Los hombres las siguen matando
Un anillo de oro, diamantes y zafiros. Eso le ofreci¨® Jaume Guash a Celia en Nochebuena. Pero ella no quiso casarse con ¨¦l. El 10 de enero hallaron su cad¨¢ver con un tiro en la cabeza. Fue la primera v¨ªctima mortal por violencia de g¨¦nero de 2007.
A la brasile?a Rita Cassia Santos su marido la golpeaba "hasta porque era guapa"
El primer problema es la escasez de denuncias en los casos que terminan en muerte
"Hay que hacerles ver que ellos tambi¨¦n ganan si tienen una compa?era, en lugar de una esclava"
La valoraci¨®n del riesgo debe centrarse en la peligrosidad del agresor m¨¢s que en que ella sea vulnerable
Los recursos son limitados, pero hay mujeres que necesitar¨ªan incluso escolta permanente
Debajo de estas l¨ªneas figuran los rostros y las historias de Celia, Rosario, Ketty, Rita, Mar¨ªa del Carmen, Virtudes, Mar¨ªa del Carmen, Noelia, Angelina, Gina, Mercedes, Karen y Conxita. Trece mujeres muertas. La m¨¢s joven ten¨ªa 25 a?os. La mayor, 85. Ocho espa?olas y cinco latinoamericanas. Con hijos y sin ellos. Limpiadoras, camareras, dependientas de supermercado, jubiladas, geriatras, conductoras de ambulancias, mariscadoras, abogadas. Todas han muerto a manos de sus compa?eros o ex compa?eros. Apu?aladas, estranguladas, tiroteadas o, como la barcelonesa Mercedes Molina, rociada con disolvente y quemada viva. Mercedes s¨®lo quer¨ªa dejar a su marido. La muerte, en casi todos los casos se produjo, o despu¨¦s de una separaci¨®n, o cuando ellas decidieron rehacer su vida sentimental. Cuando se resistieron a ser una posesi¨®n.
Desde 1999 han fallecido 505 mujeres en Espa?a v¨ªctimas de esta espiral. La ley integral contra la violencia de g¨¦nero, de gran dureza con los agresores y aprobada por unanimidad en las Cortes en diciembre de 2004, lleva m¨¢s de un a?o y medio funcionando a pleno gas. A¨²n as¨ª, el n¨²mero de fallecidas no disminuye (60 en 2005, 68 en 2006), la mayor¨ªa de las v¨ªctimas mortales no se atrevi¨® a denunciar, se mantiene el muro de silencio de vecinos y familiares, y las ¨®rdenes de alejamiento no bastan para frenar a todos los agresores empe?ados en matar, y muchas veces dispuestos a morir. ?Es imposible, entonces, evitar a corto plazo estos cr¨ªmenes?
Las instituciones insisten en que las leyes no acaban con los delitos y aseguran que es necesario m¨¢s tiempo para cambiar la mentalidad de los agresores y acabar con el miedo de las mujeres
S¨®lo tres de las 13 v¨ªctimas de este a?o ten¨ªan medidas de protecci¨®n cuando fueron asesinadas. Otras dos se arrepintieron de haber puesto una denuncia y renunciaron a la ayuda. El resto, nada. Ni siquiera hab¨ªan dado ese primer paso necesario para que la ley las protegiera. Ni ellas, ni nadie. Tampoco los vecinos o familiares que, una vez muerta la mujer, recuerdan los gritos y palizas, los ojos hinchados y los moratones que observaban en ella cuando se la encontraban en el portal.
?ste es el primer problema: la escasez de denuncias en casos que acaban en muerte. El porcentaje de fallecidas en 2006 que hab¨ªan denunciado fue tan s¨®lo del 30%, y en lo que va de a?o la cifra es a¨²n menor. Cuando no hay denuncia, ni siquiera empiezan a funcionar los mecanismos de protecci¨®n del Estado. "Pero no podemos hacer responsables a las v¨ªctimas por no haber denunciado", opina Consuelo Abril, presidenta de la Comisi¨®n de los Malos Tratos a Mujeres. "Lo que hay que pensar es qu¨¦ ha fallado en el sistema. Una mujer maltratada est¨¢ muy da?ada, tiene miedo. Necesita ayuda de la ley, los operadores jur¨ªdicos y el resto de la sociedad".
