Los votos negros
Galicia siempre estuvo escarranchada, entre dos lados. Nuestra cultura antropol¨®gica le conserv¨® un lugar a los que ya vivieron, nuestros muertos tambi¨¦n son gente nuestra. Nuestro mundo ten¨ªa dos partes, la parroquia de los vivos y la de los muertos, y ese otro mundo de fantasmas nos dec¨ªa de qui¨¦n ¨¦ramos, nos daba memoria, identidad. Pero adem¨¢s de esa divisi¨®n entre dos dimensiones complementarias llevamos m¨¢s de un siglo divididos en otro par de dimensiones, que mantienen entre s¨ª una relaci¨®n dif¨ªcil y dolorosa: A Terra y la di¨¢spora de la emigraci¨®n. Ese cuerpo fantasmal que se extiende nebuloso por el mundo, siendo y no siendo Galicia, nuestros mayores.
El tronco de esa emigraci¨®n fue un viaje sin vuelta, parientes nuestros que se establecieron en otro pa¨ªs y que en aquel tiempo sin aviaci¨®n era un lugar muy lejano. Muchos fundaron familias all¨ª, aunque la mayor¨ªa, en su imaginaci¨®n, nunca abandonaron del todo esta tierra. Pero se hicieron ciudadanos de ese otro pa¨ªs, y sus hijos y nietos son parte de esas sociedades. La historia, como la vida, se expresa en paradojas y la que fue tierra de promisi¨®n sufri¨® crisis y aun bancarrotas, mientras la vieja tierra, Europa al fin, se benefici¨® de este momento hist¨®rico de la construcci¨®n europea. Hoy somos tierra de promisi¨®n para muchos y tenemos que compartir y ayudar.
Se dice con frecuencia que nos toca ayudar a los que nos ayudaron antes. Francamente no creo que haya existido esa relaci¨®n econ¨®mica. Y no es una obligaci¨®n de correspondencia econ¨®mica, una deuda, lo que nos obliga a atender a nuestros parientes de primera, de segunda o de tercera generaci¨®n. Nos obliga la comprensi¨®n de que un pa¨ªs, una sociedad, es un cuerpo amplio y con memoria: simplemente son gente nuestra, parte de nosotros, y una sociedad sana ayuda a los suyos. Por este motivo o por otro cualquiera, se justifica aqu¨ª el trasiego trasatl¨¢ntico de votos. Pero los votos nunca van, siempre vienen. Galicia importa votos como si fuese una materia prima.
La anterior Administraci¨®n auton¨®mica descubri¨® ese petr¨®leo electoral, verdadero oro negro, y es evidente que tambi¨¦n descubri¨® el voto negro. Luego de comprobarse tantas irregularidades, luego de saber que han estado votando muertos tantos a?os, c¨®mo no desconfiar de aquel reparto de raciones de empanada, pulpo, bolsas de comida, a personas necesitadas. A personas necesitadas pero que ten¨ªan algo valioso: el derecho a voto. Y as¨ª ha sido arrancado mucho voto triste all¨ª para gobernar aqu¨ª. La relaci¨®n con esa emigraci¨®n tan empobrecida debiera haber sido delicad¨ªsima, para no faltarle al respeto. Por el contrario, fue un espect¨¢culo muy obsceno.
Hoy afortunadamente no se llega a la exhibici¨®n de obscenidad de la anterior presidencia, pero el ansia de comprar votos del candidato socialista de Vila de Cruces y el viaje a la caza de carn¨¦s del alcalde de Lal¨ªn, armado de fotocopiadora, demuestran que eso no va a desaparecer f¨¢cilmente. ?sa es la paradoja que amenaza con liquidar la democracia en Galicia. Un ciudadano gallego censado en Ponferrada o Gij¨®n no puede votar aqu¨ª, pero alguien que no ha nacido ni vivido ni tenga el menor inter¨¦s aqu¨ª puede hacerlo. Eso no es lo malo, lo peor es que lo hacen. Pero son los recaudadores de votos, los que acuden all¨ª a comprarlos los que crean ese fen¨®meno. Es esa demanda de votos de nuestros pol¨ªticos la que genera la oferta. Nuestros pol¨ªticos, de todos los partidos, necesitan votos para gobernar y es l¨®gico que los busquen. Pero en nuestro caso, el de un pa¨ªs que se desangr¨® por el mundo, creando una Galicia fantasmal y errante est¨¢ resultando una aberraci¨®n. ?Alguien imagina la situaci¨®n en que estar¨ªamos si las pasadas elecciones auton¨®micas las hubiese ganado el PP gracias a esas sacas de votos? Por un lado, desencadenar¨ªa un resentimiento enorme contra nuestros emigrantes y su papel en Galicia; por otro, no podr¨ªa gobernar nadie, el descr¨¦dito de la Xunta y de nuestro sistema pol¨ªtico gallego ser¨ªa total. Y con raz¨®n, pues nuestras votaciones est¨¢n siendo malversadas.
El disparate de municipios donde hay m¨¢s voto emigrante que vecinos es insoportable: eso no es democracia. Esos vecinos acabar¨¢n por no vota. Total, para qu¨¦, si no est¨¢ en sus manos elegir a los gobernantes. Y esos alcaldes acabar¨¢n inaugurando farolas en Buenos Aires. Y a esas dos provincias gallegas en las que por cada ni?o nacido este a?o han nacido cuatro votantes m¨¢s le est¨¢n robando la democracia. Pero si, adem¨¢s de la existencia del "voto rogado", entra en vigor el Estatuto de la ciudadan¨ªa espa?ola en el exterior votar¨¢n nietos, bisnietos... Un ciudadano, un voto; un emigrante, una docena.
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