Teatro
La actividad opositora del PP cada vez se parece m¨¢s a un gui?ol: una "representaci¨®n teatral (por decirlo al modo de la RAE) por medio de t¨ªteres movidos con las manos". En esa chusca funci¨®n, a ZP le ha tocado el triste papel de pobre mu?eco al que le llueven los golpes y le muelen a palos. Y los monigotes fanfarrones que hacen aspavientos con las banderas que enarbolan como si fuesen garrotas forman un elenco que parece extra¨ªdo de la Commedia dell'Arte, con el fantoche que apadrina a la AVT a la cabeza de un tropel de peleles bravucones, meapilas y fascistoides. Puro teatro callejero de agitaci¨®n y propaganda, que no duda en esgrimir contra el Gobierno la lecci¨®n aprendida bebiendo en las fuentes de la dramaturgia abertzale.
La novedad m¨¢s reciente de esta farsa grotesca es que por fin el inefable Rajoy se ha dignado ponerse a la cabeza de la manifestaci¨®n, ocupando en solitario el primer plano del escenario. Y para demostrar que es un t¨ªtere movido por manos ajenas, no ha dudado en cambiar de discurso, de m¨¢scara y de personaje. Ahora resulta que el se?or Rajoy se emociona hablando de pueblo, de patria, de naci¨®n y de Espa?a, cuando hasta hace bien poco, en sus m¨¢s celebradas intervenciones parlamentarias (por ejemplo, en sus denuncias dirigidas contra la perversa alianza entre Zapatero y los nacionalistas catalanes y vascos), profesaba un impecable discurso liberal en defensa de los derechos individuales de los ciudadanos. Y hoy en cambio se llena la boca con un discurso comunitarista en defensa de la sagrada naci¨®n espa?ola. ?En qu¨¦ quedamos? Lo dicho: simple comedia, puro teatro.
Un teatro cuya primera funci¨®n es crear una ficci¨®n para falsificar la realidad de los hechos, suplant¨¢ndola por el ruido y la furia de los dichos esc¨¦nicos. Aqu¨ª hay mucho del pensamiento m¨¢gico t¨ªpico del idealismo espa?ol, tal como Ortega denunci¨® al comentar el quijotesco "retablo de maese Pedro". Un teatrillo que se enga?a a s¨ª mismo ocultando la realidad de las cosas bajo la ilusi¨®n esc¨¦nica creada por las palabras m¨¢gicas, cuando se pronuncian en p¨²blico con histri¨®nica sobreactuaci¨®n. Pero adem¨¢s de autoenga?o e ilusionismo tambi¨¦n hay falsedad y manipulaci¨®n, objetivo ¨²ltimo de este teatro pol¨ªtico.
Un teatro fraudulento que, aunque lleve varios a?os funcionando a pleno rendimiento, continuar¨¢ abierto todo el tiempo que haga falta hasta que logren echar a Zapatero del escenario. El caso es hacer pasar al presidente del Gobierno por un interminable v¨ªa crucis donde se le volver¨¢ a crucificar con cualquier excusa a cada nueva oportunidad: anteayer el bombazo de la T-4, ayer la excarcelaci¨®n de De Juana, hoy la venta de Navarra, ma?ana la legalizaci¨®n de Batasuna... y as¨ª sucesivamente. Siempre (como se?al¨® Rubalcaba con su agudeza habitual) "buscando a ETA desesperadamente", y no s¨®lo para justificar la indigna manipulaci¨®n que hizo Aznar del 11-M sino sobre todo para seguir acusando a Zapatero de traidor, a la espera de condenarlo como culpable de conspirar con los enemigos del pueblo espa?ol.
Se me dir¨¢ que tan burdo teatro no puede enga?ar a nadie que no est¨¦ previamente convencido. Lo que sin duda es verdad. Pero es que este teatro no busca persuadir al espectador o impresionar al p¨²blico sino ocupar el escenario pol¨ªtico para protagonizarlo, imponiendo al antagonista sus propias reglas de juego sucio. De ah¨ª su truculencia melodram¨¢tica, que busca acosar y acorralar al adversario para ponerle contra las cuerdas. Para eso hace falta recurrir a una claque mercenaria de hooligans medi¨¢ticos que, como si fueran ultras neofascistas, ovacionan al equipo de casa mientras abuchean y abroncan al forastero para meterle en el cuerpo el miedo esc¨¦nico. Un miedo esc¨¦nico que intimida no s¨®lo a los acosados miembros del Gobierno socialista (as¨ª como a los l¨ªderes de la derecha civilizada como Piqu¨¦ o Gallard¨®n) sino tambi¨¦n a sus bases electorales, que se ven compelidas a retirarse amedrentadas hacia la equidistancia, el desistimiento o la abstenci¨®n, v¨ªctimas de la espiral del silencio: quien calla, otorga.
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