Europa va al psic¨®logo
?C¨®mo influir en este complejo y vol¨¢til Estado de 500 millones de ¨¢nimos?
Si Europa fuera una persona, la enviar¨ªa al psic¨®logo. Es lo que dice el director de cine polaco Krzysztof Zanussi, y tiene algo de raz¨®n. ?Por qu¨¦ est¨¢ tan deprimida esta cincuentona? Como ocurre en el caso de muchas personas que se sienten deprimidas, las circunstancias objetivas no justifican los sentimientos subjetivos. Le va bastante bien, tiene una vida c¨®moda, cuenta con la simpat¨ªa de sus amigos y el amor de su familia y, sin embargo, se siente mal en su pellejo, acosada por las dudas, por no decir llena de angustia. Se necesita urgentemente una dosis de terapia conductista cognitiva. Y hasta aqu¨ª hemos llegado, como mucho, con la met¨¢fora. Porque Europa no es una mujer, sino casi 500 millones de hombres, mujeres y ni?os en la Uni¨®n Europea actual, casi 750 millones, si a ellos se a?aden los europeos e hipot¨¦ticos europeos que no est¨¢n en la UE, incluidos los de Ucrania, Rusia y Turqu¨ªa.
Europa son casi 500 millones de hombres, mujeres y ni?os, casi 750 millones si se a?aden los europeos que no est¨¢n en la UE
En t¨¦rminos muy generales, podr¨ªa decirse que las opiniones positivas y negativas sobre la Uni¨®n est¨¢n repartidas m¨¢s o menos al 50%
Los l¨ªderes no han sabido hasta ahora presentar la narraci¨®n de la UE como una historia de la difusi¨®n de la libertad
Hasta cierto punto, podemos medir el estado de ¨¢nimo de esos 500 millones de personas mediante sondeos de opini¨®n, grupos de estudio, foros de Internet y otros instrumentos semejantes. Una encuesta reciente del Financial Times, realizada en Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Espa?a, revelaba que, incluso en esos pa¨ªses, entre los m¨¢s ricos y pr¨®speros de la Uni¨®n, el 44% de los entrevistados pensaba que la vida hab¨ªa empeorado desde que su pa¨ªs se incorpor¨® a la UE. Al preguntar: "?Qu¨¦ es lo primero que le sugiere la UE?", el 31% contestaba que el mercado ¨²nico, seguido del 20% que hablaba de la burocracia. Las desigualdades ten¨ªan tantas menciones como la paz (7%).
El ¨²ltimo Eurobar¨®metro de la propia UE revela que poco m¨¢s de la mitad de los encuestados (en todos los Estados miembros, m¨¢s varios pa¨ªses candidatos) piensa que la pertenencia de su pa¨ªs a la Uni¨®n es (o ser¨ªa) beneficiosa, y poco menos de la mitad tiene una imagen positiva de la Uni¨®n. Los europeos que comentan estos temas en los principales medios digitales, como las p¨¢ginas web de la BBC y The Guardian, est¨¢n ruidosamente divididos. Igual que las personas de toda condici¨®n con las que hablo en cualquier parte de Europa.
En t¨¦rminos muy generales, podr¨ªa decirse que las opiniones positivas y negativas sobre la UE est¨¢n repartidas m¨¢s o menos al 50%. Eso no quiere decir que la mitad de los ciudadanos de la UE est¨¦n totalmente a favor y la mitad en contra. Muchos europeos, si no la mayor¨ªa, tienen sentimientos encontrados: Hans, de Hamburgo, est¨¢ dos terceras partes a favor y una tercera parte en contra, y Milada, de Praga, est¨¢ dos terceras partes en contra y una tercera parte a favor.
El reto, pues, tanto para los dirigentes europeos que se re¨²nen este fin de semana en Berl¨ªn como para los que, en general, apoyamos el proyecto europeo, es ¨¦ste: ?c¨®mo influir en este complejo y vol¨¢til estado de 500 millones de ¨¢nimos? ?C¨®mo hacer que Europa se sienta m¨¢s contenta de s¨ª misma? Algunos pol¨ªticos y observadores dan la respuesta de Nike: hazlo. La clave, dicen, est¨¢ en cumplir. Si los europeos est¨¢n pesarosos con respecto a Europa, tienen sus motivos. Si nuestros ciudadanos relacionan la UE con la burocracia es porque es demasiado burocr¨¢tica. Cuando la UE y sus Estados miembros sean capaces de crear m¨¢s empleo, reducir las desigualdades, invertir en investigaci¨®n y desarrollo y combatir el cambio clim¨¢tico, m¨¢s europeos se sentir¨¢n satisfechos. Lo que se necesita no son palabras, sino hechos.
