Para quien va a escribir
Siempre me he quedado cortado cuando me preguntan la edad: por extra?o que parezca, tengo la absoluta certidumbre de que he nacido hoy y lo que veo en las fotograf¨ªas o en los espejos me intriga: una cara que no se asemeja a la m¨ªa, un cuerpo que no es el m¨ªo, una sonrisa o una expresi¨®n seria que me sorprenden. Lo mismo me pasa con el nombre: vacilo antes de responder: ?ser¨¦ yo? ?No ser¨¦ yo? Ant¨®nio, qu¨¦ vocativo extra?o referido a m¨ª. Y, si me presento, la sensaci¨®n culpable de estar mintiendo. Las personas m¨¢s pr¨®ximas a m¨ª, ?con qui¨¦n est¨¢n hablando? Las veo tan seguras de conocerme que me confunden. ?Qui¨¦n, por ejemplo, escribe ahora? Hace un tiempo declar¨¦ que era la mano y lo hice con total sinceridad. S¨®lo que no puedo asegurar que la mano me pertenece. Pero, si no me pertenece a m¨ª, ?a qu¨¦ persona le pertenece? Usa materiales que me resultan familiares, mejor dicho algunos de ellos, cada vez menos, y todo lo dem¨¢s ignoro de d¨®nde viene. Palabras que me susurran o la mano, que va trayendo ecos que llegan y se imponen, frases venidas qui¨¦n sabe de qu¨¦ lugar cercano o lejano. Despu¨¦s todo se ordena y estructura de acuerdo con una secuencia en la que, ah¨ª s¨ª, intervengo. Ah¨ª s¨ª soy yo el que trabaja con el magma de las primeras versiones, cortando, cortando. Parto hacia un libro s¨®lo con la decisi¨®n de completarlo y casi sin ning¨²n elemento. Es esa decisi¨®n la que convoca las voces, los sonidos, la estructura. Un libro es un acto de voluntad. Lo hago porque estoy resuelto a hacerlo. Porque lo que leo de los dem¨¢s muy raramente me satisface, cada vez menos me satisface. Siendo totalmente sincero, no me satisface. De manera que redacto lo que me gustar¨ªa leer. El problema es que no leo, es decir, no estoy fuera y por tanto no leo. Me limito a fabricar, y eso no es leer. A intentar acercarme a lo que imagino todas las veces que sean necesarias hasta que las p¨¢ginas se tornen lo que pretendo. No es, no s¨¦ c¨®mo decirlo, no es un trabajo de inocencia
Me refiero a esto con la intenci¨®n de aclararme a m¨ª mismo y a las personas a quienes le interesa lo que les doy
(de qu¨¦ un trabajo de inocencia)
sino un trabajo de taller. Me meto entero dentro de la cosa, removiendo en ella. Me despierto con ella, me acuesto con ella, me paso todo el d¨ªa con ella, ella y yo
(es dif¨ªcil expresar esto)
somos el mismo organismo, no uno parte del otro, el mismo organismo. Y si de tiempo en tiempo, en las cr¨®nicas, me refiero a esto, es con la intenci¨®n de aclararme a m¨ª mismo y a las personas a quienes les interesa lo que les doy. Al principio de la carrera de m¨¦dico dese¨¦, por mi cuenta o con Daniel Sampaio, comprender las razones de la creaci¨®n. Publiqu¨¦ un primer texto sobre Antero de Quental a los veintiuno o veintid¨®s a?os. Luego Bocage. Despu¨¦s de la carrera ?ngelo de Lima, D. Duarte (con Daniel), Lewis Carroll (tambi¨¦n con Daniel), varios autores. Si lo pienso dos veces, creo que no llegu¨¦ a entender nada sobre ellos ni sobre m¨ª, que era lo que realmente pretend¨ªa.
El misterio del acto de crear permanece intacto. Recorr¨ª la prosa de personas que buscaban tambi¨¦n comprender, y el misterio del acto de crear permanece intacto. No creo que ning¨²n individuo lo aclare. Y me resigno a duras penas a ese hecho. Cuando una obra es buena se vuelve impermeable a cualquier tipo de abordaje. Sus mecanismos est¨¢n ocultos. Podemos comprobar los resultados pero nunca alcanzamos las ra¨ªces. Ni el tronco. Las hojas s¨ª, a veces, ?y qu¨¦ interesan las hojas?
