Trabajando para el enemigo
Kim Philby, Arthur Koestler, Josep Pla y Luis Bol¨ªn actuaron como agentes durante la Guerra Civil
Hace tan s¨®lo cuatro d¨ªas que el peri¨®dico ABC, que se edita en Sevilla, ha publicado con gran alarde tipogr¨¢fico la traducci¨®n de una entrevista realizada por el corresponsal del diario brit¨¢nico London Times al caudillo, al general Franco. En la foto que ilustra el texto del diario, el jefe de las tropas rebeldes que encabeza la guerra contra la Rep¨²blica aparece se?alando un mapa. Detr¨¢s de ¨¦l, con gesto de concentraci¨®n, el periodista ingl¨¦s toma notas en una libreta de esas que caben en el bolsillo de la chaqueta. Se trata de un hombre de treinta y tantos a?os, vestido con pulcritud. Del bolsillo superior de la chaqueta le asoma un pa?uelo colocado con coqueter¨ªa, eso le da una apariencia de dandi que es muy del gusto de las autoridades de Burgos, porque a?ade respetabilidad al hecho muy relevante de que un ingl¨¦s se interese por el caudillo y sus opiniones. El periodista es delgado, de ojos oscuros, de rasgos afilados, y se peina hacia atr¨¢s.
Del bolsillo superior de la chaqueta le asoma un pa?uelo coqueto; eso es muy del gusto de Burgos, porque enfatiza que un ingl¨¦s se interese por el Caudillo y sus opiniones
Philby fue reclutado por los servicios sovi¨¦ticos en Alemania. Luego viaj¨® a Espa?a para cubrir la informaci¨®n de la Guerra Civil para el diario conservador 'The Times'
Koestler se ha salvado despu¨¦s de que los franquistas le hayan desenmascarado, pero ha pasado varias semanas en capilla a la espera de ser ejecutado
La entrevista original ha sido publicada hace pocos d¨ªas en Inglaterra y habr¨¢ provocado m¨¢s de una reacci¨®n hilarante en los pocos que est¨¢n al corriente de que el corresponsal es un agente sovi¨¦tico. La satisfacci¨®n de sus jefes debe ser mayor a¨²n al saber que Franco le ha concedido a este hombre la cruz del m¨¦rito militar con distintivo rojo. Porque a los responsables de prensa de Franco les gustan sus cr¨®nicas equilibradas, bien escritas, y moderadamente favorables a su causa.
El periodista se llama Harold Adrian Russell Philby, ni m¨¢s ni menos, aunque sus amigos le conocen por Kim, un apodo que le puso su padre, admirador de Rudyard Kipling y de su personaje Kim de la India, el lugar donde Philby naci¨®.
Philby fue reclutado por los servicios sovi¨¦ticos al menos hace cuatro a?os en Alemania. Desde all¨ª ayud¨® a escapar de la barbarie nazi a muchos jud¨ªos. Ahora est¨¢ en Espa?a, desde principios de 1937, cubriendo la informaci¨®n sobre la Guerra Civil para el diario conservador, que es uno de los peri¨®dicos que apoyan la rebeli¨®n franquista, aunque lo hace con decoro, muy lejos en su tono de las soflamas que otros peri¨®dicos de derechas practican para crear una opini¨®n p¨²blica que repudia la quema de iglesias y los asesinatos de religiosos que se han producido en la retaguardia republicana en el oto?o de 1936, y prefiere ignorar las matanzas sistem¨¢ticas que realiza el aparato franquista.
Seducido por Stalin
Philby es uno de los agentes que, despu¨¦s de coquetear con el partido comunista, se han dejado seducir por el aparato de inteligencia de Stalin, sobre todo porque piensa que el mayor peligro para el mundo es el movimiento nazi, y que a ese peligro s¨®lo puede hacerle frente el comunismo. Otro de esos hombres, amigo y reclutado por Philby, es Anthony Blunt, alguien que conoce Espa?a. Blunt estuvo recorriendo el pa¨ªs en la primavera de 1936, junto con el poeta escoc¨¦s Louis McNeice, que est¨¢ componiendo un poema que comienza con una frase nost¨¢lgica, "And I remember Spain", en la que recuerda que un profesor de Cambridge les predijo con aplomo: "Habr¨¢ disturbios muy pronto en este pa¨ªs". Blunt lee las cr¨®nicas de Philby. Los jefes de ambos reciben las informaciones precisas del agudo analista pol¨ªtico que se empe?a en indagar en Burgos sobre la presencia de los italianos y alemanes, su capacidad de influencia, el grado de su penetraci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica.
