Girona, la ni?a bonita de las 'bajo coste'
Los vuelos baratos aceleran la puesta al d¨ªa de la ciudad catalana
Una vez al a?o, un grupo de amigos gerundenses queda a tomar caf¨¦ en Roma. "Ventajas de vivir en una ciudad de paso", dice Guillem Terribas, due?o de la librer¨ªa 22, una instituci¨®n en Girona. Por la ma?ana cogen el vuelo de Ryanair y por la tarde est¨¢n de vuelta tras un par de capuchinos. Aparte de darles el capricho a los amigos del librero, las aerol¨ªneas de bajo coste han puesto en el mapa ciudades como Newcastle, Gotemburgo o Nimes. Girona es una favorita entre los destinos low cost: Ryanair est¨¢ inaugurando estas semanas 19 nuevas rutas (a finales del mes tendr¨¢n 41), y Spanair opera desde enero un puente a¨¦reo con dos idas y venidas diarias a Madrid.
Delicadamente hedonista. Volcada al paseo y al buen comer. Due?a de una juder¨ªa m¨¢gica y un museo de cine, su casco antiguo se anima al calor de los viajeros de Ryanair y Spanair.
El Barrio Viejo hac¨ªa, en la pel¨ªcula 'El perfume', de la villa francesa de Grasse en el siglo XVIII sin demasiado esfuerzo: el casco antiguo es un viaje a un pasado de adoquines, silencio y 'pujadas'
Es una ciudad burguesa que adora los escaparates de Santa Clara, el Carrer Nou o Ballesteries, donde tiendas con nombres como Novedades Paquita conviven entre 'outlets' de marcas punteras
Antes de los vuelos baratos, por aqu¨ª pasaron sin tarjeta de embarque todos los ej¨¦rcitos que han cruzado la Pen¨ªnsula desde que los romanos plantaron su Via Augusta: francos, alemanes, visigodos, moros, carolingios, napole¨®nicos... En el Medievo fue lugar de peregrinaje de estudiosos jud¨ªos, y mucho despu¨¦s, parada en el camino cin¨¦filo a Perpi?¨¢n. Sigue siendo base de operaciones de turistas de la Costa Brava, el Ampurd¨¢n y los Pirineos. "Somos una ciudad de paso que ha sabido aprovechar lo que nos han ido dejando", dice el librero. Es s¨®lo justicia po¨¦tica entonces que la fachada de Girona sea un hermoso callej¨®n trasero que da a un r¨ªo plagado de puentes. Nadie cruza sin pararse, aunque sea un momento, a contemplar las casas de puntillas sobre el Onyar, sus colores desva¨ªdos y sus persianas a medias. Es hora de detenerse en el cruce de caminos.
La ciudad desde una butaca
Asomado a una ventana de Le Bistrot, un hombre corpulento y barbudo mira hacia la escalinata que llaman del Seminario. Este bar del casco antiguo, "de aspecto vagamente modernista, con sus mesas de m¨¢rmol y hierro forjado, sus ventiladores de aspas, sus grandes espejos y sus balcones saturados de flores", aparece tal cual descrito por Javier Cercas en Soldados de Salamina y fue uno de los escenarios de la pel¨ªcula de Trueba, donde sale tambi¨¦n, por cierto, con frase y todo, Guillem el de la librer¨ªa 22. En los veladores de El Bistrot se encontr¨® Cercas con los escritores Rafael S¨¢nchez Ferlosio y Roberto Bola?o, que vivi¨® en Girona "sus a?os de miseria", seg¨²n el librero.
El barbudo que se asoma es Ram¨®n, el encargado. A?ora "aquella Girona gris en la que, sin embargo, se viv¨ªa muy tranquilo". Dice que antes de los turistas era m¨¢s rom¨¢ntica y m¨¢s humana -"la gente se saludaba por el Barrio Viejo"-. Pero la escalinata, vac¨ªa una ma?ana cualquiera de primavera, le contesta que tampoco es que ahora sea Times Square.
De hecho, hace poco se rod¨® aqu¨ª otra pel¨ªcula basada en novela, El perfume, en la que el Barrio Viejo hace de la villa francesa de Grasse en el XVIII sin demasiado esfuerzo: el casco antiguo es un viaje a un pasado de adoquines, silencio y pujadas que suben y bajan con nombres medio oficiales (de la Universidad, de la Pera...).
