La guerra que trajo la prosperidad a las Malvinas
Las peque?as y alejadas islas, bajo soberan¨ªa brit¨¢nica y reclamadas por Argentina, viven del apoyo preferencial del Reino Unido
En la capital de las islas Malvinas, un pueblecito de casas con tejados de colores con unos 2.000 habitantes, todo el mundo se conoce y se saluda por la calle. Se conduce por la izquierda y el viento g¨¦lido se combate entre pintas de cerveza y comentarios sobre los partidos de la liga inglesa televisados v¨ªa sat¨¦lite.
Se dispara la mano de obra extranjera. Los chilenos suponen ya el 10% de la poblaci¨®n
Las islas son hoy el territorio americano con mayor renta 'per c¨¢pita': 60.000 d¨®lares
"A Galtieri habr¨ªa que levantarle un monumento en la calle Thatcher". La broma circula en voz baja entre algunos parroquianos en referencia al jefe de la junta militar argentina que -ma?ana har¨¢ 25 a?os- orden¨® a sus tropas desembarcar en las islas Falkland, como las denomina y administra el Reino Unido desde 1833. La guerra de 1982 y la victoria de los brit¨¢nicos supusieron la ca¨ªda de la dictadura militar argentina, y las islas conocieron un desarrollo econ¨®mico como nunca en su historia. Hoy son el territorio del continente americano con mayor producto interior bruto per c¨¢pita, con m¨¢s de 60.000 d¨®lares por habitante.
"Yo nac¨ª en una granja. No hab¨ªa carreteras, ¨ªbamos a todas partes a caballo. Baj¨¢bamos a Stanley
[la capital, denominada Puerto Argentino por Buenos Aires] s¨®lo una vez al a?o. La vida era dura y en los a?os sesenta y setenta mucha gente se marchaba para no volver", recuerda Phyl Rendell, directora de Miner¨ªa. "No hab¨ªa escuela secundaria y a los once a?os ten¨ªamos que seguir los estudios fuera, hab¨ªa incluso dudas sobre la soberan¨ªa de las islas", explica. "No nos pregunt¨¢bamos si se iba a producir una anexi¨®n a Argentina, sino c¨®mo y cu¨¢ndo", asegura John Fowler, ingl¨¦s nacido en York que lleg¨® en 1971 y que, durante ocho a?os, ha sido el responsable de Turismo de las Malvinas.
Todo cambi¨® la noche del 1 de abril de 1982. "El gobernador brit¨¢nico nos convoc¨® y ley¨® un comunicado del Foreign Office que hablaba de alta probabilidad de ser invadidos por tropas argentinas. No lo pod¨ªamos creer", relata Fowler. "Al d¨ªa siguiente estaban aqu¨ª", a?ade. La primera ministra brit¨¢nica, Margaret Thatcher recogi¨® el guante y env¨ªo una fuerza expedicionaria. La capitulaci¨®n argentina lleg¨® 74 d¨ªas despu¨¦s.
Tras la guerra, la pol¨ªtica de Londres dio un giro radical. El Gobierno de Thatcher dedic¨® como primera medida 30 millones de d¨®lares para obras de reconstrucci¨®n y otros 60 millones en ayuda al desarrollo. Y en 1985 a?adi¨® una disposici¨®n que cambiar¨ªa el futuro de las Malvinas: el Gobierno local fue autorizado a explotar los derechos de pesca en sus aguas, aunque estas fueran reclamadas por Argentina. A ello hay que a?adir que todos los gastos de Defensa, incluyendo la construcci¨®n de un importante aeropuerto junto a una base militar en el centro de las islas, corr¨ªan -y corren- a cargo de Reino Unido. "Hasta ese momento las Falkland no ve¨ªan un penique por lo que se pescaba", apunta Jenny Cockwell, una neozelandesa editora del Penguin News, el peri¨®dico local. "En los primeros doce meses los ingresos de las islas pasaron de ocho a 54 millones de d¨®lares", se?ala John Fowler. Y siguieron subiendo. En la actualidad son de m¨¢s de 140 millones de d¨®lares para una poblaci¨®n total que no llega a las 3.000 personas. La mayor parte de las empresas que pescan en las Malvinas son espa?olas.
Gracias a estos ingresos y en apenas dos d¨¦cadas la transformaci¨®n de las Malvinas ha sido total, en lo material y en lo social. Los ni?os ya no se marchan a los once a?os para seguir estudiando, sino que lo hacen, al Reino Unido, a los diecis¨¦is. Desde ah¨ª hasta que acaban la carrera todos los gastos -viajes, manutenci¨®n, alojamiento, matr¨ªcula y alg¨²n dinero para otros gastos- son sufragados por el Gobierno local. En la actualidad m¨¢s de 30 j¨®venes estudian con este sistema. Se ha llevado adelante una reforma agraria de manera que la tierra ya no pertenece a una veintena de familias. Se ha construido un hospital avanzado y una red de carreteras y los caballos han sido sustituidos por los cuatro por cuatro de fabricaci¨®n inglesa o japonesa. La construcci¨®n se ha disparado en los ¨²ltimos cinco a?os y la mano de obra comienza a ser extranjera, especialmente de Chile y de la isla de Santa Elena. El 10% de la poblaci¨®n ya es chilena. Iron¨ªas de la historia; son los chilenos los que est¨¢n extendiendo el espa?ol en las Malvinas.
"Ahora los j¨®venes suelen volver a vivir aqu¨ª tras los estudios", asegura la directora de Miner¨ªa, mientras observa sobre su mesa un cubo de metacrilato en cuyo interior hay una gotita negra. Se trata de petr¨®leo extra¨ªdo al norte de las islas. El nuevo man¨¢ que puede llover sobre las rebosantes arcas de la econom¨ªa local. En el cubo figuran los logotipos de la angloholandesa Shell y la italiana Agip.
A pesar de esta explosi¨®n econ¨®mica, las heridas f¨ªsicas de la guerra siguen presentes. Junto a las carreteras de grava, que recorren el paisaje desolado, pueden observarse campos minados. En Stanley, los dos monumentos a los ca¨ªdos brit¨¢nicos est¨¢n permanentemente cubiertos con coronas de amapolas. Los isle?os tienen muy presente la existencia en la zona de, al menos, un destructor, bater¨ªas de misiles antia¨¦reos y escuadrones de 'cazas' de la RAF.
Y a estos signos se une el recelo hacia Argentina. "Yo siempre he desconfiado de ellos", subraya Summers, el portavoz del Consejo local. "El actual Gobierno argentino es muy agresivo y trata, hasta ahora sin ¨¦xito, de minar la econom¨ªa de las islas. En lo individual los argentinos son gente capaz y razonable, pero el actual Gobierno es ultranacionalista", a?ade.
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