Su trabajo de periodista-esp¨ªa ha estado a punto de costarle la vida hace un par de meses. El d¨ªa 2 de enero, en el frente de Teruel, una granada revent¨® el coche en el que viajaba con otros tres corresponsales, dos ingleses y un americano. Los otros murieron. Philby apareci¨® en los peri¨®dicos de todo el mundo con la cabeza vendada por las leves heridas que sufri¨®.
Cuando acabe la guerra, este genio de la impostaci¨®n seguir¨¢ su tarea de esp¨ªa durante una veintena de a?os, dejando al servicio secreto ingl¨¦s en manos de los rusos. Entre los franquistas seguir¨¢ teniendo un espl¨¦ndido cartel, gracias sobre todo a Luis Bol¨ªn, encargado de las relaciones con la prensa y uno de los consentidos de Franco. Bol¨ªn, seg¨²n muchos, es tambi¨¦n agente brit¨¢nico, y debe saber que Philby es esp¨ªa, aunque no podr¨ªa creer para qui¨¦n trabaja realmente su corresponsal favorito, aqu¨¦l a quien ha recomendado para recibir la medalla que Franco le ha impuesto.
Philby se va a escurrir de la vigilancia. Lo que no ha podido lograr un colega suyo, tambi¨¦n periodista, el checo Arthur Koestler. Koestler est¨¢ ahora a salvo, despu¨¦s de que los franquistas le hayan desenmascarado y de que el propio Bol¨ªn le capturara en enero de 1937 en M¨¢laga. Pero ha pasado en capilla varias semanas en la c¨¢rcel de Sevilla, a la espera de ser ejecutado. Ha compartido celda con un repugnante personaje, Agapito Garc¨ªa Atadell, un chequista al que quer¨ªan matar tanto los franquistas como los republicanos por los muchos asesinatos que ha cometido y por fugarse con una enorme cantidad de dinero intentando llegar a Am¨¦rica. Una denuncia republicana ha facilitado su captura a bordo de un barco en Canarias.
Un mal esp¨ªa
Arthur Koestler disimulaba mal. No era un buen esp¨ªa. Era casi un aficionado, entregado, eso s¨ª, con gran entusiasmo, a la causa sovi¨¦tica. Pero sus movimientos en busca de informaciones sobre la presencia italiana en Andaluc¨ªa provocaron pronto la alarma. La presi¨®n internacional le ha salvado la vida. El disfraz de periodista no s¨®lo es id¨®neo para conseguir informaciones sensibles, sino para provocar reacciones en el mundo. Porque no hay pruebas contundentes de su actividad como esp¨ªa. Aunque s¨ª la clara convicci¨®n de Bol¨ªn y de los jueces militares.
En realidad, el trabajo para los esp¨ªas abunda en Espa?a en estos d¨ªas. En las dos zonas se mueven los agentes secretos extranjeros con soltura. Quiz¨¢ la representaci¨®n y la actividad m¨¢s importante es la de los italianos de Benito Mussolini. Desde los primeros momentos de la rebeli¨®n militar, los agentes fascistas estuvieron al corriente de lo que suced¨ªa. T¨¢nger, pero tambi¨¦n Ceuta o Melilla, estaban bien controladas por los agentes secretos del Ej¨¦rcito italiano, mientras los alemanes, los franceses y los mismos ingleses, los maestros occidentales en la interceptaci¨®n de mensajes cifrados, se manten¨ªan casi ignorantes de lo que se estaba preparando. Desde los consulados de Italia en el norte de Marruecos, la informaci¨®n fluy¨® con abundancia a los cuarteles generales de Roma. Pero no se han conformado con eso los hombres que controla el conde Ciano, yerno de Mussolini. Los servicios secretos fascistas han puesto en marcha, adem¨¢s, grupos de acci¨®n que colaboran en ocasiones con los franquistas. Una organizaci¨®n tenebrosa llamada OVRA se ha encargado de asesinar en Francia, por ejemplo, a los hermanos Roselli, dos de los organizadores de los voluntarios de las Brigadas Internacionales. Lo ha hecho con la colaboraci¨®n de otra organizaci¨®n francesa no menos siniestra, La Cagoule, que presume de tener agentes infiltrados en el seno de esas brigadas.
