Despacito y a comp¨¢s

Se ven¨ªa venir. Siendo la hija de Enrique Morente y de la bailaora Aurora Carbonell no parec¨ªa previsible que Estrella Morente (Granada, 1980) se inclinara del lado de los puristas. Debut¨® en la m¨²sica con alegr¨ªas, tangos y sole¨¢s, pero no ha tardado en sorprender a los m¨¢s heterodoxos con su tercer trabajo, ?Mujeres?, en el que se atreve en franc¨¦s con un cl¨¢sico generacional de Jacques Brel, ?Ne me quitte pas?; la copla ?Ay, Maricruz?, de Le¨®n, Valverde y Quiroga; un tema de Chavela Vargas, ?La noche de mi amor?, cantado con acento grana¨ªno, y el tango ?Volver?, de Gardel, alzado a los altares del g¨¦nero tras doblar con su voz a Pen¨¦lope Cruz en la pel¨ªcula de Almod¨®var del mismo t¨ªtulo. ?Cantante o cantaora?La respuesta de Estrella no deja lugar a dudas: ?Todo lo que emprendo lleva esa huella?. A los ocho a?os le cantaba tarantas a Sabicas y ha crecido fascinada con la imagen de La Ni?a de los Peines. Cuando dej¨® los estudios para elegir la carrera de la m¨²sica con toda la fuerza que da la juventud, ya sab¨ªa a lo que se arriesgaba. Su padre ya le avis¨® que en el flamenco no es f¨¢cil graduarse.Acaba de publicar ?Mujeres?, 13 cl¨¢sicos de cantaoras y actrices del siglo XXI;ha grabado la voz de la Sirenita, y prepara un disco de sonidos puros.

Acaba de aterrizar en el flamenco, pero ya tiene galascontratadas para todo 2007. ?Para saber cantar me basta con saber querer?, se escucha en la voz del cantaor Antonio ?lvarez V¨¦lez (Ayate, Huelva, 1981), en uno de los temasde su primer disco. Las cualidades de su voz aterciopelada no dejan indiferente a nadie. Hasta no hace mucho trabajaba en el aeropuerto de Barajas moviendo los carritos del equipaje, y compaginaba sus estudios en una escuela de adultos con la escucha de los discos de Aretha Franklin, Roberta Flack o Marvin Gaye; pero tambi¨¦n sabe de cante cl¨¢sico y conoce bien sus ra¨ªces. Para abrirse camino tuvo que currar duro y visitar muchas pe?as, pero el trabajo se ali¨® con la suerte cuando conoci¨® a Juan Carmona, con el que se midi¨® en una noche de cante interminable. Ahora comparten escenario y se compenetran de tal modo que se olvidan hasta del p¨²blico. Pitingo, un apodo de familia que significa presumido, sorprende tambi¨¦n por su simpat¨ªa. Algunos ya le llaman el cantaor de las mujeres porque arrasa entre ese p¨²blico. Ya trabaja en el que ser¨¢ su pr¨®ximo disco, en el que arriesgar¨¢ con estilos ?gospel? o ?soul?. Apadrinado por los Habichuela, el cantaor Antonio ?lvarez V¨¦lez ha publicado ?Pitingo con habichuelas?, donde combina el cante flamenco con un dejo ?soul?.

