Carbonell
Jordi Carbonell, conocido fil¨®logo y pol¨ªtico, acaba de publicar una recopilaci¨®n de poemas sobre las edades del amor titulada Hort¨¨nsia (editorial Proa), que est¨¢n dedicados a la que fue su mujer durante muchos a?os. Que un hombre de 83 a?os d¨¦ a conocer sus versos de amor por la amada dignifica el homenaje a la ausencia (y a la presencia) y dice bastante sobre las convicciones y la sensibilidad de una persona que, en estos d¨ªas, debe de estar viviendo con inquietud los acontecimientos pol¨ªticos del pa¨ªs que m¨¢s ama.
Catalu?a no es el ¨²nico, sin embargo, ya que, precisamente por defenderla, tuvo que marcharse y ejercer su oficio en Cerde?a y Liverpool. Hort¨¨nsia Curell siempre estuvo a su lado y su presencia inspir¨® en Carbonell una vena po¨¦tica que descubri¨® de adolescente y que ha cultivado a lo largo del tiempo en forma de di¨¢logo mientras ella vivi¨® y de mon¨®logo desde que falleci¨®. Fue un exilio o un destierro que nunca olvid¨® su origen de represalias y que, a su regreso, acrecent¨® su militancia en defensa de la lengua catalana y de un ideario pol¨ªtico que hoy est¨¢ parcialmente representado en el Gobierno.
Tuve la suerte de conocer a Carbonell en un hotel de veraneo. Cada d¨ªa, ¨¦l y su esposa sal¨ªan a dar un paseo, cada vez m¨¢s lento y breve a medida que los veranos y los achaques se suced¨ªan (el deterioro de la vejez y sus invencibles injusticias: constatar que el m¨¢s fuerte tiene peor salud que el m¨¢s d¨¦bil y que el m¨¢s d¨¦bil debe asumir el reto de encontrar las fuerzas que nunca tuvo para atender al m¨¢s fuerte como se merece). Siempre hab¨ªa alguien que le reconoc¨ªa, que se acercaba a saludarle o que, una vez lejos, comentaba con enorme respeto el pasado del fil¨®logo-pol¨ªtico-poeta. Con una sonrisa que denotaba timidez y una capacidad innata para la iron¨ªa culta, Carbonell dejaba que, a sus espaldas, los m¨¢s concienciados e informados comentaran su resistencia a la polic¨ªa franquista, su negaci¨®n a hablar en ninguna otra lengua que no fuera la suya y esa frase, ya hist¨®rica, que se le atribuye: "Que la prud¨¨ncia no ens faci tra?dors" (si me permiten el comentario, viendo lo que se cuece en nuestro panorama pol¨ªtico, dan ganas de parafrasear a Carbonell y, sin ¨¢nimo de ofenderlo, convertirla en "que la imprud¨¨ncia no ens faci tra?dors").
Pero volvamos a aquellos veranos: los que coincid¨ªan con sus ideas manifestaban su admiraci¨®n en un tono m¨¢s vehemente, pero lo importante de personas como Carbonell (y de muchas otras) es que el respeto que producen es transversal y, por suerte, tambi¨¦n puede experimentarse desde una discrepancia m¨¢s o menos cercana. En alguna ocasi¨®n, jugamos al billar. Primero habl¨¢bamos un poco, me preguntaba por mi padre, coment¨¢bamos las ¨²ltimas noticias sobre el Bar?a y luego compart¨ªamos un feliz momento de carambolas, silencios y felicitaciones mutuas por los aciertos en un clima de deportividad casi brit¨¢nica enmarcado por el tapete verde y unos ventanales con vistas al Montseny. ?l se quejaba de que a los 80 a?os ya no ten¨ªa las mismas facultades, pero lo cierto es que me ganaba casi siempre y, como a los buenos jugadores, se le notaba la satisfacci¨®n de lograr dos, tres, cuatro o hasta cinco carambolas de una tacada. Pasado un tiempo prudencial, aparec¨ªa Hort¨¨nsia, vital incluso en los momentos m¨¢s dif¨ªciles, y se marchaban a dar el en¨¦simo paseo, los dos con el bast¨®n de los que se resisten, con raz¨®n, a que les jubilen antes de tiempo.
Por eso, en esos d¨ªas que pol¨ªticamente generan tantas dudas, observando la negligente esgrima verbal de nuestros representantes pol¨ªticos y su alucin¨®gena concepci¨®n del patriotismo, resulta ¨²til pensar en gente como Carbonell y en si se est¨¢ administrando honestamente su legado. En lo pol¨ªtico, puedo discrepar de algunas cosas pero no de su manera de defender aquello en lo que cree. En lo po¨¦tico, no discrepo de nada, y me quito el sombrero ante la coherencia de querer completar, con el tono m¨¢s adecuado, un homenaje personal que, por muchas circunstancias, encuentra en el ¨¢mbito de la poes¨ªa la medida perfecta entre lo p¨²blico y lo privado ("Viure ¨¦s plorar la teva abs¨¨ncia, amor: aquest esp¨¨s, transl¨²cid cortinatge/ que em separa de tu i no em deixa veure/ el semblant estimat, el clar somriure").
La vida de Carbonell est¨¢ marcada por muchas ausencias y es probable que, leyendo sus poemas, uno reconozca no s¨®lo lo ganado sino tambi¨¦n lo perdido (que a veces une m¨¢s que los logros m¨¢s s¨®lidos). Y quedan los recuerdos de los hijos y de los nietos, acompa?¨¢ndolos en esas mesas veraniegas, y los paseos, y la lectura de los peri¨®dicos (indispensable Avui) y esas carambolas, elaboradas con un estilo que buscaba siempre la efectividad antes que la espectacularidad, y la mirada despierta, de ojos claros, observando la trayectoria de la bola lanzada, todav¨ªa con fuerza, acompa?¨¢ndola y comprobando si se consigue el prodigio de la carambola a tres bandas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.