Los asesinatos en Francia provocaron la ira del Gobierno galo, que puso en marcha su aparato represivo para acabar con las actividades de las dos organizaciones. Los m¨¢s conspicuos asesinos se han tenido que venir a Espa?a. Por ejemplo, Jean Filliol, al que sus compa?eros conocen por el poco simp¨¢tico apodo de Le Tueur (El Asesino), se ha acogido a la hospitalidad franquista, protegido al principio por Severiano Mart¨ªnez Anido, director de Seguridad del Gobierno de Burgos, famoso por haber inventado la llamada ley de fugas durante los a?os veinte que cost¨® la vida a varios cientos de sindicalistas catalanes.
Con la OVRA y La Cagoule ha trabajado un militar espa?ol, el comandante Juli¨¢n Troncoso, que ha protagonizado, junto a los agentes italianos y los terroristas franceses, acciones espectaculares, como el sabotaje de env¨ªos de material b¨¦lico a la Rep¨²blica y el intento, fallido por poco, de secuestrar un submarino y un destructor republicanos en puertos galos. Los problemas diplom¨¢ticos que le ha provocado a Franco esa alianza, que tiene su sede en un chal¨¦ en San Sebasti¨¢n llamado Las Brisas, le han obligado a desmantelarla. Como ha comenzado a desmantelar otra red de espionaje situada tambi¨¦n en el pa¨ªs vecino: el Servicio de Informaci¨®n de la Frontera Noreste, SIFNE, que financia el gran empresario catal¨¢n Francesc Camb¨®. En su red, que ha demostrado una eficacia indudable enviando informaciones enormemente precisas sobre barcos que comercian con la Rep¨²blica, se desenvuelve con soltura otro periodista, el ampurdan¨¦s Josep Pla. Con su boina calada, Pla gasta parte de su tiempo, el que le deja libre la escritura de sus colaboraciones para peri¨®dicos franquistas y la redacci¨®n de una historia por encargo sobre la Rep¨²blica, en apuntar las matr¨ªculas de los buques que recalan en Marsella para dirigirse al puerto de Barcelona o al de Alicante. Esa informaci¨®n es importante para intentar apresar los buques o para denunciar su existencia. Los contactos del SIFNE con la OVRA y La Cagoule son conocidos por el Gobierno franc¨¦s y por el nuevo jefe de los servicios de inteligencia de Franco, el coronel Jos¨¦ Ungr¨ªa, que recela de la autonom¨ªa de los catalanes y debe cuidar las relaciones con el Gobierno franc¨¦s. Aunque nadie hace ascos a maniobras tan rocambolescas como la que se ha puesto en marcha en relaci¨®n con un grupo independentista catal¨¢n, Estat Catal¨¤, cuyas simpat¨ªas hacia el fascismo y el odio al comunismo y el centralismo del Gobierno de Juan Negr¨ªn le han hecho dudar en alguna ocasi¨®n sobre de qu¨¦ parte hay que estar en la guerra. El comandante Troncoso ha sido, una vez m¨¢s, el encargado de enviar el mensaje de que Franco ser¨ªa generoso con ellos, tras la victoria, si colaboran en complicarle la vida al Gobierno leal en las fronteras pirenaicas, donde tienen un sistema de paso clandestino por el que cobran cantidades elevadas de dinero a los simpatizantes de Franco que quieren huir de la represi¨®n republicana.