Miguel Poveda (Barcelona, 1973) hace casi tres a?os que se mud¨® a Sevilla, una de las ciudades m¨¢s flamencas del planeta. Bajo su influjo ha recuperado el flamenco m¨¢s luminoso, una m¨²sica que en ning¨²n caso hab¨ªa dejado de interpretar en directo mientras discogr¨¢ficamente investigaba otros registros. ?Quer¨ªa recuperar la calma de mi m¨²sica de partida; ahora s¨¦ cu¨¢l es mi camino: soy flamenco porque Dios me ha dado un don?, asegura. Por su manera de cantar no se le puede encasillar en ninguna escuela; ha escuchado a Marchena, La Paquera y Morente, y le gustan las formas de Jerez y de Lebrija, pero cuando canta crea su propio estilo. En 1993 salt¨® a los medios informativos tras ganar los premios m¨¢s importantes en el Festival del Cante de las Minas de La Uni¨®n (Murcia). Llegaba desde Badalona con una trayectoria at¨ªpica. Carec¨ªa de antecedentes familiares, y la base de su formaci¨®n se hab¨ªa iniciado escuchando coplas en la radio de su madre. En la pe?a flamenca de Badalona completaron su formaci¨®n y empezaron a moverle para que se escucharan las cualidades de una voz que no ha dejado de sorprender desde entonces. A partir de ah¨ª ha tenido que asumir retos constantes. Ha colaborado con Calixto Bieito, en La vida es sue?o, en el Festival de Edimburgo, y con Bigas Luna, en la pel¨ªcula La teta y la luna; ha cantado copla con Martirio, grabado canciones suf¨ªs con el m¨²sico paquistan¨ª Faiz Ali Faiz y puesto voz a los tangos de Goyeneche. No le gusta trasnochar, pero fuma como un carretero, como muchos de los cantaores. Tiene pendiente soltarse a bailar, su afici¨®n frustrada. ?Tierra de calma?, su nuevo disco, supone el regreso de este cantaor al flamenco m¨¢s puro.

Dif¨ªcil de olvidar la voz rasgada de Diego el Cigala (Madrid, 1968) interpretando La bien pag¨¢ acompa?ado al piano por el maestro Bebo Vald¨¦s. El disco L¨¢grimas negras, del cantaor y el pianista cubano, se ha convertido en uno de los pelotazos musicales de la d¨¦cada. El encuentro entre el flamenco y el bolero se grab¨® en 2003, en tres d¨ªas de sesiones apasionantes, y ha vendido m¨¢s de un mill¨®n de copias. Ahora, cuando los ecos de su m¨²sica a¨²n no se han apagado, El Cigala ha anunciado que para la pr¨®xima primavera habr¨¢ segunda parte. Dos gardenias y Ojos verdes, dos boleros por los que este cantaor muere, podr¨ªan formar parte del repertorio. Mientras llega la nueva entrega, el cantaor no para de recibir premios. El ¨²ltimo trabajo de este cantaor de garganta rota, Picasso en mis ojos, se hizo con el Grammy Latino al mejor disco flamenco (2004). Puristas y heterodoxos se parten la camisa ante El Cigala, y los m¨¢s optimistas se?alan al sobrino de Rafael Farina como uno de los herederos de Camar¨®n, pero ¨¦l prefiere ir despacito y a comp¨¢s. Diego Jim¨¦nez Salazar cantaba de ni?o por el Rastro madrile?o y ganaba concursos de flamenco. A los 20 a?os le rebautizaron Dieguito, y cuentan que fue el propio Camar¨®n quien le llam¨® Cigala, por lo flaco que se le ve¨ªa. Con apenas 12 a?os gan¨® el primer premio del Certamen Flamenco Joven de Getafe y un premio en el concurso de TVE Gente joven. En 1994 inici¨® su carrera en solitario, y desde entonces no ha parado. ?Picasso en mis ojos?, un homenaje al gran genio de la pintura contempor¨¢nea, obtuvo un Grammy Latino.

Roc¨ªo Molina (M¨¢laga, 1984) se subi¨® al escenario cuando ten¨ªa tres a?os y todav¨ªa no se ha bajado. Comenz¨® a los siete sus estudios de baile en el Conservatorio de M¨¢laga; a los 13 decidi¨® irse a Madrid, y all¨ª se gradu¨® ?cum laude? en el Conservatorio de Danza. Siempre compagin¨® sus estudios con actuaciones. Primero, en las pe?as de M¨¢laga; luego, en los concursos andaluces. Gan¨® premios en Ubrique, La L¨ªnea, Estepona? En 1997 debut¨® en el teatro Goya de Barcelona. Con el cuerpo de baile de la compa?¨ªa de Mar¨ªa Pag¨¦s recorri¨® Jap¨®n, Francia, Italia. Pag¨¦s le ofreci¨® coreografiar el n¨²mero ?Santa Justa?, un baile para ni?os que formaba parte de la obra ?Cuatro estaciones?. La revelaci¨®n se confirm¨® con el premio del XI Certamen de Coreograf¨ªa de Madrid 2002. Su baile, t¨¦cnicamente muy rico, combina sensualidad, gracia, cerebro y libertad. A veces, Molina da la impresi¨®n de parodiar el baile antiguo, pero quiz¨¢ es al rev¨¦s. Ya ha montado dos espect¨¢culos en solitario, ?Entre paredes? y ?El eterno retorno?, basado en el mito de Nietzsche que apunta que todo lo que uno hace en el presente se repite en el futuro. No parece su caso, un prodigio que trabaja sin descanso y que cambia (a mejor)cada vez que uno la ve.

