Un altar para la pintura de Anselm Kiefer
El Guggenheim de Bilbao muestra en un centenar de obras el simbolismo del artista alem¨¢n
Anselm Kiefer (Donaueschingen, 1945) trabaja desde hace 14 a?os en Barjac, una localidad del sur de Francia donde cada pintura, cada escultura, nace con "una carcasa a su alrededor". Construye el lugar donde crea la obra y lo destruye cuando ya no lo necesita. "Cada pieza tiene all¨ª su propia ubicaci¨®n", explicaba ayer en el Museo Guggenheim de Bilbao, donde han quedado instaladas cerca de un centenar de obras creadas por Kiefer en los ¨²ltimos 10 a?os.
En la exposici¨®n que hoy se abre al p¨²blico en el Guggenheim, el proceso ha sido el inverso. Se ha buscado un lugar para que las obras de Kiefer revelen en la singularidad de las salas del museo toda su carga de simbolog¨ªa, espiritualidad e historia. Para empezar, una pintura vertical de 15 metros de altura recibe a los visitantes en el atrio con los elementos m¨¢s reconocibles de la obra del artista alem¨¢n: un paisaje expresionista, desolado, con mucha materia y poco color, y rodeado de la poes¨ªa de Paul Celan.
A partir de la monumental pintura vertical donde se leen los escritos de Celan, la exposici¨®n, patrocinada por el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA), se presenta agrupada por temas. Son "las obras m¨¢s extremas de los ¨²ltimos 10 a?os de trabajo de Kiefer", asegura el comisario de la exposici¨®n, Germano Celant, conservador del Museo Guggenheim de Nueva York. Cada sala es, en palabras de Celant, "un altar para su pintura"; el atrio forma ahora "una capilla" alrededor de un cuadro gigantesco.
Kiefer, preocupado a lo largo de toda su carrera art¨ªstica por la b¨²squeda de la identidad de Alemania, destrozada por el nazismo y la II Guerra Mundial, pero tambi¨¦n por la espiritualidad, la fuerza de la naturaleza y la alquimia, remite constantemente en sus obras al pasado, a la muerte y a la memoria. En una serie de piezas, de gran formato, cargadas de pintura y materia org¨¢nica, como cenizas, ramas y flores secas, aparecen sillas vac¨ªas. Es una referencia a los seres ausentes, explica Celant, a la idea que recuperar en la memoria a los que ya no est¨¢n presentes. La sala dedicada a las mujeres de la Revoluci¨®n Francesa, una instalaci¨®n realizada en 1992, utiliza el plomo para crear unas inquietantes camas, que retoman el tema de los ausentes. Son las tumbas simb¨®licas, dice Celant, de las mujeres revolucionarias que desempe?aron un papel importante pero la historia ha olvidado. La instalaci¨®n forma un mausoleo en penumbra, en el que el uso del plomo recuerda el inter¨¦s del artista por la alquimia.
El comisario apunta al juego dial¨¦ctico que se repite en la obra de Kiefer y su gusto por utilizar s¨ªmbolos. La idea del cielo se contrapone a la tierra; las escaleras y las torres, aunque s¨®lo sean restos de construcciones, evocan la idea de ascender, de acercarse al cielo; el cabal¨ªstico n¨²mero siete se repite.
Las constelaciones del universo se representan sobre grandes paneles de plomo. Son mapas celestes llenos de n¨²meros que quieren recordar el control de la naturaleza a trav¨¦s de la ciencia y los terribles tatuajes de identificaci¨®n de los prisioneros de los campos de concentraci¨®n. En otra sala, los trajes de novia convertidos en esculturas de resina hablan de momentos felices en la vida de mujeres, cuyas cabezas est¨¢n formadas por elementos aleg¨®ricos de su personalidad.
La obra de Kiefer est¨¢ unida al Guggenheim de Bilbao desde los inicios del museo. Entre las primeras adquisiciones se encontraba una serie de 11 obras del artista alem¨¢n, entre pinturas y esculturas. La exposici¨®n monogr¨¢fica, que permanecer¨¢ abierta al p¨²blico hasta el 3 de septiembre, culmina esta privilegiada relaci¨®n con el artista mejor representado en la colecci¨®n del Guggenheim como ejemplo de la creaci¨®n europea de la segunda mitad del siglo XX.
Kiefer dej¨® ayer en manos de Celant la presentaci¨®n de su exposici¨®n. El comisario invit¨® al p¨²blico a dejarse llevar por la experiencia de descubrir las obras en di¨¢logo con la arquitectura del museo, a "perderse en el laberinto de sus ideas". "Kiefer les anima a pensar", repiti¨® Celant. "La obra no les da la respuesta".El comisario de la exposici¨®n dice que "la obra anima a pensar, no da la respuesta"
Babelia
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