Valencia se rinde ante los excesos falleros
Ajetreo, multitud, foll¨®n y desborde. Las noches falleras expresan n¨ªtidamente el incremento anual del descontrol reinante entre cientos de miles de personas que disfrutan la fiesta. Las calles convertidas en un inmenso botell¨®n callejero que ocupa cada rinc¨®n de la ciudad. Esta edici¨®n de las Fallas ser¨¢ recordada por el a?o en el que los vecinos alzaron la voz contra los abusos falleros.
Sin embargo, el reglamento de la fiesta es tan vago que las comisiones tienen dif¨ªcil violarlo. Pr¨¢cticamente todo vale.
Con los seis contenedores quemados el viernes ya suman 40 desde que empez¨® el preludio de las fiestas
El consumo de alcohol se multiplica y la imprudencia en el lanzamiento de peligrosos petardos tambi¨¦n
La coca¨ªna forma parte del c¨®ctel en la oscuridad del antiguo cauce del r¨ªo Turia
El olor del amanecer se ti?e de or¨ªn en los portales. Los desperdicios en las calles parecen los restos de una batalla campal
La presi¨®n de los vecinos sufridores sobre la arbitrariedad del comportamiento fallero ha tenido m¨ªnimos efectos sobre la responsabilidad. S¨®lo el apag¨®n escrupuloso de la m¨²sica a las cuatro de la ma?ana expresa algo de contenci¨®n. El ruido protagoniza a todas horas la vida diaria de aquellos que cuenten con una falla bajo su hogar. Sin embargo, son los cientos de miles de visitantes que invaden Valencia los que convierten las noches en una marea ruidosa constante.
Cada dos manzanas un escenario con m¨²sica, cada a?o, m¨¢s potente. Los t¨¦cnicos contratados por una peque?a falla junto a la avenida de Men¨¦ndez Pelayo ajustaban el jueves el sonido del tradicional chunda chunda. "Tenemos tiempo, hasta la una esto no se llena", se?ala uno de ellos. A las dos de la ma?ana, atravesar el pelot¨®n humano frente al escenario puede llegar a costar media hora. Una mezcla entre presentador y showman invita a bailar a las falleras desde las tablas mientras David Bisbal hace temblar los cristales de los comercios. El reglamento nada dice de decibelios. A las cuatro acaba el espect¨¢culo. Su p¨²blico sigue ah¨ª dos horas m¨¢s.
El olor del amanecer se ti?e de or¨ªn en los portales. Los desperdicios, sobre todo botellas, repartidos por las calzadas y aceras parecen los restos de una batalla campal. Los servicios de limpieza de la ciudad apenas llegan a retirar un peque?o porcentaje de las toneladas de basura generada. Algunos contenedores est¨¢n sepultados bajo las bolsas de basura.
La excepcionalidad de las Fallas permite beber alcohol en la calle. La ley de botell¨®n lo permite. Pero no la venta de bebidas alcoh¨®licas a partir de las diez de la noche en las tiendas. No hay problema. Los comercios incumplen la ley hasta que lleguen los agentes. "Me ha dicho mi jefe que, hasta que llegue la polic¨ªa, venda todas las botellas que pueda", explica a las 11 de la noche una dependienta de un supermercado. Si la polic¨ªa obliga a cerrar, tampoco hay problema. La venta ambulante de cerveza es accesible en cualquier sitio.
El centro neur¨¢lgico del jaleo nocturno son las verbenas instaladas por las comisiones falleras. La licencia de ocupaci¨®n de v¨ªa p¨²blica es aprovechada por algunas fallas para hacer negocio. Siete euros la consumici¨®n en la situada en la plaza de C¨¢novas del Castillo. Los cuatro metros de barra -s¨®lo est¨¢ permitida esa longitud- estaban abarrotados. Agentes antidisturbios acudieron a desmontar unas barras de la falla de Polo y Peilor¨®n por excederse en la longitud de los mostradores.
En cualquier plaza de la ciudad, las escenas se repiten. Cientos de j¨®venes formando grupos alrededor de botellas y vasos de pl¨¢stico que acaban tirados. El consumo de alcohol se multiplica y la imprudencia en el lanzamiento de peligrosos petardos tambi¨¦n. Una serpentina de luces hace saltar a cientos de personas para evitar las quemaduras. El lanzador se parte de risa. La polic¨ªa local contempla seria la escena. No act¨²an. Los borrachos, como se llaman ese tipo de petardos, siguen haciendo saltar a la multitud.
Los borrachos no son los ¨²nicos ejemplos de mezcla de fuego, noche e imprudencia. La quema de todo tipo de objetos se ha convertido en el deporte m¨¢s practicado. Los coches y los contenedores arden por toda la ciudad. En la noche del viernes se quemaron cinco veh¨ªculos. Se unen a la decena que han ardido en toda la semana. Los recipientes de basura son el objetivo prioritario de los pir¨®manos. Con los seis quemados el viernes ya suman 40 desde que empez¨® el preludio de las fiestas hace una semana.
Los j¨®venes noct¨¢mbulos encuentran en Valencia estos d¨ªas el parque tem¨¢tico de las copas. La diversi¨®n est¨¢ asegurada para los amantes de la m¨²sica alta, el baile y el exceso. Pero muchos malinterpretan las virtudes de la fiesta. La coca¨ªna forma parte del c¨®ctel en la oscuridad del antiguo cauce del r¨ªo Turia.
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