Es el Ferran Adri¨¤ del baile: gran t¨ªmido, alumno aplicado desde peque?o, un d¨ªa decidi¨® que bastaba de ortodoxia y se puso a desestructurar todo lo aprendido. Galv¨¢n (Sevilla, 1973) ha renovado la danza flamenca desnudando los fr¨¢giles hilos secretos de la est¨¦tica y la representaci¨®n cl¨¢sica. Aprendiz a la fuerza desde los cinco a?os (es hijo de bailaores, gitana su madre y payo su padre), odi¨® su oficio hasta los 18 a?os. En 1995 y 1996 gan¨® los tres concursos m¨¢s codiciados (C¨®rdoba, Bienal de Sevilla y Las Minas), haciendo el baile antiguo, macho y farruco. Pero entonces ya llevaba clavada en el coraz¨®n una postura de Mario Maya que le hizo pensar que el baile era m¨¢s que eso. Entonces mont¨® ?Los zapatos rojos? con Manolito Soler, un genio c¨®mico, y empez¨® a re¨ªrse de s¨ª mismo. Fij¨¢ndose en los antiguos ?Vicente Escudero, Alejandro Vega?, se convirti¨® en el m¨¢s moderno. Rubio, relleno, metido en un cuerpo mal acabado, Galv¨¢n ha triunfado ya en todo el mundo con su actitud lib¨¦rrima y valiente. En 1998 bail¨® ?Espa?a?, una pieza sat¨ªrica de Erik Satie. Luego coreografi¨® ?La metamorfosis?, de Kafka ??mi autobiograf¨ªa??. Su danza est¨¢ hecha de gestos inconscientes, intuici¨®n, olvido de la t¨¦cnica? Su flamencura parece abstracta y fr¨ªa, pero siempre emociona o perturba. A ratos huele a inteligencia; otros, a rabia; pero hay tambi¨¦n humor, autocr¨ªtica, sinceridad. Es ¨¦l mismo y no se parece a nadie. ?Me dicen que estoy cadavez m¨¢s raro, pero yo me veo cada vez m¨¢s flamenco?.

Cuenta la leyenda familiar que acostumbraba a ver bailar a sus padres entre bambalinas, hasta que una noche en Berl¨ªn se arranc¨® por buler¨ªas. Acababa de cumplir cuatro a?os, y ni su madre, la gran Rosario Montoya, se lo esperaba. Tras esos primeros aplausos robados, Farru (Sevilla, 1988) debut¨® oficialmente en la sevillana Alameda de H¨¦rcules acompa?ando a su familia, en uno de esos espect¨¢culos que se mantienen puros frente al paso del tiempo. ?Por el flamenco no pasan los a?os, se transmite de forma natural de generaci¨®n en generaci¨®n. En mi caso aprend¨ª a andar al tiempo que a bailar, pero tambi¨¦n me gustaba el colegio. Mi familia viajaba demasiado, tanto que un d¨ªa el maestro me dijo que ten¨ªa que elegir: si segu¨ªa recorriendo el mundo, no pod¨ªa estar a la altura de lo que se esperaba de m¨ª en los ex¨¢menes. No me arrepiento, aunque me hubiera gustado seguir un poco m¨¢s. Ahora doy clases de ingl¨¦s. La gente que viene a vernos no quiere encontrarse con Barisnikov, quiere empaparse de baile por sole¨¢?, aclara el bailaor. Con apenas 18 a?os ha sido fotografiado por Richard Avedon y ha compartido escenario con Beyonc¨¦. A pesar de ello, el flamenco no lo es todo en su vida. ?Cuando salgo a bailar me visto de flamenco, pero soy un chico como los dem¨¢s; me gusta ir de juerga y me encanta ver bailar a Michael Jackson, no me creo todas esas cosas que dicen de ¨¦l. Simplemente quiere estar con los ni?os porque le robaron la infancia?. Tampoco su ni?ez ha sido como para tirar cohetes de alegr¨ªa. Un infarto mat¨® a su padre cuando todav¨ªa ¨¦l era un ni?o, y su hermano mayor, Farruquito, tuvo que tomar el testigo de la dinast¨ªa y cuidar de los tres cr¨ªos peque?os. Los problemas con la ley de su hermano mayor han acelerado el camino de Farru al estrellato: ??Gracias a Dios que nos queda el flamenco!?Antonio Fern¨¢ndez Montoya, nieto de Farruco, estrena ?Al natural? con Jos¨¦ Maya y Barullo, un espect¨¢culo de baile y toque flamenco.