Tampoco es verdad que la gente no se salude. Guillem asalta a Jordi Pons en plena acera para organizar la siguiente parada. Pons dirige el Museo del Cine, otro viaje al pasado. "Es un museo ¨²nico de historia universal; compete a la humanidad, podr¨ªa estar en Chicago o en la Ant¨¢rtida, pero est¨¢ en Girona", dice Pons rodeado de sombras chinescas en la primera sala de la colecci¨®n. El museo guarda m¨¢s de 12.000 objetos relacionados con el precine y el cine primitivo, cedidos todos por Tom¨¢s Mallol, cineasta aficionado y coleccionista empedernido durante 30 a?os. Un zoo de c¨¢maras oscuras, linternas m¨¢gicas, calidoscopios, fantasmagor¨ªas, kinetoscopios... Se exponen las secuencias fotogr¨¢ficas de Muybridge, una c¨¢mara de los Lumi¨¨re y el vestido de Tootsie. Es uno de esos museos entre lo pedag¨®gico y lo cultural, donde se pueden tocar las cosas y, por tanto, comprenderlas. Recorrerlo requiere tiempo. Tres plantas para ver los cortos de M¨¦li¨¨s y las pel¨ªculas del Cine Nic y darle vueltas a los zo¨®tropos. "Se ha roto el t¨®pico. Hemos pasado de ser una ciudad que se ve en tres horas a una en la que hay que pasar un fin de semana", dice el director del museo. S¨®lo en sus salas vuelan varias horas; la magia del cine. Y al salir ya hace hambre.
Cubierto y conversaci¨®n
A Consol Ribas le cost¨® entrar en Girona. Ella era m¨¢s de Cadaqu¨¦s, "donde te pod¨ªas encontrar a Mick Jagger". En los ochenta, esta barcelonesa, que iba a Portobello a comprar ropa de segunda mano, se mud¨® con su marido "a una ciudad de capillitas donde no pasaba absolutamente nada". Ella era bailarina; ¨¦l, abogado, y, por tanto, montaron un restaurante, La Penyora. Desde el principio colgaron exposiciones, montaron jaranas con nombres como La fiesta est¨¢ en mi culo, hicieron un concierto de hip hop all¨¢ por 1998.
El a?o pasado, de vuelta en Londres, alguien le pas¨® a Consol un fanzine en el que sal¨ªa rese?ado La Penyora, porque Girona is so cool. "No es que sea una ciudad cosmopolita, pero ahora tiene color", cuenta la restauradora. "Cuando salgo a mis mesas no conozco a nadie, tengo la carta en varios idiomas, vienen a comer los de las gu¨ªas Time Out...".
Su pareja, Llu¨ªs Llamas, dice que Girona se parece a la Provenza: "Es muy europea, pero puedes vivir tranquilo y tener un jard¨ªn". "Hay nivel¨®n", sentencia, "a 100 kil¨®metros de Barcelona, a 90 de Francia, a 50 de la Costa Brava... No te sientes encerrado como en otras capitales de provincia". Cuando termina en La Penyora marcha al casino. Un resquicio orgulloso de lo que fue meollo social de la ciudad. Ahora est¨¢ de capa ca¨ªda, pero los se?ores siguen jugando al domin¨® y las se?oras al bridge, y, de vez en cuando, los j¨®venes a¨²n alquilan el precioso sal¨®n de baile.
El sill¨ªn de Armstrong
En el coraz¨®n del call (la juder¨ªa) hay un sobrio edificio del XIX que en el XX aloj¨® la Secci¨®n Femenina y una revista de izquierdas, y en el XXI, al tejano Lance Armstrong. El ciclista eligi¨® Girona por la bondad del clima y las rutas de media monta?a, pero ante todo por la conocida discreci¨®n de sus vecinos. Ya no vive aqu¨ª, pero el surco de su rueda es evidente en la cantidad de ciclistas que siguen desapareciendo por los arcos de la muralla hacia la carretera.
