Mujeres y ciencia: discriminaci¨®n y excelencia
Hace unos d¨ªas tuvimos la oportunidad de celebrar los logros de las mujeres trabajadoras, y a este respecto me gustar¨ªa plantear una pregunta que considero muy relevante. Las pol¨ªticas de discriminaci¨®n positiva, para promover la igualdad de hombres y mujeres, ?son compatibles con una adecuada pol¨ªtica cient¨ªfica basada en criterios de m¨¦rito y excelencia acad¨¦mica?
Mi respuesta es "s¨ª". Pero seguramente lo que pueda extra?ar es que me atreva a plantear la cuesti¨®n que, sin embargo, surge continuamente cuando se dise?an pol¨ªticas de promoci¨®n de la igualdad en contextos que se rigen por normas y criterios acordes con sistemas jerarquizados o estructuras meritocr¨¢ticas, como la Ciencia. Ya no es pol¨ªticamente correcto argumentar en contra de las medidas de discriminaci¨®n positiva, en lugar de ello, m¨¢s sutilmente, se argumenta a favor de un compromiso entre lo que se debe hacer para cumplir con las imposiciones de lo pol¨ªticamente correcto y lo que en todo caso habr¨ªa que intentar para conseguir la excelencia. De este modo, la respuesta tranquilizadora a la pregunta-provocaci¨®n ser¨ªa: "Las pol¨ªticas de igualdad son incompatibles con una adecuada pol¨ªtica cient¨ªfica, porque son incompatibles con el dominio exclusivo de los criterios de excelencia acad¨¦mica, pero si nos esforzamos todos, podemos llegar a un compromiso".
A medida que se asciende en la estructura jer¨¢rquica desciende la proporci¨®n de mujeres
Hay otra respuesta posible, aparentemente m¨¢s radical, aunque no es m¨¢s que la consecuencia l¨®gica de la anterior. En realidad, una vez que hemos renunciado a la inviolabilidad del criterio de excelencia, ?por qu¨¦ vamos a establecer ning¨²n compromiso? Mejor echamos por la borda el propio criterio de excelencia acad¨¦mica y reivindicamos otro tipo de pol¨ªtica cient¨ªfica. En el fondo, estar¨ªamos ante una especie de revival de la vieja pol¨¦mica ciencia burguesa / ciencia proletaria. Puesto que la meritocracia cient¨ªfica es incompatible con la igualdad y ¨¦sta es irrenunciable, renunciemos a aqu¨¦lla y definamos un nuevo modelo.
Me parece que ambas respuestas son err¨®neas y perniciosas. Err¨®neas porque parten de un prejuicio compartido, que es la identificaci¨®n de la igualdad o la equidad en la distribuci¨®n de oportunidades con la inexistencia de estructuras jer¨¢rquicas o meritocr¨¢ticas. Y perniciosas porque con la pretensi¨®n de reforzar el valor de las pol¨ªticas de igualdad, en realidad abocan a la reivindicaci¨®n de la diferencia, algo perfectamente leg¨ªtimo pero que, en relaci¨®n con la cuesti¨®n planteada, supone de hecho una renuncia al objetivo inicial.
Creo que puede ser ¨²til en este punto recuperar una vieja distinci¨®n entre desigualdad y dominaci¨®n de la filosof¨ªa pol¨ªtica de tradici¨®n republicana. No todas las desigualdades son injustas, desde luego s¨ª lo son si conllevan asimetr¨ªas de poder y relaciones de dominaci¨®n. Una de estas estructuras sociales de car¨¢cter asim¨¦trico es la Ciencia. Hay razones para ello, bien documentadas por los soci¨®logos. Recordemos los estudios de Merton sobre el reconocimiento del m¨¦rito en las comunidades cient¨ªficas y el llamado efecto Mateo en la distribuci¨®n del reconocimiento social: "El que tiene mucho recibir¨¢ mucho m¨¢s, el que tienen poco hasta lo poco que tiene lo perder¨¢".
El problema de estas estructuras meritocr¨¢ticas no es que existan, sino que se produzcan como consecuencia de mecanismos de discriminaci¨®n y se asienten sobre relaciones de dominaci¨®n. Que haya diferencias entre maestro y disc¨ªpulo no es disfuncional ni injusto, pero que el maestro abuse del disc¨ªpulo, o se aproveche de su trabajo en detrimento del m¨¦rito ajeno, es inmoral y pernicioso para el sistema cient¨ªfico.
