Paso a la justicia
Un mes de juicio por el atentado m¨¢s grave que ha padecido Espa?a ha bastado para acallar los ruidos que acompa?aron la instrucci¨®n del sumario y que amenazaban proseguir durante la vista oral del proceso. Las fuerzas de seguridad del Estado y los tribunales han realizado su trabajo, y tres a?os despu¨¦s de la matanza hay 29 encausados en el banquillo. En la estela de la crisis internacional que se vive despu¨¦s del 11-S, el juicio que se desarrolla en la Audiencia Nacional demuestra que el Estado de derecho dispone de instrumentos para combatir los cr¨ªmenes yihadistas, por m¨¢s que ninguna estrategia pueda conjurar por completo los riesgos que representa este tipo de terrorismo.
El juicio ha tenido que abrirse paso en un contexto pol¨ªtico e informativo que ha entorpecido la tarea del tribunal, pese a la labor hasta ahora impecable del juez G¨®mez Berm¨²dez. Mediante un juego cruzado de insinuaciones period¨ªsticas y su correspondiente amplificaci¨®n desde el ¨¢mbito pol¨ªtico, los responsables del culebr¨®n sensacionalista construido en torno a la supuesta autor¨ªa intelectual del atentado y el Partido Popular han pretendido crear un clima de opini¨®n que acogiera sin repulsa la actuaci¨®n de algunos letrados de la acusaci¨®n particular, en concreto los de la Asociaci¨®n de V¨ªctimas del Terrorismo. El sesgo de sus interrogatorios a los acusados ha llegado al absurdo de tratar a los investigadores como sospechosos y a ¨¦stos como testigos. Seg¨²n se?al¨® el juez Berm¨²dez durante la vista, cortando de ra¨ªz estas maniobras contrarias a cualquier deontolog¨ªa en el ejercicio del derecho, las preguntas de la acusaci¨®n particular eran improcedentes para el esclarecimiento del atentado. Aunque no, por descontado, para prolongar el culebr¨®n de manera artificial e insidiosa.
El proceso ha permitido conocer, por otra parte, los ambientes de marginalidad en los que se desarrolla un fen¨®meno como el yihadismo. Las fronteras entre quienes abrazan esta ideolog¨ªa fan¨¢tica y quienes viven en una situaci¨®n de extremo desarraigo, inmersos en la droga y la delincuencia com¨²n, son m¨¢s permeables de lo que se imaginaba. M¨¢s all¨¢ de su estricto valor procesal, las estremecedoras declaraciones realizadas en la sala y fuera de la sala por la compa?era sentimental de Jamal Ahmidan, uno de los suicidas de Legan¨¦s, muestran uno de los eslabones m¨¢s vulnerables de la propia sociedad que padeci¨® el atentado. Como no pod¨ªa ser de otra manera, la justicia se abre paso y, al mismo tiempo que esclarece los hechos sobre los que habr¨¢ de recaer la sentencia, va permitiendo conocer el submundo tenebroso en el que se gest¨® la mayor matanza terrorista de nuestra historia.
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