Lo cierto es que la sociedad todav¨ªa no sabe c¨®mo enfrentarse a problemas que ocurren de puertas adentro, en la intimidad de un hogar. "Ella pasaba dos o tres d¨ªas encerrada en casa tras las palizas y luego volv¨ªas a verla en la calle", explica una vecina de la boliviana Karen Vargas, de 25 a?os, que fue asesinada el 26 de febrero en O Porri?o (Pontevedra). En el edificio era m¨¢s que conocido el calvario al que la somet¨ªa su pareja. Un d¨ªa incluso vieron llegar una ambulancia para atender a la chica. Pero nadie denunci¨® al agresor.
Cuando la brasile?a Rita Cassia Santos fue a pedir ayuda a la asociaci¨®n Ant¨ªgona, les cont¨® que su marido le pegaba "hasta porque era guapa". Ellas quisieron poner el caso en conocimiento de las autoridades, pero Rita, por miedo y "por su peque?a" -hija tambi¨¦n del asesino-, les dijo que no ratificar¨ªa la denuncia. La encontraron en la calle con un tiro en la espalda. Se dirig¨ªa a cobrar la pensi¨®n fijada en la sentencia de divorcio.
Es necesario que, al igual que se llama a la polic¨ªa cuando se presencia un robo, tambi¨¦n se avise si se sabe que la vecina es maltratada por su pareja. La secretaria de Igualdad de la Xunta de Galicia, Carme Ad¨¢n, despu¨¦s del asesinato de Karen Vargas, hizo un llamamiento para que todos aquellos que conozcan casos de este tipo "acudan al menos a los servicios sociales del Ayuntamiento a informar, para que ¨¦stos puedan hacerse cargo".
"La sensibilizaci¨®n social s¨ª influye en las muertes", se?ala Miguel Lorente, director general de Asistencia Jur¨ªdica a V¨ªctimas de la Violencia de la Junta de Andaluc¨ªa. "Seg¨²n los bar¨®metros del CIS, la media de personas que consideraban la violencia de g¨¦nero un problema grave era del 2,4% hasta 2004. Ese a?o subi¨® hasta el 6,4% por el gran debate social que hubo, y en 2005 baj¨® la cifra de homicidios. En 2006, sin embargo, s¨®lo un 2,9% consideraba los malos tratos un problema grave, y las muertes aumentaron. Parece que la gente ha pensado que la nueva ley va a resolver per se el problema, y esto no es as¨ª".
Han pasado ya 10 a?os desde la muerte de Ana Orantes, la mujer de 60 a?os que quemada viva por su marido despu¨¦s de haber denunciado en televisi¨®n 40 a?os de martirio y malos tratos. El caso marc¨® un antes y un despu¨¦s en la lucha contra la violencia de g¨¦nero y en la conciencia social de la magnitud del problema. Ya no ocurre, como entonces, que el juez recomiende a la v¨ªctima volver con su agresor. "En cuarenta a?os que llevo en el juzgado nunca hab¨ªa visto llorar a un hombre por una mujer como ¨¦l llora", le dijo el magistrado a Ana. Ella perdon¨® a su marido. Y cuando despu¨¦s decidi¨® separarse, el juez la oblig¨® a vivir en la misma casa que el maltratador: ella en el piso de arriba y ¨¦l en el de abajo. Hasta que un mal d¨ªa la mat¨®.