Ahora bien, ?por qu¨¦ ocurre precisamente que las diferencias jer¨¢rquicas se vean sistem¨¢ticamente dobladas por desigualdades sociales como las de sexo, etnia, clase social, etc¨¦tera? ?ste es el caso de la posici¨®n de las mujeres en el sistema cient¨ªfico. En la base del sistema hay un elevado grado de igualdad (igual n¨²mero de mujeres que de hombres en el sistema universitario, por ejemplo). Pero a medida que se asciende en la estructura jer¨¢rquica, la proporci¨®n de mujeres desciende inexorablemente.
Hay mecanismos sociales que explican esta situaci¨®n. Supongamos que, por razones culturales o por simple inercia social, se produce de hecho un ligero sesgo en la selecci¨®n de candidatos o candidatas en el primer escal¨®n de una estructura jer¨¢rquica. Aun admitiendo que el sesgo es muy peque?o, a medida que ¨¦ste se hereda en los siguientes escalones y que en ellos las opciones disponibles se van reduciendo, el efecto acumulativo de la discriminaci¨®n pronto arrojar¨¢ un resultado alarmante.
La forma de luchar contra la acumulaci¨®n de esas desigualdades a lo largo de la escala jer¨¢rquica es compensar el sesgo discriminatorio con medidas de discriminaci¨®n alternativa. Este tipo de medidas no atentan contra los criterios de excelencia cient¨ªfica. No se trata de abolir el m¨¦rito para la promoci¨®n de mujeres, sino de evitar que la aplicaci¨®n de ese criterio se vea dificultada por la existencia de sesgos previos.
Algunas de las medidas que estamos poniendo en pr¨¢ctica en la pol¨ªtica cient¨ªfica del Gobierno responden a esta l¨®gica. Por ejemplo, a igualdad aproximada de m¨¦ritos cient¨ªficos, y siempre que se supere un umbral de calidad acad¨¦mica, primamos los grupos de investigaci¨®n que incorporen m¨¢s mujeres o que sean liderados por mujeres. Y a igualdad aproximada de requisitos acad¨¦micos, preferimos comisiones paritarias, o al menos proporcionales, para intervenir en los procesos de selecci¨®n y evaluaci¨®n de personal acad¨¦mico.
Hay algunas cr¨ªticas a esta forma de proceder, aunque creo que no est¨¢n exentas de cierta hipocres¨ªa. Por ejemplo, si asignamos cinco puntos sobre 100 a los criterios de discriminaci¨®n positiva de g¨¦nero en la evaluaci¨®n de proyectos cient¨ªficos, eso implica que de dos proyectos con puntuaci¨®n casi igual (4% de diferencia, por ejemplo) saldr¨ªa primado el que fuera beneficiado por el criterio de discriminaci¨®n positiva (en un 5%). Y aqu¨ª viene el esc¨¢ndalo: un punto fat¨ªdico (5 - 4 = 1) puede inclinar la balanza a favor de las mujeres y en contra de la excelencia cient¨ªfica. Se podr¨ªa admitir este argumento... S¨®lo que la variabilidad estad¨ªstica de las puntuaciones con las que se eval¨²an proyectos cient¨ªficos es seguramente bastante mayor que el 5%. As¨ª que, s¨ª es cierto: la discriminaci¨®n a favor de la mujer "viola" los criterios de excelencia... en un margen inferior al error estad¨ªstico esperable. Sin duda habr¨ªa sido mucho mejor deshacer el empate echando una moneda al aire. Pero no s¨¦ por qu¨¦.
Esperamos con total confianza que el resultado de estas pol¨ªticas no s¨®lo va a ser un sistema cient¨ªfico m¨¢s igualitario y m¨¢s justo, sino tambi¨¦n -y sobre todo, en este caso- m¨¢s eficiente: nos permitir¨¢ incorporar a la aventura cient¨ªfica seguramente a la mitad, al menos, de los "cerebros" m¨¢s brillantes de la especie humana, los de las mujeres.
Miguel A. Quintanilla Fisac es secretario de Estado de Universidades e Investigaci¨®n.
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