Empezaron como grupo de acompa?amiento de Martirio, pero en la trastienda encontraron que pod¨ªan hacer algo juntos. Ra¨²l Rodr¨ªguez, hijo de la cantante y m¨²sico de Kiko Veneno, se hizo mayor escuchando la corriente el¨¦ctrica que representaron grupos como Veneno o Pata Negra. En uno de los viajes de su madre a Cuba le encarg¨® un tres cubano, un instrumento que tiene una base andaluza poco explorada y que ¨¦l parec¨ªa dispuesto a desarrollar, como antrop¨®logo y como m¨²sico. ?Los guajiros del campo eran andaluces llegados para hacer las Am¨¦ricas; de ah¨ª la ra¨ªz andaluza de la m¨²sica guajira?, aclara el m¨²sico. Su escuela musical no desentonaba con la que representaba el resto del grupo, formado por artistas de Mor¨®n de la Frontera (Sevilla), entre los cuales se cuentan dos sobrinos-nietos del guitarrista Diego del Gastor, creador de una escuela de toque, y decidieron unir sus destinos. Cruce de caminos entre C¨¢diz y Sevilla, refugio de bandoleros y punto de contacto de la cultura underground ?Nazario fue maestro en uno de sus colegios?, la escuela de Mor¨®n brilla con luz propia. La b¨²squeda de las ra¨ªces y la utilizaci¨®n de un discurso musical aut¨®ctono han marcado la trayectoria de Son de la Frontera, un grupo poco usual dentro del flamenco donde suelen mandar los cuadros. Al ritmo que marca el di¨¢logo entre el tres cubano y la guitarra flamenca, conjugan los temas cl¨¢sicos ?transmitidos de casa en casa? con composiciones propias que beben del mismo estilo. Juegan a ser fronterizos, lo que significa no pertenecer a ning¨²n lado, pero s¨ª a todos, y por eso eligieron la cal como t¨ªtulo de su nuevo trabajo. De la sierra de Ronda procede la cal que blanquea las paredes de media Andaluc¨ªa, y a ellos les gusta pensar que la ruta de los caleros pudo ser tambi¨¦n una ruta de transmisi¨®n del cante. ?Cal?, su nuevo trabajo discogr¨¢fico, ahonda en el toque de Mor¨®n de la Frontera. El grupo lo componen Ra¨²l Rodr¨ªguez (tres cubano y percusi¨®n), Paco de Amparo (guitarra flamenca), Pepe Torres (baile, comp¨¢s y percusi¨®n), Moi de Mor¨®n (cante y comp¨¢s) y Manuel Flores (comp¨¢s).

