Apoteosis de la simulaci¨®n
Tras contemplar la ¨²ltima manifestaci¨®n del PP en Madrid uno puede llegar a pensar que vive en una rep¨²blica bananera. Puede hasta llegar a la conclusi¨®n de hallarse ante un espejismo o ante un anacronismo, pero es preferible otorgar un sentido a algo que ha sido organizado con la pretensi¨®n de tenerlo, y adem¨¢s muy claro. Lo de menos es el punto de partida, la concesi¨®n de la prisi¨®n atenuada al abominable I?aki de Juana, no m¨¢s abominable, dicho sea de paso, que otros muchos de su cuerda que hoy campan por sus respetos. Es verdad que esos otros salieron en libertad tras haber cumplido sus penas bajo el dictado de la legalidad a la que fueron sometidos en su momento. Es cierto, igualmente, que esos otros no chantajearon al Gobierno para conseguir su liberaci¨®n, arriesgando voluntariamente su vida para poner a prueba la magnanimidad de la Justicia. Todo eso es cierto, s¨ª, pero tambi¨¦n es cierto que de Juana Chaos con su huelga de hambre, sobre todo por el momento en que se produjo, se convirti¨®, a diferencia de todos esos otros, en un casus belli, un verdadero problema pol¨ªtico, y cualquier decisi¨®n sobre ¨¦l deb¨ªa atender a criterios pol¨ªticos que se atuvieran a los m¨¢rgenes de la legalidad.
Ya va siendo hora de reivindicar la validez de la pol¨ªtica frente a tanta monserga ¨¦tica que se hace efectiva con actuaciones absolutamente inmorales: la mentira, la difamaci¨®n, la tergiversaci¨®n, la absolutizaci¨®n de la sospecha, la creaci¨®n de fantoches maniqueos m¨¢s propios de una caza de brujas de la ¨¦poca barroca que de una sociedad ilustrada. Se le ha reprochado al presidente Zapatero haber recurrido al humanitarismo para explicar la medida adoptada con I?aki de Juana, pero el recurso a los valores ¨¦ticos por parte del presidente es un s¨ªntoma m¨¢s de lo que aqu¨ª se?alo: recurri¨® al mismo tipo de argumentos que aquellos que lo critican por ello; eran los ¨²nicos argumentos posibles, los ¨²nicos asumibles, los ¨²nicos que pod¨ªan ser escuchados. La coartada ¨¦tica est¨¢ sirviendo para emotivizar las conductas. Los argumentos pol¨ªticos acordes con la legalidad -que posee ya una fundamentaci¨®n ¨¦tica- podr¨ªan servir para calmarlas, otorgando prioridad a los criterios racionales sobre los emotivos. Pero el PP ha hecho de la emotividad el motor energ¨¦tico de su pol¨ªtica, sometiendo a la palabra al primado de las pasiones.
Nada m¨¢s acorde con la demanda nutritiva de las pasiones que la simulaci¨®n. Una vez activadas, s¨®lo piden sustento: dame lo que necesito, claman. Y es a lo que se dedica el PP, a alimentar las pasiones que le son necesarias para suplir su impotencia. Las pasiones s¨®lo demandan la participaci¨®n o el silencio, y hay que aferrar las ocasiones que las propician para que se active ese impulso que obliga al silencio a quien no lo comparte. La decisi¨®n adoptada con I?aki de Juana era ocasi¨®n ¨®ptima para ello, pero pod¨ªa haber servido cualquier otra: el PP viene busc¨¢ndolas y aprovech¨¢ndolas desde que perdi¨® las elecciones. La teor¨ªa de la conspiraci¨®n sobre el 11-M, la rendici¨®n del Gobierno ante ETA durante el proceso de paz, la anexi¨®n de Navarra, el chantaje de I?aki de Juana, la p¨¦rdida de la libertad en un pa¨ªs que habr¨ªa dejado de ser al parecer una democracia parlamentaria y de estar regido por una constituci¨®n democr¨¢tica, son hitos ocasionales de los que aprovecharse para despertar las pasiones, y son todos ellos operaciones de simulaci¨®n. Escenifican lo que demanda la pasi¨®n desatada, a la que canalizan luego como elemento de la representaci¨®n para dar veracidad a la ocasi¨®n simulada, al pretexto que puso en marcha el proceso y que ha de ser confirmado por el proceso mismo. No hay indicio ninguno de que el Gobierno vaya a ceder con Navarra, pero la pasi¨®n que se manifestar¨¢ por Pamplona convertir¨¢ la simulaci¨®n en un hecho. Y si no se consuma habr¨¢ que agradec¨¦rselo a la manifestaci¨®n misma.
La manifestaci¨®n de Madrid resulta paradigm¨¢tica a este respecto. La representaci¨®n de una Espa?a sojuzgada que sal¨ªa a la calle a liberarse y a entronizar a su l¨ªder natural, que prometi¨® ni m¨¢s ni menos que un consenso con su pueblo, era un ejercicio de simulaci¨®n que buscaba sobre todo representar en negativo a la otra parte. Un ejercicio de bananerismo en un pa¨ªs en el que, al parecer, no hay un Gobierno leg¨ªtimo, ni un Parlamento democr¨¢tico, ni una Constituci¨®n, ni tampoco libertad, que ha sido abolida por un grupo de vendepatrias. La transici¨®n invertida. Un horror.
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