Aniversario
Los aniversarios se celebran o se quieren olvidar. Es curiosa la costumbre de celebrar el cumplimiento de las efem¨¦rides. Para m¨ª, carecen de sentido, como no sea para hacer una reflexi¨®n sobre el objeto que con ellas se pretende recordar.
El d¨ªa de hoy, 20 de marzo, se cumplen cuatro a?os del inicio formal de la guerra de Irak. A instancias de Estados Unidos y Gran Breta?a y apoyado por Espa?a, entre otros pa¨ªses, dio comienzo uno de los episodios m¨¢s s¨®rdidos e injustificables de la historia de la humanidad recientes. Quebrantando todas las leyes internacionales, y, so pretexto de potenciar la lucha contra el terrorismo, se ha desarrollado, desde 2003, un ataque demoledor contra el Estado de derecho y la propia esencia de la Comunidad Internacional. En el camino, hechas jirones, quedaron instituciones como Naciones Unidas, que apenas se han recuperado todav¨ªa.
Si enfoc¨¢ramos la celebraci¨®n de los aniversarios en el sentido apuntado, ahora mucho m¨¢s que entonces -en vez de conmemorar el de la guerra de Irak- tendr¨ªamos que aterrarnos, gritar y manifestarnos, m¨¢s que en aquel momento, contra la masacre actual, consecuencia de esta guerra. Porque entonces no sab¨ªamos, aunque intu¨ªamos lo que hab¨ªa detr¨¢s. Los ciudadanos no conoc¨ªamos, s¨®lo nos imagin¨¢bamos que todo era una burda mentira. Ahora, sin embargo, s¨ª sabemos, "incluido" el se?or presidente del Gobierno espa?ol de la ¨¦poca, que, seg¨²n ha reconocido recientemente, no exist¨ªa causa para la guerra, aunque con gran frivolidad a?adi¨® la excusa de su falta de listeza para saberlo.
Como ciudadano, se me representa fundamental que el se?or presidente haya, por fin, asumido su equivocaci¨®n y que no sab¨ªa lo suficiente, porque si esto era as¨ª habr¨ªa que preguntarle por qu¨¦ no actu¨® como aconsejaba la prudencia, dando m¨¢s margen a los inspectores de Naciones Unidas en vez de hacer lo contrario, con una fidelidad y sumisi¨®n totales al presidente Bush, aceptando la tesis m¨¢s inveros¨ªmil, como a la postre se ha demostrado, y defendiendo lo que de antemano ten¨ªa decidido la Administraci¨®n norteamericana. Asimismo, deber¨ªa explicar por qu¨¦ se prest¨®, junto con unos cuantos l¨ªderes m¨¢s, para dar cobertura y coartada a esta acci¨®n ilegal. Probablemente, sin esta cooperaci¨®n o apoyo, o incluso con la acci¨®n en contra, la decisi¨®n podr¨ªa haberse cambiado o retrasado. Nunca lo sabremos. Por ello, la acci¨®n de los que acompa?aron en la guerra contra Irak al presidente de los Estados Unidos tienen tanta o m¨¢s responsabilidad que ¨¦ste, porque a pesar de las dudas y a pesar de tener informaci¨®n sesgada, se pusieron en las manos del agresor para consumar una innoble acci¨®n de muerte y destrucci¨®n que a¨²n contin¨²a.
Creo que ha llegado el momento de hacer una reflexi¨®n seria y detenida sobre lo sucedido y lo que est¨¢ ocurriendo en Irak, en una doble direcci¨®n. Por una parte, deber¨ªa profundizarse sobre la eventual responsabilidad penal de quienes son o fueron responsables de esta guerra y si existen indicios bastantes para exigirles dicha responsabilidad. Para muchos se tratar¨¢ de una mera responsabilidad pol¨ªtica, pero comienzan a aflorar acciones judiciales en EE UU, como se ha demostrado con la condena de uno de los colaboradores del vicepresidente Cheney, que apuntan en la otra direcci¨®n. Seiscientos cincuenta mil muertos son un argumento suficiente para que esa investigaci¨®n o indagaci¨®n se aborde sin m¨¢s dilaci¨®n.