Dos cosas han marcado la vida art¨ªstica de Diego (Sevilla, 1973), el menor de la saga liderada por Raimundo y Rafael Amador: los discos de Chick Corea y Herbie Hancock que sus hermanos le regalaron despu¨¦s de uno de sus viajes con Pata Negra, y un viejo ¨®rgano Hammond que su padre llev¨® a casa. Los discos le iniciaron en el mundo del jazz, y durante un tiempo se alej¨® por completo del flamenco, hasta que comprendi¨® que aquella m¨²sica podr¨ªa enriquecer sus ra¨ªces. Con el piano tambi¨¦n fue un flechazo. Churri, como le llaman sus amigos, acarici¨® el teclado y se puso a tocar. No hubo clases de solfeo ni partituras. En la familia Amador, todos son autodidactos. Al cabo de tantas vueltas, el m¨²sico encontr¨® su camino junto a un instrumento que se adapta bien al flamenco y que ¨¦l toca como si rasgueara la guitarra. Acompa?¨® a sus hermanos, La Susi y Tomatito, hasta que un disco, ?Patita negra?, confirm¨® su pasi¨®n por el jazz. Otros trabajos en solitario le colocaron en la lista de los mejores. Toca tambi¨¦n la guitarra, canta y hace percusi¨®n. Hace tiempo que abandon¨® el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas, y con ¨¦l las farras de drogas y borracheras. En un pueblecito de Huelva, donde vive con su mujer y sus dos hijos, ha encontrado la tranquilidad. Por fin ha podido comprarse un piano, y entre potaje y potaje prepara su nuevo CD. Le sigue gustando el jazz y el flamenco salvaje, aquel que no se puede remediar. Ultima su cuarto disco, en el que, adem¨¢s de tocar el piano, canta composiciones propias y de Carlos Lencero. ?Piano jondo? fue su anterior trabajo.

A los 12 a?os quer¨ªa ser bailaora, pero crec¨ªa ?demasiado seca, muy blanca y muy t¨ªmida?. Fue su padre, el cantaor Jaime Heredia, ?El Porr¨®n?, quien le habl¨® claramente para que retomase el cante. A la familia de Marina (Granada, 1979) se la conoce como la de Los Faraones, un apodo que define el abolengo de una raza dedicada al arte, aunque eso suponga que algunos parientes hayan perdido la voz tras a?os de fatigas en los tablaos. Siguiendo esa tradici¨®n, Marina entr¨® muy joven en el mundo de los discos y a punto estuvo de estrellarse. Con su primer trabajo, ?Me duele, me duele?, pas¨® ?de pisar la alfombra roja a que no me cogieran el tel¨¦fono en la discogr¨¢fica?; por eso se tom¨® su tiempo para editar su nuevo trabajo, un disco autoproducido con el que reaparece musicalmente. Alberti o Bergam¨ªn suenan en forma de tangos, seguiriyas, buler¨ªas o tarantos gloriosos en la voz de esta cantaora. Eligi¨® personalmente ?El tango de las madres locas?, de Carlos Cano, y el poema de Alberti ?La balada del que nunca fue a Granada?, y es que Marina no se siente ¨²nicamente cantaora, sino una ciudadana que ve cosas que no le gustan. Se explaya tambi¨¦n en el tema taurino ?El pase¨ªllo?, dedicado a su marido, el torero Pedro P¨¦rez Chicote, con el que tiene un hijo. Desde la ventana de su casa se divisa el paisaje de la Alhambra, una imagen insustituible cuando se encuentra fuera de la ciudad. Publica su segundo disco en solitario, ?La voz del agua?.

Cuando no act¨²a se pasa el d¨ªa tocando la guitarra. Ni?o Josele (Almer¨ªa, 1974) sostiene que la inspiraci¨®n llega trabajando. Todo en la vida de este genial guitarrista lo ha conseguido a base de tes¨®n. Su toque suena con la fuerza de la t¨¦cnica y unos gramos de sensibilidad. ?se es el secreto de este m¨²sico que ha tocado para la plana mayor del flamenco y del rock. De todos habla con cari?o, pero cuando se refiere a ?el maestro? quiere decir Paco de Luc¨ªa. Aunque Paz, el disco en el que versiona a Bill Evans, ha significado un ¨¦xito sin precedentes en su carrera, su actitud no se ha modificado ante el trabajo. Su relaci¨®n con Javier Lim¨®n o Fernando Trueba le ha descubierto el jazz, un sonido que ha enriquecido su coraz¨®n. ?Lo del jazz resulta tan complicado como el flamenco: nosotros improvisamos sobre la estructura, y ellos, sobre la melod¨ªa?. Todo lo que escucha lo guarda ?en el disco duro? para rebobinar cuando se encierra en el estudio. ?Los momentos de gloria se acaban cuando bajo del escenario. Al hotel o al aeropuerto llego solo, sin los aplausos. A m¨ª me ha ido muy bien, pero no quiero que mi hijo sea un esclavo como yo?. Lleva una guitarra ?creada para ¨¦l tras nuevos estudios de afinaci¨®n? que se comercializar¨¢ con su nombre, pero no le da importancia. ?El maestro? le ha ense?ado a ser humilde. Guitarrista de Paco de Luc¨ªa, Enrique Morente y Andr¨¦s Calamaro, y autor de ?Paz?.