?Qu¨¦ hace que haya personas que producen esto? ?Qu¨¦ ha sucedido en su vida o qu¨¦ demonios tienen en el alma para producir esto? ?Y cu¨¢l es el motivo de que esto se convierta en el ¨²nico elemento importante de sus vidas hasta revelarse, en apariencia, como unos monstruos de ego¨ªsmo? Camus
(detesto las citas, no har¨¦ ninguna m¨¢s)
hablaba del ego¨ªsmo necesario a la creaci¨®n y, sin embargo, pens¨¢ndolo mejor, no me parece que ego¨ªsmo sea el t¨¦rmino apropiado. Es un estado que se adue?a del pose¨ªdo sin que el pose¨ªdo se d¨¦ cuenta. Me sucede con frecuencia reunirme para cenar con mis hermanos. Es curioso: ceno con ellos y no ceno con ellos, converso y no converso, formo y no formo parte de la familia y, no obstante, siento que estoy muy apegado a ellos. Soy uno de ellos y soy un extra?o. Y, sin embargo, si les sucediese algo grave, sufrir¨ªa como un perro. Y la pregunta regresa, obsesiva
-?Qui¨¦n soy?
Y tras esa pregunta borbotones de preguntas igualmente obsesivas
-?Por qu¨¦ raz¨®n soy este individuo?
-?Por qu¨¦ me siento diferente?
o la gran pregunta, que desde que me encontr¨¦ no ha dejado de perturbarme
-?Por qu¨¦ yo?
No es un destino especialmente agradable, no es frecuente asociarlo al placer y, no obstante, ?qu¨¦ me ha hecho ser de este barro? He acabado un libro hace poco. A¨²n no tengo fuerzas para pasarme horas y horas, todos los momentos de la semana, a las vueltas con uno nuevo. Pero dentro de dos o tres meses estar¨¦ iniciando el pr¨®ximo y los inicios de los libros son terribles. Un mont¨®n de versiones para las primeras p¨¢ginas
(-A¨²n no es lo que yo quiero, a¨²n no es lo que yo quiero)
hasta que la mano coja el tranquillo. Me hace recordar el agua que se derrama en las tablas del suelo, despacio, eligiendo el camino. La primera mitad lleva el triple de tiempo de la segunda mitad, cuando ya va sobre rieles y las palabras casi avanzan solas. Las semanas antes de comenzar y el final son agradables
(sobre todo las semanas antes de comenzar son agradables)
pero el arranque es un traj¨ªn lleno de des¨¢nimos, de falta de confianza, de miedo, la duda
-?Me habr¨¦ agotado?
la sospecha
-Tal vez ya no queda nada la interrogaci¨®n
-?Qu¨¦ hago yo sin esto?
y un pavor
(no exagero)
y un pavor inquieto. Es as¨ª desde el principio y ser¨¢ as¨ª hasta el final. Ya deber¨ªa estar habituado a estos sentimientos, pero no lo estoy. Lo curioso es que, aunque me lamente, y me lamento, no me cambiar¨ªa por nadie. No me imagino, me resultar¨ªa imposible imaginarme viviendo de manera diferente. No cambiar¨¦ nunca. Dura desde los siete u ocho a?os, dura por cierto desde que nac¨ª. ?El bloqueo del artista? No creo en eso: los bloqueos, que son constantes, se solucionan topetando contra el papel, aunque no se obtengan resultados, hasta que los resultados lleguen. Acaban llegando, es una cuesti¨®n de porf¨ªa y de paciencia. Pido perd¨®n, en lugar de las an¨¦cdotas que suelo contar en las cr¨®nicas, tan diferentes de los libros en que no hay an¨¦cdotas, por haberos agobiado con este discurso. Es que, de tiempo en tiempo, viene la necesidad de recapitular. Y una conversaci¨®n de este tipo tal vez puede serle ¨²til a quien ha nacido con el mismo sino: en ciertos aspectos, los escritores son mon¨®tonamente iguales. Y los que han nacido con el mismo sino comprender¨¢n que no est¨¢n solos: anda por ah¨ª, la mayor parte de las veces qui¨¦n sabe d¨®nde, una criatura con las perplejidades, los entusiasmos y las desesperaciones que les pertenecen. Y alivia compartir este hado. Los cancerosos se consuelan entre s¨ª. No sirve para nada, claro, pero da la ilusi¨®n de servir y es bueno vivir acompa?ado. Despu¨¦s cada uno muere en su rinc¨®n y ha dejado de tener importancia la muerte, porque algo vivo ha quedado, una especie de lucecita que no se apaga jam¨¢s.
Traducci¨®n de Mario Merlino.
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