n fuera de la isla madre.
Kumusta ka aking mahal
Sana ay nasa mabuti ka
Sana'y iyong naririnig
Baka ka magising
Cuando uno tiene en las manos el micr¨®fono, los dem¨¢s callan, es una de las reglas b¨¢sicas del karaoke, en donde la falta de entonaci¨®n poco importa ya que el karaoke es la gran excusa para el desahogo. As¨ª lo entiende Florence, quien prefiere cantar en ingl¨¦s y en castellano los ¨¦xitos del largo men¨² que pasa por sus manos, pero esta vez lo har¨¢ en tagalo porque aquella canci¨®n que pidi¨® el marinero se le mete entre la piel a ella tambi¨¦n. As¨ª que rompe las reglas del juego, respira profundo y grita bien fuerte el coro:
Kumusta ka aking mahal
Sana ay nasa mabuti ka
Ako'sy wag mong intindhin
Nakaraos din.
?C¨®mo est¨¢s mi amor?, se pregunta Florence. ?C¨®mo est¨¢s mi amor?, se preguntan las chicas de la mesa de junto que mueven sus cabelleras lacias y negras de izquierda a derecha al ritmo de las letrillas de la pantalla. Termina el joven marinero y todos al un¨ªsono aplauden y exclaman: "bravo". S¨ª. "Bravo" en castellano como es la costumbre. Cae la tarde, Dany apaga la pantalla de su restaurante y el sacerdote la enciende en la iglesia de Sant Agust¨ª de la calle de Hospital. El serm¨®n dominical est¨¢ a punto de comenzar. Han llegado m¨¢s de 700 filipinos para atender la misa de seis, otros 700 ya lo hicieron a las diez de la ma?ana.
Florence empuja el cochecito de su beb¨¦ por el pasillo lateral del templo y toma asiento en una orilla. Un mar de rostros homog¨¦neos miran hacia el altar y reciben el serm¨®n en tagalo y algunos fragmentos en ingl¨¦s, las dos lenguas oficiales de Filipinas. Una enorme pantalla escribe los pasajes que cantan todos a una sola voz.
Pinupuri Kanamin
Dakila Mong
Panginoong Dyios
Los m¨¢s peque?os -nacidos en Catalu?a- suben al ara y, aunque hablan tagalo, leen la Biblia en castellano con acento catal¨¢n. Entre bendici¨®n y bendici¨®n, se saludan levantando las cejas e intercambian t¨ªmidas sonrisas. Los mayores observan a los cr¨ªos de sus paisanos y les susurran un piropo: "Ang Laki -laki mo na!" ('?C¨®mo ha crecido!').
Ah¨ª est¨¢ la gran familia filipina, la que convive con sus tres generaciones, la que dej¨® a lo suyos en el archipi¨¦lago, la hospitalaria, la trabajadora, la que ve envejecer a los primeros ancianos en suelo catal¨¢n, la misma que adquiri¨® la religi¨®n cat¨®lica a trav¨¦s de la conquista espa?ola y que devuelve la fe a estas tierras donde las iglesias lucen vac¨ªas.
"Oh Lord! We pry for our children", reza el padre. Setecientas miradas siguen de izquierda a derecha la pantalla y vuelven a cantar en coro:
Hesukristo
Butang na Anak
Kordero Ng Dyos
Florence pide a Dios misericordia y que aleje la mala suerte, porque lo que no logr¨® la conquista fue erradicar las supersticiones y las deidades de los antiguos malayos. As¨ª, pide que se mantenga lejos Kapre -el gran hombre del bosque que fuma tabaco- y que no la ronde ese ser mitad hombre y mitad caballo, Tikbalang. Ora por su esposo, que se ha quedado en Filipinas y que a¨²n no conoce al peque?o Austin; ora por sus padres, que viven en California y con los que espera reunirse una vez que obtenga la nacionalidad espa?ola y poder entrar en Estados Unidos sin problemas; ora por su hermanas regadas en Europa, mujeres casi todas con educaci¨®n de enfermeras o profesoras; ora por sus hermanos navegando en los oc¨¦anos como camareros de cruceros o pescadores; ora porque se le quite el mal car¨¢cter a su patrona, a la que le limpia la casa, pero sobre todo agradece ese magn¨ªfico d¨ªa.
?Gracias a Dios es domingo otra vez!
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