Peque?os lujos necesarios
En la zona alta del Eixample, el ensanche barcelon¨¦s que en 1859 ideara Ildefons Cerd¨¤, a¨²n quedaba hace seis a?os un solar de propiedad municipal, con frente a la calle de Londres y esquina a la de Villarroel, que adem¨¢s ocupaba buena parte del interior de la manzana. Estos bordes de la c¨¦lebre cuadr¨ªcula, alejados del centro antiguo y pr¨®ximos a la Diagonal, se fueron colmatando en la segunda mitad del siglo XX con un tipo de edificaci¨®n que respeta la alineaci¨®n de las fachadas y el fondo edificable m¨¢ximo de 28 metros, pero no aspira en su moderna disparidad a formar un conjunto homog¨¦neo. Por eso, cuando los arquitectos Jaime Coll y Judith Leclerc se enfrentaron en 2001 al concurso que convoc¨® el Ayuntamiento de Barcelona a trav¨¦s de su gestora ProEixample para realizar un edificio de equipamientos en el solar, no se sintieron atados por ning¨²n patr¨®n de homologaci¨®n estil¨ªstica, y pusieron su inter¨¦s en resolver con las armas del proyecto y la construcci¨®n un programa complejo que deb¨ªa dar cabida no s¨®lo a un Centro de Ense?anza Infantil y Primaria (CEIP), sino tambi¨¦n a una guarder¨ªa, un conjunto de 45 viviendas de alquiler para j¨®venes y un aparcamiento para 400 veh¨ªculos.
Han invertido su mayor esfuerzo en proporcionar a sus habitantes lo esencial: aire, sol y vistas
Su propuesta, ganadora del concurso, se apoy¨® en un reconocido antecedente de intervenci¨®n en el Eixample: el edificio Mediterr¨¢neo del arquitecto Antonio Bonet Castellana, en la calle del Consell de Cent, 162, que hace una revisi¨®n del Plan Cerd¨¤ recurriendo a su potencial originario, m¨¢s amplio de posibilidades que lo legado por la realidad construida. Bonet hizo en 1960 una adaptaci¨®n de la moderna tipolog¨ªa del bloque de viviendas a la manzana de ensanche, como treinta a?os antes hiciera Secundino Zuazo en la madrile?a Casa de las Flores, con la peculiaridad de que el Plan Cerd¨¤ cuenta en sus manzanas con amplios chaflanes, muy diferentes de la breve esquina del Plan Castro que afectaba en Madrid al barrio de Arg¨¹elles. Este pie forzado oblig¨® al maestro barcelon¨¦s Bonet a exfoliar su bloque de obligado fondo de 28 metros en dos m¨¢s estrechos que se deslizan uno sobre otro dejando en medio un patio longitudinal de escaleras y ascensores, y dando lugar a una esquina en ¨¢ngulo hacia dentro que produce una ampliaci¨®n del espacio urbano.
Cuarenta a?os despu¨¦s, en este proceso de interpretaciones urban¨ªsticas sobre un mismo tema, el estudio Coll Leclerc recoge el testigo dejado por Bonet y ejecuta un arriesgado ejercicio de fragmentaci¨®n de la profunda cruj¨ªa disponible, consiguiendo casi todos sus objetivos y algunos m¨¢s que no estaban ni so?ados en el planteamiento del concurso. Estos arquitectos, ¨¦l mallorqu¨ªn y ella canadiense, que entrando en su juvenil cuarentena ya atesoran una gran experiencia nacional e internacional en el mundo de los concursos, la investigaci¨®n y la docencia, disponen de dos armas fundamentales: conocimiento e ideas, y una seguridad basada en m¨²ltiples proyectos de car¨¢cter p¨²blico, que les lleva a anteponer la rentabilidad social de un espacio y unos medios econ¨®micos limitados a la brillantez formal y tantas veces huera de contenido que impera en el panorama medi¨¢tico y acad¨¦mico de los ¨²ltimos a?os.