El call es un cogollo de callejuelas m¨¢gicas. Una de las juder¨ªas mejor conservadas de Europa que, sin embargo, pas¨® inadvertida durante siglos. En los a?os setenta, un vecino compr¨® un edificio y le lati¨® que all¨ª pudo haber una aljama. Literalmente desenterr¨® el call hurgando en el s¨®tano. Encontr¨® hasta una calle entera, San Llorencs, un tubo estrecho y arcado que pas¨® siglos clausurado y hoy es uno de los spots m¨¢s fotografiados de la ciudad. Dicen que Joaquim Nadal, ex alcalde socialista durante m¨¢s de veinte a?os, historiador y medio poeta, dijo que el patrimonio jud¨ªo en Girona, m¨¢s que arquitect¨®nico (no queda apenas nada de las tres sinagogas), es "de palabra", m¨¢s espiritual que otra cosa. Girona fue la cuna de la c¨¢bala que ha puesto de moda Madonna. No hay jud¨ªo que pase por el sur de Europa que no pare aqu¨ª, donde imparti¨® la doctrina m¨ªstica el legendario Isaac el Cec (que no era ciego, sino que dirig¨ªa su mirada tan al interior que no percib¨ªa el mundo f¨ªsico).
El Museo Jud¨ªo rescata la tradici¨®n perdida. En su tienda hay desde novelas como La casa de la memoria, de Lucia Graves, sobre la expulsi¨®n de los jud¨ªos gerundenses, hasta gominolas kosher. En algunas puertas hay una hendidura vertical donde guardaban un pergamino con una oraci¨®n: las mezzuzzah, cicatrices en la piedra que permanecen como una de las pocas huellas visibles de aquellos vecinos expulsados.
Galer¨ªas sobre prost¨ªbulos
En su misi¨®n de llevar Girona al siglo XXI, el m¨ªtico alcalde, del que todo el mundo habla como si fuese su cu?ado, acab¨® con el barrio chino. Cuando se derribaron los activos prost¨ªbulos de la capital de provincia cuentan que el alcalde dijo que "esas se?oras ya estaban en edad de jubilarse". Tambi¨¦n que la ¨²ltima se visti¨® de luto para avisarle de que cerraba. Sea como fuere, hoy el Pou Rod¨® es una plaza abierta en la que se enfrentan dos galer¨ªas di¨¢fanas de arte contempor¨¢neo, n¨²cleo de la gentrificaci¨®n.
"Ahora es la zona m¨¢s cara de Girona", dice Jordi Font, de la Fundaci¨® Espais d'Art Contemporani, donde una obra ocupa una pared con la palabra "aburrimiento". Nada m¨¢s lejos de la realidad: "Somos una ciudad inquieta, hay mucha actividad cultural". En Girona, el nuevo auditorio tiene una agenda apretada, hay tres teatros, un festival (Temporada Alta) que trae cada oto?o lo mejor de los escenarios, otro de m¨²sica religiosa. Y 34 cines (m¨¢s, per c¨¢pita, que en EE UU), incluido uno de versi¨®n original gestionado por cr¨ªticos cinematogr¨¢ficos.
En la galer¨ªa de enfrente, No+Art 3.14; lleva un a?o y medio abierta y las ventas empiezan a ser buenas. "Puede que sea una ciudad peque?a y peculiar, pero siempre abierta a lo nuevo", dice Berta Casas, una de las socias.
Una catedral en la terraza
En los recibos del caf¨¦ L'Arc se puede leer: "Tenim una catedral al pati". El bar planta la terraza a los pies de Santa Mar¨ªa, un mastodonte blanco cuya escalinata ocupa toda una plaza, tentando de vez en cuando a alg¨²n macarra que decide subirla en 4¡Á4 (el ¨²ltimo mell¨® varios escalones).
Narc¨ªs Comadira dijo que la catedral g¨®tica es "un disparate que funciona". Con 23 metros, es la m¨¢s ancha del mundo en ese estilo sin columna que la sostenga. La segunda de todas las ¨¦pocas tras San Pedro. Lo es un poco por chuler¨ªa. Tras d¨¦cadas discutiendo si era posible, un consejo de arquitectos decidi¨® que no. Pero los gerundenses optaron por el espect¨¢culo, y ah¨ª sigue, desafiando la gravedad. Dentro, imprescindible el claustro rom¨¢nico y el tapiz de la Creaci¨®n. Tambi¨¦n se puede subir al campanario, donde Prudenci Bertrana ambient¨® Josafat, novela modernista sobre la relaci¨®n sadomaso entre el campanero retrasado y una prostituta.
