El ahijado de Kafka
Fue en Zipaquir¨¢, mientras cursaba el bachillerato entre 1943 y 1946, cuando empez¨® con fuerza la vocaci¨®n literaria de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. El fr¨ªo y la soledad de los Andes lo convirtieron en un lector insomne y en un hacedor enfebrecido de poemas piedracielistas. Paralelamente, escribi¨® su primer cuento, Psicosis obsesiva, sus primeras cr¨®nicas period¨ªsticas y sus primeras prosas l¨ªricas, que public¨® en la Gaceta Literaria, del Liceo Nacional de Varones, con el seud¨®nimo de Javier Garc¨¦s. En El instante de un r¨ªo, su primera prosa creativa conocida, aparecen ya algunos brotes del mundo de Macondo: una lluvia milagrosa de flores moradas y el manejo del espejo del agua como elemento de transposici¨®n po¨¦tica.
Entre las diversas y fruct¨ªferas lecturas de estos a?os destacan dos: Las profec¨ªas de Nostradamus, pues ah¨ª empez¨® a perfilarse el personaje Melqu¨ªades, y las obras completas de Freud, que habr¨ªan de influirlo con su estilo narrativo y el tema de los sue?os y las pesadillas. Pero tal vez todo hubiera quedado en poco si en 1947, mientras estudiaba primero de Derecho en la Universidad Nacional de Bogot¨¢, no se hubiera topado con La metamorfosis de Kafka, que lo impuls¨® a escribir su primer cuento, 'La tercera resignaci¨®n', y el resto de Ojos de perro azul. M¨¢s importante a¨²n: Kafka lo retrotrajo al mundo de su abuela, de Aracataca, que es el verdadero cogollo de su destino de escritor. Porque, sin ninguna duda, Garc¨ªa M¨¢rquez ser¨ªa un escritor o un hombre distinto de no haber nacido en Aracataca y de no haberse criado hasta los diez a?os con sus abuelos maternos, Nicol¨¢s Ricardo M¨¢rquez Mej¨ªa y Tranquilina Iguar¨¢n Cotes.
Aracataca, la casa natal y los
abuelos son la trinidad decisiva de su destino, pues gracias a estas referencias pudo llegar a concebir gran parte de sus obras, en especial Cien a?os de soledad, El coronel no tiene quien le escriba, La hojarasca, la mayor¨ªa de los cuentos de Los funerales de la mam¨¢ grande y buena parte de El amor en los tiempos del c¨®lera.
La Aracataca en la que naci¨® el escritor el 6 de marzo de 1927 era un pueblo de Babel en el que, gracias a la explotaci¨®n bananera de la United Fruit Company, convergieron europeos, americanos, ¨¢rabes, jud¨ªos y latinoamericanos. Se hablaban hasta tres y cuatro lenguas, se bailaba la cumbiamba con billetes encendidos, se relajaron la moral y las costumbres al son de los salones de baile, los billares y las galleras. En el ocaso de las bananeras, los dirigentes anarquistas dirigieron la gran huelga de los trabajadores que termin¨® con cientos de muertos en la estaci¨®n de tren de Ci¨¦naga el 6 de diciembre de 1928. Este hecho marc¨® la historia de toda la zona bananera, pues la compa?¨ªa se fue y Aracataca y otros pueblos quedaron en la inopia, mientras en la casona del coronel M¨¢rquez y de la abuela Tranquilina crec¨ªa un ni?o que desde la m¨¢s temprana edad lo o¨ªa y lo preguntaba todo: Gabito. Los abuelos no s¨®lo le contaron lo que ocurr¨ªa en el pueblo, invadido y luego abandonado por la hojarasca de los advenedizos, sino que le siguieron contando sus propias historias y las historias de sus antepasados de Riohacha y Barrancas.
En las caminatas por las calles y las plantaciones de banano, el abuelo lo llevaba de la mano mientras le contaba las historias de sus antepasados, de la guerra de los Mil D¨ªas, en la que ¨¦l hab¨ªa sido coronel, y el nieto pod¨ªa ver que en sus historias los muertos se mor¨ªan de verdad, pues era el mundo ¨¦pico, el de las cosas que pasan. Y la m¨¢s ¨¦pica de todas era la historia de Bol¨ªvar, de tal manera que el abuelo llev¨® a Gabito con siete a?os a que conociera la quinta de San Pedro Alejandrino donde hab¨ªa muerto el Libertador. Por el contrario, en las historias de la abuela y de las t¨ªas hab¨ªa una visi¨®n intimista, fantasmag¨®rica, donde los muertos segu¨ªan viviendo junto a los vivos.
De la relaci¨®n del ni?o con
aquella casa llena de esp¨ªritus y con sus abuelos maternos, no s¨®lo saldr¨ªa lo esencial de su mundo literario, sino que ello influir¨ªa en la estructura espacio-temporal de muchos de sus libros. As¨ª, por ejemplo, las distintas formas del tiempo en Cien a?os de soledad, desde el dom¨¦stico al psicol¨®gico, desde el hist¨®rico-legendario al m¨ªtico, guardan una profunda filiaci¨®n en la relaci¨®n del nieto con la casa, con los abuelos y con la visi¨®n que ¨¦stos ten¨ªan del mundo.
Dasso Sald¨ªvar (Colombia, Antioquia, 1951) es autor del libro Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. El viaje a la semilla.
Palabras usadas por Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez en sus obras,hoy en el umbral del desuso:
Atolondrado
"El tiempo aplac¨® su prop¨®sito atolondrado, pero agrav¨® su sentimiento de frustraci¨®n", en Cien a?os de Soledad.
Currutaco
"Pens¨® que Pietro Crespi era un currutaco de alfe?ique junto a aquel protomacho", en Cien a?os de soledad.
Bordonear
"El coronel se sinti¨® impaciente, atormentado por el sopor y por la bordoneante mujer que pas¨® directamente de los sue?os al misterio de la reencarcaci¨®n", de
El coronel no tiene quien le escriba.
Embrollar
"Pues tan pronto como ¨¦l cortaba el naipe las cartas se volv¨ªan pozos de aguas turbias, se embrollaba el sedimento del caf¨¦ en el fondo de la taza donde ¨¦l hab¨ªa bebido", en El oto?o del patriarca.
Pendejo / Vaina
"Arrastraba sus patas de hu¨¦rfano desangr¨¢ndose a gotas de hiel con el orgullo herido por la amargura irredimible de que estas vainas me pasan por lo pendejo que me he vuelto", de El oto?o del patriarca.
Trapisonda
"?l puso todo su empe?o en ense?arle las trapisondas que hab¨ªa visto hacer a otros por los agujeros del hotel de paso", en El amor en los tiempos del c¨®lera.
Aguaitar
"Gozo del privilegio sacro de escribir en casa, con el tel¨¦fono descolgado para que nadie me disturbe, y sin censor que aguaite lo que escribo por encima de mi hombro", en Memorias de mis putas tristes.
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