Azarosa elecci¨®n
Formado en el curso de la pasada d¨¦cada, a caballo entre Barcelona y su ciudad natal, Fernando Prats (Santiago de Chile, 1967) presenta por primera vez en Madrid una muestra individual de su trabajo. Trabajo que, por a?adidura, responde a una estrategia operativa harto singular, aunque con bastante m¨¢s garra -y, bien mirado, nunca mejor dicho- de lo que de entrada pudiera parecer. Pues lo que otorga aut¨¦ntica identidad espec¨ªfica a las series pict¨®ricas que el joven artista chileno nos ofrece es el papel decisivo que juega en su ejecuci¨®n, seg¨²n sea el caso, el vuelo cautivo de diversas aves, un tipo de gusano o el ramaje de los ¨¢rboles agitado por el viento.
De hecho, el tema de los ani
FERNANDO PRATS
'Natura naturans'
Galer¨ªa ?lvaro Alc¨¢zar
Hermosilla, 58. Madrid
Hasta el 20 de abril
males que pintan arroja un largo rastro en el imaginario moderno de Occidente, desde los monos pintores de las alegor¨ªas de la vanidad en Teniers, Chardin o Watteau a las experiencias de Desmond Morris sobre la creatividad de los macacos y chimpanc¨¦s, hace ahora medio siglo, con uno de los cuales llegar¨ªa a emprender Arnulf Rainer un ciclo pict¨®rico al alim¨®n. Pero la apuesta urdida por Prats se sit¨²a en rigor tan lejos de la estampa moral rococ¨® o la investigaci¨®n etol¨®gica como de esa v¨ªa de inclinaci¨®n par¨®dica donde se inscriben ya sea aquella atracci¨®n de elefantes, virtuosos del informalismo, que Komar y Melamid documentaron para la Bienal de Venecia o la hilarante fabulaci¨®n de Burton Silver y Heather Busch sobre el arte de los gatos.
Pues lo que elige Prats con la primac¨ªa otorgada a la acci¨®n del elemento natural, animal o vegetal, no es tanto un agente simb¨®lico -por m¨¢s que el rumor del s¨ªmbolo, en su resonancia de ritual tot¨¦mico, impregne en efecto el aura de la obra- como un azar determinado. Y al igual que el protagonismo que confiere a ese impulso azaroso, tambi¨¦n el conciso papel que, fuera de alguna rectificaci¨®n puntual, reserva para s¨ª en toda esa historia, queda circunscrito en torno a determinados mecanismos can¨®nicos del ideal estrat¨¦gico acu?ado por la modernidad: la ideaci¨®n del artificio que pone la cosa en marcha, el ¨¦nfasis absoluto que reserva al proceso, puntualmente fijado por un testimonio videogr¨¢fico y el acto decisivo de elecci¨®n que sit¨²a el punto de corte final de la secuencia.
Proceso, por tanto, en el que deja Fernando Prats que, en lo fundamental, sea la Naturaleza la que obre. Y lo que ¨¦sta hace -los p¨¢jaros, gusanos o las ramas de los ¨¢rboles- es, de modo bien significativo, borrar, dejar un rastro negativo en la superficie del ¨®leo previamente ennegrecida con humo por el artista. Y desvelar as¨ª aquello que estaba oculto en las profundidades de la obra, como en un palimpsesto. En definitiva, hacer que emerja la luz que acecha en la propia entra?a de las tinieblas. No otra cosa, por tanto, que el prodigio de una revelaci¨®n.
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