El agente Djokovic
El tenista serbio, campe¨®n en Miami y que intent¨® hacerse brit¨¢nico, est¨¢ convencido de que llegar¨¢ a ser el 'n¨²mero uno'
Monica Seles tiene un gusto refinado para el tenis. Le avalan nueve t¨ªtulos grandes y un loco con un cuchillo como explicaci¨®n de lo que pudo ser y no fue, de una agresi¨®n que le cambi¨® el rumbo. Seles acaba de quedar fascinada por un jugador diferente. Le ha seguido en el Masters de Miami. Habl¨® el s¨¢bado con ¨¦l y presenci¨® el domingo su victoria en la final sobre el argentino Guillermo Ca?as. A Seles le gusta Novak Djokovic. El revuelo armado por el serbio al ganar confundiendo a los pegadores con sus sutiles dejadas. El paralelismo de sus sue?os. Y los puntos en com¨²n de sus vidas. Seles, como Djokovic, tuvo desde peque?a a alguien que le dijo que ser¨ªa la n¨²mero uno. Seles, como Djokovic, se lo crey¨®. Y Seles, quiz¨¢s como Djokovic, acaba de descubrir que los dos escucharon los cantos de sirena, las reprimendas, los consejos y los gritos de ¨¢nimo de Jelena Gencic. De una de las primeras entrenadoras de Seles. De la mujer que recogi¨® al ni?o Djokovic en la pizzer¨ªa de sus padres para darle una raqueta y decirle lo que necesitaba saber. "Una y otra vez", recuerda Djokovic, de 19 a?os y n¨²mero siete, "hac¨ªa cualquier cosa que me mandara. Y una y otra vez me dec¨ªa que ten¨ªa talento para ser el n¨²mero uno. La cre¨ª entonces y la creo ahora".
"A¨²n no he ganado a Federer, pero espero que ese momento tambi¨¦n llegue"
La vida de Djokovic siempre ha girado alrededor del tenis. Los recuerdos de la merienda vuelven cosidos a los partidos de Boris Becker. Y los sacrificios por llegar al ¨¦xito, colgados de un vuelo a Mil¨¢n y una operaci¨®n para corregir una sinusitis que le imped¨ªa enfrentarse al ritmo fren¨¦tico del tenis moderno. S¨®lo dud¨® una vez. Fue el a?o pasado. Djokovic, autodefinido como "el mejor" de su generaci¨®n, condujo a Serbia a la victoria sobre Gran Breta?a en la Copa Davis. Lo celebr¨® tom¨¢ndose unas copas. Intent¨®, con ¨¦xito seg¨²n los cronistas, trabar amistad con dos o tres chicas en los pubs de Glasgow. Y todo eso junto fue un descubrimiento. Tenis, dinero, instalaciones de primer nivel y ¨¦xito social. Una mezcla explosiva. Tanto que su madre se dedic¨® durante d¨ªas a visitar los centros de entrenamiento de la federaci¨®n inglesa, a recordar lo mal que anda de talentos y a recapacitar sobre el futuro de sus hijos. Los Djokovic hicieron una oferta: pasaportes brit¨¢nicos a cambio de una estrella. La operaci¨®n, seguida por la prensa con el inter¨¦s de una pel¨ªcula de agentes secretos, no cuaj¨®. Y el domingo, tras imponerse en Miami, Djokovic dedic¨® "con orgullo" su victoria al pueblo serbio.
"Siempre intento compararme a los mejores", reflexiona el tenista, "porque es lo que quiero ser. Ahora, por primera vez en mi carrera, siento que estoy en ese nivel, que me merezco ser uno de los tres mejores. Creo que prob¨¦ eso contra Nadal . Por supuesto, a¨²n no he ganado a Federer, pero espero que ese momento tambi¨¦n llegue". El serbio, est¨¢ claro, es ambicioso. Comenz¨® levantando suspicacias por el uso que hac¨ªa de las asistencias m¨¦dicas en los partidos. La ha continuado uni¨¦ndose al gran Woodforde, doblista de ¨¦poca, para mejorar su volea. La vive cre¨¢ndose enemigos, retando a Federer ante las c¨¢maras. Y la quiere cerrar llegando a ser el n¨²mero uno.
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