La divisi¨®n en dos bloques
alargados, con una calle peatonal y privada entre ellos, permite esponjar el conjunto y evita los inevitables patios cerrados del Eixample. El bloque que da a la calle de Londres es un volumen largo y estrecho, s¨®lo de viviendas, aunque en sus plantas bajas aloje otros usos y accesos transversales desde la calle al aparcamiento, al patio de manzana directamente desde la calle y a la guarder¨ªa, que tiene la mayor parte de su superficie en el bloque posterior, que tambi¨¦n aloja la unidad de ense?anza infantil y primaria, junto con servicios de gimnasio y comedor. Este volumen interior se compone de dos partes: una m¨¢s alta que coincide exactamente con el testero de las casas de la calle de Villarroel, de esta manera, tapado por la nueva construcci¨®n, y otra de tres plantas aterrazadas sobre el amplio patio de la manzana, que es jard¨ªn y cancha de juegos para los ni?os.
Todo el conjunto se vierte en suave cascada hacia el interior, mejor lugar que la calle al tener orientaci¨®n al mediod¨ªa y estar liberado del ruido de los veh¨ªculos rodados. Las aulas infantiles se asoman a sus amplias y soleadas terrazas, en tanto que las viviendas, separadas de los ni?os por el callej¨®n peatonal, tienen sus accesos tambi¨¦n por el lado sur mediante una ins¨®lita f¨®rmula de pasarelas en voladizo. Es una trasposici¨®n de la cl¨¢sica tipolog¨ªa de corredor, pero en este caso el pasillo circula separado dos metros del acristalado cerramiento de los pisos, y se une a ¨¦stos por puentes que saltan sobre el vac¨ªo hasta las entradas de las viviendas, configurando peque?as terrazas que se protegen hasta cierta altura por un entablado de madera.
Las propias viviendas est¨¢n
concebidas como m¨®dulos limpios de 45 metros cuadrados con vistas a norte y a sur, y una organizaci¨®n flexible a partir de un ¨²nico tabique central con dos paneles deslizantes. La confianza en la capacidad de relaci¨®n y sentido poco restrictivo de la privacidad que tiene la gente joven cuando se encuentra en un entorno homog¨¦neo en edad ha inspirado en este caso un dise?o abierto y sociable que recuerda los risue?os recorridos de Jacques Tati para acceder a su buhardilla en Mon Oncle, quiz¨¢ la primera cr¨ªtica hecha desde el cine a la esquem¨¢tica funcionalidad moderna de los a?os cincuenta. A?os en los que, por cierto, surgen en toda Europa memorables propuestas de viviendas m¨ªnimas y experimentales, como las de los arquitectos ingleses Alison y Peter Smithson a las que podr¨ªa evocar esta obra de Coll y Leclerc, aunque la tecnolog¨ªa constructiva empleada -modesta pero plenamente actual- aleje su dise?o de cualquier tentaci¨®n nost¨¢lgica o meramente revisionista.
El nivel de precisi¨®n con que est¨¢ encajado este puzle se aprecia en su plenitud al conocerlo directamente y comprobar el cuidado con que se ha dotado de vistas y soleamiento a todas las viviendas, o como se ha solventado el dif¨ªcil reto de la esquina, aut¨¦ntica piedra de toque de las manzanas de cualquier ensanche, consiguiendo abundante luz natural para todos los espacios de las aulas que dan a ella.
Y aunque se podr¨ªan discutir cuestiones parciales, algunas derivadas del estricto presupuesto manejado, lo mejor que se puede decir es que con ser una arquitectura hermosa en su potente sinceridad constructiva, lo es sobre todo por extraer nuevas posibilidades a la aparentemente agotada manzana del Plan Cerd¨¤, por ofrecer f¨®rmulas de coexistencia entre la infancia y la juventud, y por invertir su mayor esfuerzo en proporcionar a sus habitantes lo esencial: aire, sol y vistas, que como dicen sus propios autores, son peque?os lujos necesarios, los "small pleasures of life", que acertadamente grafiaba en uno de sus escritos el antes mencionado Peter Smithson.
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