Por otra parte, y sin incidir en las culpas pero sin olvidar quienes fueron los responsables del inicio de esta ceremonia de horror y terror, debemos centrar nuestro an¨¢lisis en un hecho incontestable, reconocido hoy d¨ªa a todos los niveles: la acci¨®n b¨¦lica norteamericana, y la de los que la siguieron, ha determinado o cuando menos ha contribuido a la creaci¨®n, desarrollo y consolidaci¨®n del mayor de los campos de entrenamiento de terroristas en el mundo, con espacio, tiempo y medios m¨¢s que suficientes para preparar a los m¨¢s avezados terroristas. Ahora, los terroristas de Al Qaeda tienen un escenario id¨®neo para prepararse hasta que llegue el momento en el que estrat¨¦gicamente les interese ampliar el radio de operaciones hacia su enemigo ancestral en Occidente. De una u otra forma, con una inconsciencia terrible, hemos estado y estamos contribuyendo a que el monstruo crezca cada vez m¨¢s y se haga a cada instante m¨¢s fuerte y, probablemente, invencible.
La organizaci¨®n terrorista Al Qaeda, o las redes que como hidras han ido naciendo, creciendo y fortaleci¨¦ndose, a la vez que entreteji¨¦ndose en diferentes partes de mundo, nos acecha y espera a la vuelta de la esquina. Mientras tanto, ante nosotros nuestros l¨ªderes andan enzarzados en otras batallas o contiendas que, presumen, les pueden dar mejores r¨¦ditos electorales.
Europa, y Espa?a en particular, se encuentran en la encrucijada de poner en pr¨¢ctica lo que han aprendido tan dolorosamente en estos ¨²ltimos a?os, y no estoy seguro de que se est¨¦ haciendo todo lo necesario. Por de pronto, el consenso en materia de terrorismo es b¨¢sico, algo que parece hoy inalcanzable, pero a¨²n lo es m¨¢s el convencimiento de que se pueden afrontar los retos pendientes como, de una vez por todas, disponer la dotaci¨®n de medios modernos humanos y materiales, la preparaci¨®n y especializaci¨®n de los cuerpos de inteligencia y de seguridad, la coordinaci¨®n de los mismos -generando un espacio com¨²n en el que la solidaridad y confianza reine-, el fortalecimiento de la coordinaci¨®n judicial, y tantos otros que se podr¨ªan enumerar, para adelantarnos a las intenciones de aquellas redes que antes o despu¨¦s -quiz¨¢s nunca dejaron de hacerlo- vuelvan a poner sus ojos sobre nosotros. Unos ojos que miran m¨¢s pr¨®ximos desde sus nuevas bases del Magreb y del Sahel, con objetivos cada vez m¨¢s concretos y m¨¢s cargados de odio y de rencor porque se consideran injustamente masacrados en Irak.
En este tiempo, no lejano, Espa?a y Europa estar¨¢n al alcance de cualquier bomba o acci¨®n terrorista, y entonces ser¨¢ demasiado tarde. Es ahora, pues, cuando se tienen que hacer las cosas y no luego, cuando ya no tengan remedio, otra vez.
La indiferencia puede convertirse, de nuevo, en la invitada inoportuna y adue?arse de las mentes para adormecer nuestras conciencias con cortinas de humo que nos alejan de los problemas y riesgos reales del terrorismo, de cualquier terrorismo.
S¨®lo la ley y el Estado de derecho nos har¨¢ combatir al monstruo antes de que nos devore y nos permitir¨¢ realizarlo sin ninguna concesi¨®n a los "espacios sin derecho" que nada bueno han aportado a la seguridad del mundo actual. Lo cierto es que se puede conseguir si nos esforzamos todos. ?stas ser¨ªan unas buenas razones para celebrar el aniversario de la guerra de Irak.
Baltasar Garz¨®n Real es magistrado de la Audiencia Nacional.
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