Cuando el tabaco no era mal visto
A mitad de febrero, la f¨¢brica de tabacos Reig de Sant Juli¨¤ de L¨°ria (Andorra), que comercializa todav¨ªa los populares Rossli, cerr¨® sus puertas. Quedan seis o siete empresas de este tipo en el Principado, todas ellas ubicadas entre Andorra la Vella y Sant Juli¨¤, pero es un tipo de negocio en desaparici¨®n por efecto de las grandes multinacionales y de las campa?as antitabaco, a partes iguales. Y sin embargo se trat¨® de una actividad que, especialmente a partir de la d¨¦cada de 1930, dio de comer a muchas familias del peque?o pa¨ªs pirenaico. Para mantener viva esa memoria, los descendientes de los Reig decidieron abrir hace tres a?os en su primera f¨¢brica de Sant Juli¨¤, conocida como Cal Rafel¨®, un museo que documentara todo el proceso, desde el cultivo de la hoja hasta la comercializaci¨®n de cigarrillos y puros (www.museudeltabac.com). Esa f¨¢brica estuvo activa entre 1909 y 1957, aunque el negocio arranc¨® en otro local hacia 1880, de la mano de Rafel Reig.
Se trata de un museo muy vivo que exhibe objetos y m¨¢quinas relacionados con la antigua actividad y audiovisuales de apoyo que constituyen un bonito ejemplo de historia oral. Para realizarlos, hubo en efecto que ir a buscar alguna anciana cigarrera que recordara todav¨ªa c¨®mo se fabricaba a mano un calique?o o a un viejo contrabandista que reviviera el dur¨ªsimo oficio de pasar los fardos a trav¨¦s de la monta?a. El esprit du lieu est¨¢ as¨ª intacto y de eso se desprende una magia particular. La visita empieza con un audiovisual sobre el cultivo del tabaco, desde que se planta hasta la recolecci¨®n de la hoja en agosto. A partir de ah¨ª se proced¨ªa al secado de las hojas y para eso cualquier lugar aireado pod¨ªa resultar adecuado, desde un almac¨¦n a un balc¨®n o una fachada de piedra encarada a mediod¨ªa. Acabado el audiovisual, se ilumina la sala y uno se da cuenta de que se halla justamente en el almac¨¦n al que llegaban las plantas tras la recolecci¨®n. La habitaci¨®n siguiente est¨¢ dedicada a la fermentaci¨®n: las hojas apiladas se remojan con agua aromatizada y se airean o se tapan con mantas para mantener la temperatura constante, en un proceso muy similar al de la fermentaci¨®n del vino. Naturalmente, la manera de aromatizar el agua era el secreto mejor guardado de cada casa. Una vitrina recrea esa curiosa alquimia en busca del olor m¨¢s equilibrado y diferenciado del de la competencia. La casa Reig, seg¨²n la voz en off que nos acompa?a durante toda la visita, utilizaba "cedro puro y esencia de tr¨¦bol" para reducir la acidez de la planta, aunque tal vez la confesi¨®n no sea m¨¢s que una maniobra de distracci¨®n y la verdadera mezcla conseguida por Joaquim Reig Roqueta, hijo de Rafel y verdadero impulsor de la empresa, quede para siempre en el anonimato.
Una vez seca la hoja, se proced¨ªa a "despalillarla", como la uva, es decir, a liberarla del nervio central y del tallo. Para los siguientes pasos a partir de las d¨¦cadas de 1920 y 1930 ya se utilizaron m¨¢quinas el¨¦ctricas. Una para cortar la hoja y obtener la picadura "al cuadrado" o enhebra, seg¨²n el tipo de corte m¨¢s corto o menos; otra para airear la picadura y separarla del polvo, y, finalmente, otra, instalada en 1936, para torrefactar. En este piso de la antigua f¨¢brica se puede constatar el car¨¢cter familiar que ten¨ªa este negocio: una puerta daba acceso al despacho del amo, donde los trabajadores cobraban el jornal, y a la vivienda de la familia Reig. De hecho en la f¨¢brica trabajaban todos los Reig: el matrimonio y los tres hijos. La hija de Joaquim, J¨²lia Reig, muri¨® hace apenas un a?o, cuando contaba 94. El piso siguiente del museo era territorio exclusivo de las mujeres. La cualidad m¨¢s apreciada de las empleadas era tener "els dits llestos" para empaquetar la picadura en rajoles o fabricar calique?os a gran velocidad. En esta planta hay un par de m¨¢quinas primitivas que hac¨ªan cigarrillos, una de ellas llamada La Rapide, que produc¨ªa unos 2.000 por hora. Y tambi¨¦n pueden verse los fardos de arpillera, de 30 kilos, que los hombres se echaban a la espalda para cruzar las monta?as. El tirante derecho llevaba un cordel anudado de determinada manera para que pudiera liberarse r¨¢pidamente en el caso de que la comitiva fuera interceptada por los carabineros. Si el fardo estaba en el suelo y no tras la espalda la pena que pod¨ªa caerle al contrabandista pod¨ªa variar sensiblemente. En un mostrador se exhiben varios de los productos que llegaron a comercializar los Reig: marcas como El Conseller -hoy registrada por un empresa local de caf¨¦-, Regio, Dux y Charlemagne hablan de una ¨¦poca en la que fumar otorgaba categor¨ªa social.
En el ¨²ltimo espacio del museo varios audiovisuales explican la comercializaci¨®n del tabaco, la popularizaci¨®n del cigarrillo a partir de la I Guerra Mundial y el gran momento de producci¨®n que sigui¨®: en 1925 hab¨ªa en Sant Juli¨¤ seis f¨¢bricas que facturaban 55.000 kilos de picadura y 4.000 calique?os... sin contar el contrabando. Hacia 1950 los cient¨ªficos descubrieron la relaci¨®n entre el consumo de tabaco y el c¨¢ncer. Los audiovisuales siguientes muestran campa?as publicitarias a favor y en contra del tabaco. La partida, no cabe duda, la ha ganado el frente del antitabaquismo: la propia reconversi¨®n de Cal Rafel¨® en museo es una muestra de ello, una feliz muestra, por cierto.
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