Un referente para sus colegas

Antoon van Dyck (Amberes, 1599-Londres, 1641) ten¨ªa un ojo especial para captar la elegancia, y con ese talento se convirti¨® en un pintor de referencia para sus colegas. As¨ª nos lo cuenta el pintor y escritor Samuel van Hoogstraten en una biograf¨ªa del artista. En ese mismo libro -Inleyding tot de hooge schoole der schilderkonst, anders de zichtbaere werelt, Rotterdam (1678)-, el autor describe las cualidades de Rembrandt, que ten¨ªa una habilidad especial para pintar las "pasiones del alma". En el cuadro El Prendimiento de Cristo, reci¨¦n restaurado por Isabel Molina, parece que Van Dyck se ha transformado en Rembrandt. Los cuerpos de las diferentes figuras se unen en el cuadro como las infinitas olas que dotan de fuerza extraordinaria a una gran marea. Mientras el viento mueve las hojas de los ¨¢rboles y las llamas de la antorcha, una multitud hist¨¦rica y amenazante, liderada por Judas, alcanza a Cristo. El pintor plasma con gran dramatismo el contraste entre el comportamiento de la turba y el beso traidor de Judas, por un lado, y la calma y resignaci¨®n de Cristo, que reconoce que ¨¦sta es la hora de sus enemigos ("haec est hora vestra et potestas tenebrarum", San Lucas, 22:53).

El Prado ha tenido la fortuna de ser un museo muy pr¨®ximo a los pintores.

Felipe IV compr¨® este cuadro hacia 1645 a los herederos de Rubens, quien probablemente se lo compr¨® al joven Van Dyck hacia 1621. La pasi¨®n por la pintura que Felipe IV demostr¨® con ¨¦sta, y otras muchas compras de cuadros a lo largo de su vida, se ha ido transmitiendo de generaci¨®n en generaci¨®n dentro del Museo del Prado, heredero de las colecciones reales, al contacto con la sublime calidad de los cuadros. Entre los herederos m¨¢s importantes de esa tradici¨®n se encuentran las restauradoras y los restauradores del museo. La delicadeza exquisita que ha empleado Isabel Molina en la restauraci¨®n de esta obra es un paradigma de ello.

Alejandro Vergara es jefe de conservaci¨®n de pintura flamenca del Museo del Prado.