Tambi¨¦n los hombres son iguales
La historia de la humanidad se ha caracterizado por una mayor dificultad de las mujeres sobre los hombres en la consecuci¨®n y disfrute de los derechos, hasta el punto de que si bien es verdad que el conjunto de los seres humanos ha tenido que conquistar la igualdad -porque las sociedades fueron inicialmente de privilegios-, las mujeres la han alcanzado siempre m¨¢s tarde y con mayores obst¨¢culos; como nuestra funci¨®n principal ha venido determinada s¨®lo por nuestra capacidad reproductora, se decidi¨® que nuestro ¨¢mbito era el privado y el de los hombres el p¨²blico, y adem¨¢s ¨¦ste era el valorado social y econ¨®micamente, lo cual determin¨® toda la organizaci¨®n social en la que a lo largo de siglos y siglos hemos convivido.
Los hombres que, socialmente, nac¨ªan esclavos tuvieron que luchar contra la esclavitud, pero las mujeres que tambi¨¦n lo eran, adem¨¢s estaban sometidas a los hombres esclavos de los que depend¨ªan; los negros eran discriminados por el color de su piel y las mujeres negras, adem¨¢s, lo eran por ser sus mujeres; con las de raza gitana pasaba igual, y con las de cualquier otra minor¨ªa marginal, porque a su situaci¨®n de marginalidad, a?ad¨ªan su condici¨®n de mujer, que era de doble explotaci¨®n, pues ten¨ªan que vencer adem¨¢s de los obst¨¢culos generales de su etnia, raza o religi¨®n los de su condici¨®n de mujer; los hombres lucharon por sus derechos y los fueron, m¨¢s o menos, alcanzando, y tuvieron que hacerlos efectivos, sin lograrlo siempre, porque vivimos en un mundo terriblemente injusto, pero cuando los consiguieron, con el apoyo y el esfuerzo de las mujeres, ¨¦stas ten¨ªan que seguir luchando para convencerles de que si ellos los hab¨ªan conquistado, ellas ten¨ªan tambi¨¦n que lograrlos y no siempre les parec¨ªa evidente. La historia de la humanidad es la historia de la reivindicaci¨®n de la igualdad de los seres humanos, especialmente dif¨ªcil, larga y dolorosa para todos, pero mucho m¨¢s, todav¨ªa hoy, para las mujeres y s¨®lo por el hecho de haber nacido mujeres.
Es sabido que cuando todos los varones pudieron votar se afirm¨® que se hab¨ªa alcanzado "el sufragio universal" sin a?adir que esa universalidad era s¨®lo para la mitad de la poblaci¨®n, mientras la otra quedaba privada de su ejercicio. Las mujeres tardaron, m¨¢s o menos, un siglo m¨¢s en alcanzar el derecho al voto -en ser ciudadanas- y no fue una tarea nada f¨¢cil; el esfuerzo de muchas mujeres empe?adas en ello, las sufragistas y, de entre ellas, Clara Campoamor, lo hicieron posible; por eso, no es casual que las feministas no reivindiquemos a Victoria Kent, por m¨¢s que se nos diga que era una mujer excepcional, y seguro que lo era, pero su error fue tan vital, que ha marcado, necesariamente, su valoraci¨®n hist¨®rica.
La recientemente aprobada ley de Igualdad efectiva entre hombres y mujeres es fruto tambi¨¦n del esfuerzo de algunas generaciones de mujeres; es una ley nacida con un apoyo social -las feministas de este pa¨ªs- y parlamentario importante, excepto, como siempre, por el de algunos sectores sociales que, desde diferentes posiciones, no s¨®lo pol¨ªticas, dicen que es una mala ley, porque argumentan: "?qu¨¦ pasar¨¢ cuando haya m¨¢s mujeres valiosas que varones?"
Siempre hablan y diagnostican en nuestro nombre, asumiendo una defensa que nadie les ha pedido, y cuando les oigo me siento emocionada por esa preocupaci¨®n que ahora tienen por nuestro bienestar y nuestro futuro: quieren m¨¢s permiso de paternidad, m¨¢s guarder¨ªas e incluso s¨®lo mujeres en sus listas electorales, y, sin embargo, en este a?o han muerto cerca de veinte mujeres por la violencia de g¨¦nero y la oposici¨®n no ha convocado ni una manifestaci¨®n para protestar contra esta lacra que nos acosa, en n¨²mero, m¨¢s que la otra por la que tanto se manifiestan; est¨¢n preocupados porque con la ley de Igualdad las mujeres no podremos ser, por ejemplo, el 100%, en los consejos de administraci¨®n de las empresas, ni en los puestos de responsabilidad, o porque tendremos que dejar de poner alg¨²n pa?al o cuidar de alg¨²n que otro enfermo menos, pero a las mujeres no nos preocupa, sabemos muy bien, porque todav¨ªa no nos es efectiva, en que consiste la igualdad, y estamos dispuestas a sacrificarnos para que los hombres sean tambi¨¦n iguales que nosotras, y queremos compartir la vida laboral y familiar, el trabajo, el poder y, en definitiva, la vida. No va a ser f¨¢cil, nunca lo ha sido, pero queremos realmente un mundo igualitario y compartido, y estamos dispuestas a conseguirlo, y si tenemos que ceder poder lo haremos; nos han escrito la historia, nos han fijado las reglas del lenguaje y hasta han establecido los valores culturales por los que debemos regirnos, pero nosotras sabemos que la sociedad la componemos hombres y mujeres y queremos codirigirla juntos; por eso estamos incluso dispuestas a perder poder en su favor. Que dejen de preocuparse por nosotras: sabemos que tambi¨¦n los hombres son iguales.
Toda la reflexi¨®n anterior es a¨²n m¨¢s sorprendente en el caso de Andaluc¨ªa, que no ha sido suficientemente subrayada, seguramente por ser un asunto de mujeres, aunque sea palmaria la contradicci¨®n del PP entre su posici¨®n en la aprobaci¨®n de esta ley, de la que se ha abstenido de votar en el Parlamento, por no estar conforme con la paridad en las listas electorales y en los ¨®rganos de responsabilidad, sin, aparentemente, ser conscientes de que en el Estatuto de Autonom¨ªa de Andaluc¨ªa, que han apoyado, te¨®ricamente, en el refer¨¦ndum, la paridad viene recogida con la misma amplitud que en la ley de igualdad.
?Qu¨¦ har¨¢n si gobiernan? No les bastar¨ªa con modificar la ley, tendr¨ªan tambi¨¦n que hacerlo de un Estatuto que ha sido aprobado por refer¨¦ndum del pueblo andaluz. ?Que mediten!
Amparo Rubiales es doctora en Derecho, profesora de universidad y abogada.
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