No ha querido Arc¨¢ngel decidirse nunca por los extremos. Sus directos suelen mezclar las melod¨ªas de siempre con ?cosas nuevas?, y, en buena medida, ¨¦sa ha sido la filosof¨ªa que ha aplicado a su tercer trabajo discogr¨¢fico. Buscaba esta vez un letrista que fuera capaz de transmitir emoci¨®n al hablar de las cosas del coraz¨®n, alguien con un humor muy llano y un l¨¦xico popular, y lo encontr¨® en Isidro Mu?oz. Como ejemplo, el cantaor ?cuya voz recuerda la de un jovenc¨ªsimo Antonio Molina? escoge esta letra del tema 9 de Ropa vieja: ?Cuando amuebles los altos salones / de tus sentimientos, / si te cuesta saber d¨®nde poner los m¨ªos, / d¨¦jalos fuera, no los lleves adentro?. Francisco Jos¨¦ Arc¨¢ngel Ramos (Huelva, 1977) no tiene antecedentes flamencos. No ha vivido el flamenco en su casa, pero lo ha sentido en las calles y en las fiestas. ?Con el fandango de Huelva tenemos una riqueza musical que forma parte de nuestra cultura m¨¢s cercana?, a?ade. Creci¨® escuchando a la gente que le animaba a presentarse a concursos porque cantaba muy bien, y a los 10 a?os ya estaba ganando premios de fandangos. Sigui¨® cant¨¢ndole, para bailar, a grandes figuras, hasta que le creci¨® la barba y se le meti¨® dentro el gusanillo del escenario. En esa edad en la que uno debe tomar decisiones opt¨® por seguir adelante ?con rigor e imaginaci¨®n?, y no se arrepiente. Hace tres meses abri¨® con otros artistas un taller flamenco donde imparte clases, algo que le resulta tremendamente beneficioso desde el punto de vista t¨¦cnico: ?Es mucho m¨¢s aburrido encerrarse en casa a practicar?. ?Ropa vieja?, producido por Isidro Mu?oz.

En el contestador del m¨®vil de Diego del Morao (Jerez, 1978) se escucha este mensaje: ?Ll¨¢mame si tienes un bautizo, una boda o una comuni¨®n, o si eres un festival?. Hijo de Mora¨ªto Chico y descendiente de una de las sagas de tocadores m¨¢s importantes de Jerez de la Frontera, este guitarrista tiene el honor de representar a la cuarta generaci¨®n de artistas. A la vera de su padre aprendi¨® los primeros toques de la guitarra. No hizo falta que se sentaran juntos ni que le dijera c¨®mo ten¨ªa que hacer las cosas, bast¨® con estar cerca de ¨¦l para impregnarse de jondura. A los 17 a?os debut¨® sin nervios y ?con picadores? acompa?ando a La Macanita, quien tampoco hab¨ªa alcanzado la mayor¨ªa de edad. Lleva con gala tambi¨¦n haberle tocado a La Negra, La Paquera y El Sordera. Ni?a Pastori, Merc¨¦ o Diego Carrasco han fundido tambi¨¦n sus voces con los ecos de su guitarra, y ahora acompa?a a uno de los cantaores m¨¢s grandes del momento, Diego el Cigala, con el que recorre el mundo conjugando el bolero con los fandangos. ?He tenido el atrevimiento de meterme en ese mundo?, aclara. Con sus antecedentes no sorprende que a los 28 a?os presuma de cuna y de ?vivir en flamenco?, una manera de sentir dif¨ªcil de entender si uno no conoce una ciudad donde ?vives metido en una buler¨ªa constante?. En el tiempo que le dejan libre las galas prepara el que ser¨¢ su primer disco en solitario; pero si, como dicen los enterados, uno no es un verdadero flamenco hasta que no nace su doble en Jap¨®n, Diego del Morao ya ocupa su lugar en el firmamento gracias a Mora¨ªto de Tokio.

