Excelencia universitaria

La nueva Ley Org¨¢nica de Universidades (LOU), aprobada con el voto favorable de todos los grupos parlamentarios excepto el Partido Popular, entra en vigor cuando se pone en marcha el Espacio Europeo de Universidades, que abre nuevas posibilidades a la movilidad de profesores, estudiantes y titulados. Es de esperar que estimule la competitividad entre las universidades para lograr la excelencia docente e investigadora.

La LOU no es una norma que pretenda regular todos los aspectos de la actividad universitaria y asegurar, por su simple aplicaci¨®n, la excelencia buscada y la desaparici¨®n de vicios seculares en nuestras instituciones de ense?anza superior. Introduce una l¨®gica distinta: aumenta hasta grados considerados peligrosos por muchos la autonom¨ªa de las universidades en cuestiones b¨¢sicas de su funcionamiento. E impone principios de evaluaci¨®n acad¨¦mica, tanto de las universidades en su conjunto como de centros y profesores, que tendr¨¢n efectos sobre su financiaci¨®n. Se busca de esta forma que sean capaces de competir entre s¨ª y con otras universidades europeas.

Un ejemplo de esta l¨®gica es la selecci¨®n del profesorado. En un intento de atajar el fen¨®meno de la endogamia, la ley aprobada por el Partido Popular en diciembre de 2001 introdujo la prueba de habilitaci¨®n nacional. Sin embargo, su estructura de oposici¨®n ha limitado el n¨²mero de posibles habilitados en funci¨®n de las plazas que las universidades deciden cubrir y no del n¨²mero de candidatos con nivel suficiente, lo que resulta en una desproporcionada movilizaci¨®n de recursos por plaza habilitada y un notable bloqueo en los procesos de incorporaci¨®n de titulares y catedr¨¢ticos a las universidades. La propuesta de la LOU es una acreditaci¨®n por parte de una comisi¨®n de expertos de ¨¢mbito nacional, bas¨¢ndose en el curr¨ªculum y la documentaci¨®n presentada por los candidatos, de que ¨¦stos tienen nivel suficiente para optar a las plazas que las universidades saquen, sin pruebas que le confieran el car¨¢cter de oposici¨®n y sin l¨ªmite de acreditados. Se ver¨¢ c¨®mo responden las universidades, si persistiendo en el localismo y conden¨¢ndose a la mediocridad o, por ejemplo, estableciendo mecanismos de elecci¨®n que incorporen acad¨¦micos de prestigio de fuera de las propias universidades o de otros pa¨ªses.

El mismo grado de autonom¨ªa tendr¨¢n en la elecci¨®n de las autoridades acad¨¦micas, en la configuraci¨®n de sus planes de estudios, en los medios que ponen para fomentar la investigaci¨®n de calidad o en la organizaci¨®n de la transferencia de conocimiento al sector productivo. Las m¨¢s de setenta universidades espa?olas no pueden pretender abarcar todas las ramas del conocimiento con solvencia; ha llegado el momento de establecer estrategias adaptadas a las fortalezas internas y al entorno de cada cual para ser alguien a escala europea en alguna disciplina o rama de investigaci¨®n.