Ahora hay ¨®rdenes de protecci¨®n que permiten dictar r¨¢pidamente medidas cautelares penales (como el alejamiento, que est¨¢ decretado en estos momentos respecto a 35.498 agresores) y civiles (como la atribuci¨®n de la vivienda familiar para que pueda cesar la convivencia sin que la v¨ªctima se quede en la calle). Hay protocolos de coordinaci¨®n entre jueces y polic¨ªas; un c¨®digo penal que sanciona con extrema severidad; servicios de teleasistencia con sistemas de localizaci¨®n a los que tiene derecho cualquier v¨ªctima desde que se dicta una orden de alejamiento, y que protegen a m¨¢s de 6.000 mujeres; juzgados especializados; centros de acogida, y todo tipo de ayuda jur¨ªdica, social y psicol¨®gica para las mujeres maltratadas. Sin embargo, ellas siguen muriendo.
Ketty, Noelia y Gina s¨ª hab¨ªan dado el primer paso, dif¨ªcil, de reconocer la situaci¨®n de maltrato y acudir a la polic¨ªa a denunciarlo. Ketty Tomala era ecuatoriana. Ten¨ªa 39 a?os y dos hijas. Hab¨ªa llegado a Palma de Mallorca sola seis a?os antes y hab¨ªa trabajado duro para pagar el viaje a su marido, Augusto Fernando Vega, el mismo que la acab¨® asesinando.
Por las broncas y palizas que recib¨ªa, hab¨ªa pedido una orden de alejamiento, que le concedieron el 7 de septiembre de 2006, pero Ketty a veces le dejaba entrar en casa. Dos d¨ªas antes del crimen lo hab¨ªa echado definitivamente del domicilio. Pero la orden de alejamiento no fue un impedimento para que la matara: el criminal consigui¨® convencer a una vecina anciana de la misma planta para que le dejara saltar por la terraza de su piso. Le explic¨® que se hab¨ªa dejado las llaves dentro de casa. Una vez en el balc¨®n, entr¨® en la vivienda y acuchill¨® hasta matarlos a Ketty y a su novio.
Noelia P¨¦rez Rivero no consegu¨ªa romper su relaci¨®n con Mariano L¨®pez. Estuvo tres a?os con ¨¦l, a lo largo de los cuales present¨® varias denuncias por malos tratos. Obtuvo dos ¨®rdenes de protecci¨®n que inclu¨ªan el alejamiento del agresor. Pero siempre le perdonaba, y volv¨ªa con ¨¦l. El padre de Noelia asegura que era un maltratador habitual, que hab¨ªa pegado a las dos mujeres con las que estuvo antes. La relaci¨®n se rompi¨® por ¨²ltima vez en enero, cuando ¨¦l la amenaz¨® con un cuchillo y le caus¨® peque?as heridas en la espalda. Volvi¨® a denunciarlo y el juez decret¨® el alejamiento, pero ella rechaz¨® el dispositivo de alarma que le ofreci¨® la polic¨ªa. Quince d¨ªas despu¨¦s, Noelia paseaba por la calle cuando su ex compa?ero se baj¨® de un coche y la hiri¨® en el cuello, en el pecho y en una mano. Muri¨® horas despu¨¦s en un hospital de Alcal¨¢ de Guadaira (Sevilla). El d¨ªa anterior, el padre de la chica hab¨ªa avisado a la polic¨ªa de que unos vecinos hab¨ªan visto al agresor rondando por el barrio, quebrantando la orden de alejamiento. Merodeaba todas las noches por la zona, seg¨²n la familia de la v¨ªctima.
La nicarag¨¹ense Gina Montserrat P¨¦rez, de 34 a?os, tambi¨¦n ten¨ªa un largo historial de malos tratos por parte de su pareja. Tambi¨¦n hab¨ªa denunciado. Tambi¨¦n ten¨ªa una orden de alejamiento en vigor. Tambi¨¦n sab¨ªan los vecinos las palizas que le propinaba su asesino, el argelino Mustaf¨¢ Said, de 36 a?os. Tambi¨¦n muri¨®.
?Por qu¨¦, habiendo denunciado, nadie pudo protegerlas?