Su pasi¨®n por la m¨²sica y su trabajo como fot¨®grafo para las portadas de los discos le facilitaron el acceso a una generaci¨®n que en los sesenta empezaba a fundir el flamenco con otros sonidos. En 1982, cuando Mario Pacheco cre¨® la discogr¨¢fica Nuevos Medios, la movida concentraba toda la atenci¨®n de la prensa, pero en el sism¨®grafo de esos a?os, la explosi¨®n creativa alcanz¨® tambi¨¦n al flamenco. Vilipendiado o mitificado, el g¨¦nero no atravesaba su mejor momento, pero esos a?os contribuyeron a que ?se perdieran los complejos y se reconociera una m¨²sica que, en algunos aspectos, no acababa de estar bien considerada, ya que se la identificaba con el r¨¦gimen que se extingu¨ªa?. El terreno del flamenco-pop era una v¨ªa sin explorar, por lo que Pacheco decidi¨® concentrar parte de sus esfuerzos en esos sonidos. Pata Negra sol¨ªa frotarse las manos con jam¨®n antes de actuar. Grabaron Blues de la frontera y otros discos memorables, pero la adicci¨®n a la hero¨ªna de Rafael Amador acab¨® con el grupo. Casi al mismo tiempo se a?ad¨ªa al cat¨¢logo de la discogr¨¢fica independiente el grupo Ketama, que ha pasado a la historia por derecho propio. Con importantes ¨¦xitos, muchos premios y algunos altibajos, pocas cosas parecen haber cambiado en estos 25 a?os en el despacho de Mario Pacheco, situado junto al Retiro madrile?o. Para el siglo XXI apuesta por un flamenco m¨¢s musical y por la aventura que representan discos como el ¨²ltimo de Pepe Habichuela y los Bollywood Strings, o la recuperaci¨®n de cantaores como Chocolate.

En Huelva, la tierra donde se cri¨® Javier Lim¨®n (Madrid, 1973), hasta el panadero cantaba por fandangos. Educado en esa escuela, se traslad¨® a Madrid para cursar estudios de piano en el conservatorio. Con las partituras bajo el brazo se acercaba a la puerta de Casa Patas a completar su formaci¨®n jonda; pero hasta que desembarc¨® en Nueva York no entendi¨® la universalidad de la m¨²sica que le hab¨ªa comido el coraz¨®n. Flamenco hasta la m¨¦dula, fund¨® Casa Lim¨®n, un sello discogr¨¢fico y un laboratorio en el que se fraguan cada d¨ªa nuevos experimentos, sobre la base de la multiculturalidad y las ra¨ªces propias del g¨¦nero. Ni?o Josele, Calamaro, Paco de Luc¨ªa, Ram¨®n Porrina, Alain P¨¦rez y Horacio el Negro suelen pasar por su estudio. Ellos forman ?la familia?, y son los responsables ?del sonido de la casa?. Dedican muchas horas a investigar y a escuchar tanto batucas como seguiriyas. Frente al piano que usa Bebo Vald¨¦s recibieron a Jerry Gonz¨¢lez al poco de aterrizar en Espa?a. All¨ª grabaron ??en dos noches de borrachera?? el primer disco de Los piratas del flamenco. Lim¨®n, al que sus amigos llaman Barriga Blanca, sigue la filosof¨ªa que le ense?¨® Fernando Trueba: un buen disco debe tener los mismos ingredientes que un filme; un argumento claro y un desarrollo l¨®gico. Es productor de Cositas buenas, de Paco de Luc¨ªa; L¨¢grimas negras, de Bebo y El Cigala; El peque?o reloj, de Enrique Morente, y Paz, de Ni?o Josele.