El Partido Popular necesario
Espa?a es un pa¨ªs democr¨¢tico de la Uni¨®n Europea. Todos los gobiernos de la democracia, incluidos los del Partido Popular, han contribuido a lograr el actual grado de modernizaci¨®n y desarrollo democr¨¢tico de la sociedad espa?ola, que, a fecha de hoy, es tan elevado o m¨¢s que el de cualquier otro pa¨ªs de Europa. En consecuencia, y quiero que sea mi primera afirmaci¨®n, es evidente que el grado de crispaci¨®n de nuestra vida p¨²blica no se corresponde con ese nivel de desarrollo democr¨¢tico de la sociedad espa?ola; es anterior a la democracia, no encaja en ella, ni tiene por qu¨¦ hacerlo, y violenta la estabilidad, no s¨®lo del sistema institucional, sino del desarrollo y la bonanza econ¨®mica que una democracia moderna precisa, sustentada siempre en la estabilidad del sistema. Ciertamente que har¨ªamos mal si juzgamos que s¨®lo el Partido Popular es el responsable de esta situaci¨®n. No es as¨ª. Y juzgar¨ªamos todav¨ªa peor si afirm¨¢ramos lo contrario: que s¨®lo Zapatero puede lograr con sus equ¨ªvocos o errores tama?o dislate pol¨ªtico y social como lo es la creciente crispaci¨®n de la vida social espa?ola.
Al ser Espa?a una sociedad modernizada, en la que todav¨ªa cabe trabajar y ahondar todos juntos, encaja con dificultad aquellas actitudes que son premodernas. Son ¨¦stas las que tienden por su propia definici¨®n a desencajar el Estado, a malbaratar las conquistas democr¨¢ticas y a confundir valor y precio, es decir, adversario con enemigo y consigna pol¨ªtica con batalla civil. En nuestro pa¨ªs sobran los extremistas, los hooligans, tanto en la izquierda como en la derecha; pero obviamente, yo quiero hoy referirme a mi casa, al Partido Popular, y, en virtud del propio mandato constitucional contenido el art¨ªculo 67 de nuestra Constituci¨®n en su apartado segundo, lo hago sin someterme ni sentirme ligado a mandato imperativo alguno. Elegido, ciertamente, en una lista electoral cerrada, ello no es ¨®bice para que un diputado del Congreso represente justamente al pueblo espa?ol en su conjunto y s¨®lo a ¨¦l debe su labor, sus aciertos y sus errores.
Espa?a precisa un centro-derecha moderno; un Partido Popular centrado, moderado, libre de complejos del pasado; abierto a la modernizaci¨®n real de la sociedad espa?ola, que ¨¦l ha contribuido a consolidar, y sin miedos ni perversiones mayores que las l¨®gicas en la confrontaci¨®n pol¨ªtica parlamentaria. Un Partido Popular que valore, sobre todo, su profundo sentido del Estado; es decir, que no colabore en estrategia alguna, y mucho menos la impulse, que busque, consciente o inconscientemente, ganar el Gobierno aun pagando el impagable precio de desprestigiar siquiera subrepticiamente la excelencia del sistema institucional de la democracia espa?ola.
Yo no digo que esto suceda hoy de ese modo radical; pero s¨ª afirmo que hay una tendencia clara en sectores del Partido Popular hacia ese modo de hacer, o mejor, deshacer la pol¨ªtica democr¨¢tica. La democracia es un sistema de pesos y medidas institucionales que neutralizan la violencia, por un lado, y la transforman en leg¨ªtima defensa del inter¨¦s propio reglado por la universalidad de la norma y el principio de legalidad emanado de la universalidad de sufragio. Semejante forma de ver las cosas, y de entenderlas, evitar¨ªa de suyo, y en un momento, que la crispaci¨®n creciente provocada en la sociedad espa?ola por la actuaci¨®n arriscada y casi propicia al antisistema por parte, insisto, de sectores concretos del Partido Popular cesara de inmediato. Casi tanto como contribuir¨ªa a engrandecer nuestro clima pol¨ªtico, el que el se?or presidente del Gobierno explicara y asumiera p¨²blicamente en el Congreso de los Diputados el alcance de su pol¨ªtica, las intenciones que la orientan y que deben ser siempre p¨²blicas, en este casi final de la legislatura.