Los servicios secretos franceses apenas s¨ª tienen medios para conocer la realidad en el lado franquista. S¨®lo un reducido n¨²mero de agentes trabaja en el norte de ?frica. Del lado republicano, se conforman con los informes de su Embajada. Los brit¨¢nicos muestran una similar actividad. Los informes de los diplom¨¢ticos oficiosos en Burgos, alg¨²n colaborador ocasional como Bol¨ªn, que realiza tareas dobles recabando datos para los ingleses y buscando apoyos para Franco. Y, sobre todo, el eficiente sistema de control de emisiones de radio, que les permite en ocasiones conocer incluso las informaciones que los agentes sovi¨¦ticos env¨ªan a Mosc¨².
Los rusos saben de la eficiencia brit¨¢nica en el terreno de la escucha y de sus grandes esfuerzos por desvelar los c¨®digos cifrados, el ¨²nico sistema realmente seguro de comunicaci¨®n. De la Rep¨²blica, en la que controlan bien los aparatos de seguridad y, sobre todo, gozan de la absoluta obediencia de los comunistas, tienen acceso a cualquier informaci¨®n que deseen. Con el complemento de los corresponsales entregados, su sistema es en realidad el m¨¢s eficiente. Adem¨¢s, el complejo de propaganda creado por Willy M¨¹nzenberg, al que est¨¢n incorporados hombres de la val¨ªa de Otto Katz, cumple las funciones de intoxicaci¨®n que pretenden enga?ar no s¨®lo al enemigo directo, sino a todos los actores de la endiablada pol¨ªtica europea.
El ascenso de Serrano S¨²?er
Los agentes alemanes se disfrazan de delegados comerciales de una sociedad llamada Hisma, que dirige un civil llamado Franz Goss. Hispano Marroqu¨ª de Transportes, que es el nombre completo de la compa?¨ªa, se dedica a comprar piritas de hierro y otros minerales estrat¨¦gicos, como el tungsteno, un elemento fundamental para los blindajes. Sus requerimientos de compra se encuentran a veces con dificultades por los trapicheos de Franco, que tiene que ser sensible a las presiones inglesas para comprar tambi¨¦n las piritas. La principal preocupaci¨®n de los nazis es conocer la correlaci¨®n de fuerzas en el seno del aparato franquista. Ahora, con el ascenso de Ram¨®n Serrano S¨²?er, que controla con mano f¨¦rrea la pol¨ªtica en Burgos, s¨®lo les queda alguna inquietud en lo referido a los militares. Una mayor¨ªa de ellos son mon¨¢rquicos a los que no entusiasman ni los rituales fascistas ni la chuler¨ªa falangista, porque piensan con raz¨®n que la fuerza esencial de la rebeli¨®n son ellos y no los pol¨ªticos, cualquiera que sea su inclinaci¨®n. Cuando comience la guerra europea, esa preocupaci¨®n se ver¨¢ justificada. Serrano S¨²?er no conseguir¨¢ meter al pa¨ªs en el conflicto. Los militares conseguir¨¢n su objetivo de mantenerse al margen.
Los alemanes est¨¢n utilizando una nueva forma de cifrado que llegar¨¢ a su perfecci¨®n en los pr¨®ximos meses. Saben de la capacidad inglesa, pero conf¨ªan en una nueva m¨¢quina que ha desarrollado su industria: Enigma es su nombre. Est¨¢ basada en un modelo que se vende a empresas comerciales, y hay una decena funcionando en Espa?a. Pero no son, desde luego, del modelo m¨¢s sofisticado, que es de uso exclusivo para su ej¨¦rcito. Del cuartel general de Franco ha desaparecido uno de los ejemplares, pero eso no les provoca una gran preocupaci¨®n, porque se pueden conseguir de manera legal en el mercado.
Espa?a es un campo de ensayo para la utilizaci¨®n de las armas nuevas que producen las grandes potencias. Pero tambi¨¦n de los sistemas de espionaje que ser¨¢n decisivos en la pr¨®xima guerra. Los rusos y los ingleses ser¨¢n quienes mejor aprovechen esa experiencia.
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