Mar¨ªa Jos¨¦ Balda, consejera del Consejo General de la Abogac¨ªa Espa?ola, insiste en la importancia de que se produzcan mejoras en la valoraci¨®n del riesgo que corre cada mujer. Porque los recursos no son infinitos, porque no todos los casos son iguales y porque no todas las mujeres maltratadas necesitan el mismo nivel de protecci¨®n. "Hay mujeres que necesitar¨ªan incluso un escolta permanente, pero eso hay que saber verlo", se?ala Mar¨ªa Jos¨¦ Balda. "Pero los equipos psicosociales de los juzgados, cuando los hay, est¨¢n sobrecargados. Adem¨¢s, otra cuesti¨®n que est¨¢ fallando es que la asistencia jur¨ªdica no sea obligatoria. Cuando una mujer pide una orden de protecci¨®n, puede estar o no asistida por un abogado. Cuando est¨¢n solas, habitualmente se limitan a contar la ¨²ltima agresi¨®n. No hacen un relato de hechos pormenorizado y no aportan todas las pruebas que podr¨ªan presentar con un buen asesoramiento, de forma que el juez no decide teniendo y valorando toda la informaci¨®n relevante".
La abogada Consuelo Abril, que aplaudi¨® y aplaude la ley de violencia de g¨¦nero, opina que "hay que pasar a la autocr¨ªtica". "Hacen falta m¨¢s recursos, mejorar los atestados policiales y las instrucciones judiciales, y que no se basen s¨®lo en las declaraciones de las v¨ªctimas, sino que se investigue en el entorno, con los vecinos, los profesores de los hijos. El maltrato deja muchas secuelas".
El forense Miguel Lorente se?ala que la valoraci¨®n del riesgo tiene que centrarse en la peligrosidad de los agresores, no en la vulnerabilidad de las mujeres. "Hay que ver hasta qu¨¦ punto ellos son peligrosos. Algunos son, con todos los matices, como terroristas suicidas, dispuestos a matarse despu¨¦s de conseguir su objetivo. Por tanto, en los casos graves hay que vigilarlos a ellos, controlar que no se acerquen a la v¨ªctima".
Consuelo Abril coincide con Miguel Lorente en la necesidad de centrar esfuerzos en los agresores. Insiste en la necesidad de hacer campa?as fuertes, sostenidas en el tiempo, como las de carn¨¦ por puntos, y dirigidas no a las v¨ªctimas, como ahora, sino fundamentalmente a los agresores. "Hay que recordar constantemente que la sociedad reprocha estas actitudes y hacerles ver a ellos que tambi¨¦n ganan cuando en vez de una esclava tienen una compa?era", se?ala.
Una esclava quiz¨¢ es lo que pretendieron tener quienes acabaron con la vida de Celia, Rosario, Ketty, Rita, Mar¨ªa del Carmen, Virtudes, Mar¨ªa del Carmen, Noelia, Gina, Mercedes, Karen y Conxita -el caso de ?ngeles es un tanto especial (v¨¦ase la ficha en la p¨¢gina 3)-. Las trece mujeres muertas hasta el 22 de marzo de 2007. Decidieron matarlas antes que verlas con otros, o solas, sin ellos. Adison Ignacio de Brito, el hermano de la joven brasile?a Celia, la primera v¨ªctima del a?o, ni siquiera pudo llegar a tiempo para despedir y velar el cuerpo de su hermana emigrante muerta. Despu¨¦s de cruzar el Atl¨¢ntico, s¨®lo pudo dar un beso a una rosa roja colocada en una tuber¨ªa del gas de la porter¨ªa en la que ella viv¨ªa.
Han colaborado en esta informaci¨®n: Jes¨²s Garc¨ªa, Paula Gonz¨¢lez, Mercedes D¨ªaz, Andreu Manresa, Elisa Lois, Paola Obelleiro, Sergi Castillo, Carlos Tomeo, Llu¨ªs Visa, ?lvaro de C¨®zar, Francisco J. Barroso y Javier Cuartas.
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