La democracia es, de hecho, un r¨¦gimen de opini¨®n p¨²blica y ¨¦sta no puede estar sometida todos los d¨ªas a un aut¨¦ntico boomerang pol¨ªtico que se retroalimenta sustentado en la crispaci¨®n pol¨ªtica, en la ausencia de grandes acuerdos entre los partidos en asuntos capitales para la pervivencia del Estado y el crujir de huesos y llanto de cementerio propio de la peor tradici¨®n pol¨ªtica espa?ola, aquella que no sabe para qu¨¦ intervenir en pol¨ªtica, ni entiende en el corto y medio plazo para qu¨¦ hacerlo.
Espa?a precisa, pues, un centro-derecha liberal medido, prudente, capaz de plantear a la sociedad espa?ola medidas oportunas que lleven ilusi¨®n y sentido del futuro a una sociedad plural y compleja como la espa?ola; un Partido Popular que crea verdaderamente en el ideario liberal, que espere que los espa?oles compartan el mismo mayoritariamente como mejor y m¨¢s cercano a la resoluci¨®n de sus problemas y necesidades que las recetas socialdem¨®cratas. En cualquier caso, entre las proclamas liberales y el socialismo liberal no puede abrirse, d¨ªa a d¨ªa, el foso de un abismo infernal y profundo que parece querer tragarse los equilibrios democr¨¢ticos y constitucionales por segundos. Esto es claramente un disparate. Y deb¨ªa ser materia clara de reflexi¨®n tanto para el Partido Popular (que es gobierno en siete comunidades aut¨®nomas y miles de ayuntamientos, por tanto nada m¨¢s alejado del contrapoder o la pol¨ªtica antisistema) como para el Partido Socialista, que no deber¨ªa buscar ventajas, posibles o reales, con una pol¨ªtica de ostracismo del Partido Popular sea cual fuere el inicial int¨¦rprete del aria.
Es en el centro pol¨ªtico donde se dirimir¨¢ en el futuro electoral inmediato el pr¨®ximo Gobierno de Espa?a. El Partido Popular tiene que estar en esa posici¨®n pol¨ªtica concreta: el centro reformista, moderado y liberal. Ah¨ª debe librar su batalla electoral y no en el extremo de ning¨²n sitio. Y ah¨ª le debe esperar el Partido Socialista, que no es un enemigo a batir, sino un adversario, un igual, un "par" al que ganar, si es posible, las elecciones.
Un ¨²ltimo apunte: al se?or presidente del Gobierno hay que exigirle claridad y lealtad con la oposici¨®n en lo tocante a la pol¨ªtica antiterrorista. Y deber¨ªa rectificar si ello, por su parte, no ha sido as¨ª en alg¨²n momento del proceso pol¨ªtico en curso en la presente legislatura. Al Partido Popular que necesita Espa?a se le debe exigir al un¨ªsono un medido, por complejo que pueda parecer en este momento, acercamiento y acuerdo en la pol¨ªtica antiterrorista con el Gobierno de Espa?a. Eso es lo que, sin lugar a dudas, demanda la prudente, pragm¨¢tica, moderna y sensata sociedad espa?ola, que asiste, sin duda, alarmada a la constante batalla entre los dos grandes partidos en lo que constituye una de las pol¨ªticas capitales de nuestra democracia: terminar entre todos desde la ley y el Estado de derecho con el terrorismo etarra.
Ni el Partido Popular es un grupo extraparlamentario y antisistema, como algunos interesadamente quieren hacer ver, ni el Gobierno y el partido que lo sustenta, un reducto de radicales antiespa?oles. Esto es una peligrosa y grotesca tergiversaci¨®n de la realidad espa?ola que no puede ser entendida por una sociedad libre y plena de confianza en s¨ª misma como es hoy d¨ªa la sociedad espa?ola.
Hay que hacer el mayor esfuerzo pol¨ªtico, personal, social y colectivo por restaurar en nuestro pa¨ªs la concordia y la convivencia c¨ªvicas, y a ello debe contribuir de manera decisiva, en el inmediato futuro de Espa?a, el Partido Popular que los espa?oles merecen y al que tienen leg¨ªtimo derecho democr¨¢tico.
Joaqu¨ªn Calomarde es diputado del PP al Congreso por Valencia.
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