Volvi¨® a armarla
Cada vez que viene Gardiner la arma. Desde su salida a escena con esa casaca de Shanghai Tang -negra con el forro interior de un verde precioso- que le sienta como un guante, hasta ese ¨²ltimo saludo en el que tras un toquecito en el codo a la concertino decide que ya es hora de cenar, el maestro brit¨¢nico despliega sus encantos como nadie. El p¨²blico le venera, y con raz¨®n, pues lo que ofrece es de primera clase y el estilo del personaje es, simplemente, ¨²nico. No se puede hacer mejor, no se puede tener trabajados as¨ª de bien a una orquesta y a un coro que act¨²an con un virtuosismo -individual y colectivo- apabullante primero y emocionante enseguida, fruto de una exigencia compartida que aparece en cada nota. Y como los a?os no pasan por ¨¦l, que sigue dominando la situaci¨®n con inteligencia y elegancia, el ¨¦xito es siempre apote¨®sico.
English Baroque Soloists y Coro
Monteverdi John Eliot Gardiner, director. Rebecca Evans, soprano. James Gilchrist, tenor. Dietrich Henschel, bar¨ªtono. Haydn: Las estaciones. Juventudes Musicales. Auditorio Nacional. Madrid, 15 de marzo.
El gui¨®n volvi¨® a cumplirse en estas Estaciones de Haydn, dichas con todo lo que llevan dentro, la presencia de la naturaleza, de los hombres y las mujeres que viv¨ªan a¨²n con arreglo a ese reloj existencial, la aparente ingenuidad -pura eficacia- del compositor que se las sabe todas y que por eso va m¨¢s all¨¢ y adelanta posteriores rasgos de estilo que otros desarrollar¨¢n. El n¨²mero de la caza -?Berlioz al fondo?- correspondiente al Oto?o pudo ser quiz¨¢ el mejor ejemplo, en una sesi¨®n plagada de ellos, de c¨®mo Gardiner entiende esta m¨²sica bienhumorada, l¨ªrica, descriptiva y por momentos llena de genio.
Cont¨® Gardiner con tres solistas excelentes. La soprano Rebecca Evans y el tenor James Gilchrist mostraron la clase de voz que le va a esta m¨²sica: ni tronante como anta?o ni tan de peque?o formato como en estos d¨ªas. Ella con un timbre ideal para estos menesteres casi pastoriles, ¨¦l con alegr¨ªa, fresco el timbre como una lechuga. Los dos plenos de expresividad y sin el ¨¦nfasis que le sobr¨®, sin embargo, al bar¨ªtono Dietrich Henschel, magn¨ªfico cantante pero que tiende a sobreactuar, lo que es innecesario ante la naturalidad, cuando no la poca sustancia, del texto que tan humildemente sirve a la gran m¨²sica de Haydn.
Lo del Coro Monteverdi pertenece ya a lo extraterrestre. Probablemente sea en su formato y su repertorio el mejor del mundo: afinaci¨®n, l¨ªnea, empaste, belleza de sonido. No se puede pedir m¨¢s. Ni a los English Baroque Soloists, que el a?o que viene cumplir¨¢n 30 a?os de excelencia desde que los fundara, como al coro, este John Eliot Gardiner al que parece que le gusta venir a Madrid. Y se le agradece.
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