Es dif¨ªcil refutar este argumento. La proporci¨®n entre hechos y palabras en la UE es alarmantemente baja. Y ese an¨¢lisis, desde luego, resulta mucho m¨¢s convincente que la visi¨®n panglosiana que se oye a veces en boca de los funcionarios de Bruselas cuando dicen que, en realidad, es un problema de presentaci¨®n. Que lo ¨²nico que necesita la UE es tener mejores relaciones p¨²blicas. En otras palabras: ojal¨¢ el pobre populacho ignorante fuera capaz de entender el maravilloso trabajo que llevamos a cabo las ¨¦lites europeas en su beneficio. Pero la verdad es que los hechos y las palabras, las pol¨ªticas y los mensajes, y, como habr¨ªa dicho Karl Marx, el ser y la conciencia, no pueden separarse de esa forma.
Mejor de lo que parece
Es verdad, incluso descartando la enorme complacencia de los eur¨®cratas, que muchos europeos no aprecian en lo que vale hasta qu¨¦ punto muchas de las cosas que hacen sus vidas m¨¢s agradables que antes -la posibilidad de vivir, viajar y trabajar en cualquier punto de Europa, los vuelos baratos, la atm¨®sfera y las playas m¨¢s limpias, los equipos de f¨²tbol con jugadores como Thierry Henri, para no hablar de la paz y la libertad- son consecuencia, al menos parcial y a veces directa, de la UE. La realidad es mejor de lo que parece.
Por otra parte, los dirigentes europeos se pierden muchas cosas por no prestar la suficiente atenci¨®n a las cosas que importan a los europeos. En los ¨²ltimos meses he llevado a cabo un peque?o experimento, con una p¨¢gina web (europeanstory.net) en la que la gente puede responder a una propuesta para crear una nueva narraci¨®n europea, contada en funci¨®n de nuestro progreso (o no progreso), desde seis pasados muy distintos, hacia seis objetivos comunes: libertad, paz, ley, prosperidad, diversidad y solidaridad. Es un trabajo que estoy realizando con un interesante grupo multiling¨¹e de estudiantes europeos en Oxford, y hemos creado una p¨¢gina en la que la gente puede votar cu¨¢les son sus dos objetivos m¨¢s importantes.
S¨¦ptimo objetivo
Hasta el momento, la libertad va muy por delante. Tambi¨¦n aparece sin cesar en los mensajes que deja la gente. Sin embargo, en la encuesta del Financial Times, la libertad no figura en absoluto entre las cosas que le sugiere la UE a los ciudadanos. Mi conclusi¨®n es que los l¨ªderes europeos, hasta ahora, no han sabido presentar convincentemente la narraci¨®n de la UE como una historia de la difusi¨®n de la libertad. Asimismo, el debate ha dejado ya muy claro que tenemos que a?adir un s¨¦ptimo objetivo com¨²n de los europeos, relacionado con el medio ambiente.
El problema ante el que nos encontramos no es s¨®lo de comunicaci¨®n en ambas direcciones, de explicar y escuchar. Es adem¨¢s la falta de una esfera p¨²blica europea. Los europeos leen peri¨®dicos distintos y ven televisiones distintas, normalmente, en distintos idiomas. Las ¨²nicas publicaciones que quiz¨¢ leen todos proceden de Estados Unidos. No existen, en la pr¨¢ctica, medios paneuropeos. El simple hecho de difundir una propuesta como la de la nueva historia europea en todas las lenguas de Europa es una tarea inmensa. La lengua com¨²n de los debates transeuropeos que se desarrollan en la Red, en sitios como opendemocracy.net y signandsight.com (cuyo lema es Hablemos europeo), es el ingl¨¦s, y eso supone una gran limitaci¨®n. En europeanstory.net, alguien hizo un comentario en portugu¨¦s, y otros respondieron con frases como ¨¦stas: "La traducci¨®n del portugu¨¦s de Alta Vista sugiere que t¨² opinas que..." y "Por desgracia, no comprendo bien el portugu¨¦s. Pero lo que pude entender de tu art¨ªculo me pareci¨® interesante :-)". El emotic¨®n, cort¨¦s pero calladamente impotente, lo dice todo. La conversaci¨®n es tan err¨¢tica como la de unos alumnos de preescolar despu¨¦s de unas cervezas en el pub.
Tampoco existe un teatro pol¨ªtico europeo. Cada pa¨ªs tiene su propio drama nacional: el show de Gordon y Tony, en Reino Unido; el show de Silvio y Romano, en Italia. En nuestras diversas lenguas europeas, todos observamos con fascinaci¨®n el melodrama de la pol¨ªtica estadounidense. Seguimos con cierto inter¨¦s la opereta de unos cuantos Estados europeos importantes: por ejemplo, las elecciones presidenciales francesas. Pero no existe un teatro continuo de pol¨ªtica europea que todos sigamos juntos (Bruselas y teatro no son dos palabras que combinen bien). De modo que la Uni¨®n Europea, a sus 50 a?os, no s¨®lo necesita contar una narraci¨®n mejor. Tambi¨¦n necesita decidir qui¨¦n, en qu¨¦ lengua y a trav¨¦s de qu¨¦ medios va a contarla.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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