Desde lo alto se contemplan los ba?os ¨¢rabes -que no son moros, sino rom¨¢nicos-, la muralla convertida en un paseo de altura, la torre Gironella, Sant Pere de Galligants o Sant Feliu, donde reposan los restos del milagrero san Narciso, capaz de derrotar ej¨¦rcitos franceses invocando a sus moscas.
Pero Girona se aprecia mejor a pie de calle, entre rom¨¢nticos patios y callejones incompatibles con los tacones. All¨ª, en las pasteler¨ªas venden moscas de chocolate y la gente moja suizos en cafeter¨ªas que se llaman granjas. Una ciudad burguesa que adora los escaparates de Santa Clara, el Carrer Nou o Ballesteries, donde tiendas con nombres como Novedades Paquita conviven a¨²n entre outlets de marcas punteras. Una sede universitaria que se va de vinos en la Rambla de la Libertad o en la Pla?a de Independencia. Todo sin estridencias. Como dice Peter el Belga, tatuado hasta las cejas, "aqu¨ª hay m¨¢s piercings que en Amberes, pero no se ven tanto".
Es Girona ante todo sosegada; todav¨ªa a medio descubrir a pesar de los vuelos low cost, sin hordas de turistas, sin colas ni prisas. Una ciudad para dormir bien y comer mejor. Para escuchar jazz en el Sunset cuando anochece o degustar uno de los 120 tipos de whisky que sirve Toti en El Cercle con trip hop de fondo. "Aqu¨ª, turismo de calidad", dice mientras conjura con toda calma un gin tonic como debe ser un gin tonic: "Hay un dicho: es dif¨ªcil entrar en Girona, pero m¨¢s dif¨ªcil es salir de ella".
GU?A PR?CTICA
Informaci¨®n- Turismo de Girona (972 22 65 75; 972 21 16 78; www.ajuntament.gi/turisme).- Central de reservas (972 22 43 44; www.gironahostaleria.com).Comer- El Celler de Can Roca (972 22 21 57; www.cellercanroca.com). Carretera de Taial¨¤, s/n. Los hermanos Roca ostentan dos estrellas Michelinpor su alta cocina de vanguardia.Han abierto un nuevo espacio para banquetes. Unos 100 euros.- La Penyora (972 21 89 48).Nou del Teatre, 3. Cocina ecl¨¦ctica, inspirada en los viajes de los due?os. Ambiente relajado y farandulero. Unos 30 euros.- El Cul de la Lleona (972 20 31 58). Calderers, 8. Cocina marroqu¨ª, informal y casera. Estupendos pastelitos ¨¢rabes. El nombre le viene de la escultura que hay que besar para volver a Girona. Unos 20 euros.- Blanc (972 41 56 37). Nord, 2. Paredes blancas para un local fashionista que podr¨ªa estaren cualquier ciudad de Occidente.En la cocina, fusi¨®n. Unos 25 euros.- Creperie Bretonne (972 21 81 20). Cort Reial, 14. Cr¨ºpes rellenasy ensaladas de las que alimentan. Divertida decoraci¨®n, que incluye una furgoneta antigua. Unos 18 euros.- Caf¨¦ Le Bistrot (Pujada Sant Domenec, 4). Escenario de la pel¨ªcula Soldados de Salamina. Famosopor sus arroces.- La Llibreria (972 20 48 18). Ciutadans, 15. Encantadora librer¨ªa-caf¨¦ llenade treinta?eros que leen el peri¨®dico.- Caf¨¦ L'Arc (972 20 30 87). Plazade la Catedral. Una instituci¨®n por sus tertulias y por ser cuna del tecno.Salir- Sunset Jazz Club (972 08 01 45). Jaume Pons i Mart¨ª, 12. M¨²sicaen directo.- El Cercle (972 22 45 29). Ciutadans, 8. Ambiente relajado, buenas copasy gran selecci¨®n de whiskys.- Lola Caf¨¦. For?a, 7. Dise?o, gente guapa y m¨²sica predecible.Visitas- Museo del Cine (972 41 27 77; www.museudelcinema.org). S¨¨quia, 1.- Fontana d'Or (972 20 98 36; www.fundaciocaixadegirona.org). Ciutadans, 19. Interesanteexposici¨®n temporal sobre Tint¨ªn.- Museo de Historia de los Jud¨ªos(972 21 67 61). For?a, 8.
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