El m¨¦todo Camps
Sigo con inter¨¦s y admiraci¨®n la campa?a electoral que desarrolla Francisco Camps. De no surgir un imprevisto, que no acierto a imaginar cu¨¢l puede ser, dir¨ªa que est¨¢ encaminada al ¨¦xito. Ahora, pese al auge cobrado en las ¨²ltimas fechas, creo que ser¨ªa un error suponer que Francisco Camps acaba de entrar campa?a. No, nada de eso. Camps comenz¨® a trabajar en el momento mismo de su toma de posesi¨®n como presidente de la Generalidad. Basta repasar su conducta a lo largo del tiempo, para advertir c¨®mo cada una de sus decisiones se orientaba ya en una ¨²nica direcci¨®n: triunfar en las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas. Hasta los hechos de apariencia m¨¢s contradictoria persegu¨ªan este fin.
Hay algo profundamente seductor en el desarrollo de la campa?a electoral de Francisco Camps: su aburrimiento. Nadie negar¨¢ que nos encontramos ante una campa?a aburrida, opaca, sin nervio. Es f¨¢cil establecer una correspondencia entre la imagen gris y un punto fatigada que transmite el presidente y la displicencia con que discurren los actos. Pero ser¨ªa un error atribuirla a una relaci¨®n de causalidad y no a un proyecto bien tramado. Camps tiene muy meditada su actuaci¨®n y utiliza el tono de campa?a que mejor conviene a sus intereses. Una prueba de su excelencia es que los partidos de la oposici¨®n hayan sido incapaces de reaccionar ante la estrategia. Y lo que indican las encuestas, claro.
En esta l¨ªnea que acabamos de exponer es donde debe situarse el acto que protagoniz¨® Vicente Rambla la pasada semana. La intervenci¨®n del consejero, al presentar los logros del Gobierno durante la legislatura, tuvo ese car¨¢cter indefinido que el asunto requer¨ªa. Rambla se limit¨® a enumerar, sin especial ¨¦nfasis, una lista de acciones donde, ya se trate de la visita del Papa o del Palacio de Congresos de Alicante, todas reciben id¨¦ntica valoraci¨®n. Y es que, cuando todo es perfecto, carece de sentido cualquier distinci¨®n, y la cr¨ªtica resulta in¨²til. Cualquier fallo que se produzca en este mundo ideal provendr¨¢ siempre del exterior.
El "nunca pasa nada" de Francisco Camps ha calado tambi¨¦n entre los medios de comunicaci¨®n, que son quienes forman la opini¨®n p¨²blica. Un suceso reciente como la dimisi¨®n de V¨ªctor Campos nos permite apreciarlo con cierto detalle. Salvo algunos comentarios cargados de intenci¨®n, la marcha de Campos se ha aceptado como un hecho inevitable, un contratiempo propio de la vida pol¨ªtica. A los pocos d¨ªas de que se produjera, ya puede darse por olvidado, y es improbable que tenga alg¨²n efecto electoral. Tratemos ahora de imaginar qu¨¦ hubiera sucedido de producirse esta dimisi¨®n en el Partido Socialista. En este caso, se habr¨ªa dicho que los socialistas acababan de arrojar las elecciones por la borda, dado que un partido en descomposici¨®n nunca podr¨ªa gobernar.
En diferentes ocasiones, Camps ha convertido sus actos de gobierno en un espect¨¢culo fastuoso. Esto le ha permitido construir un imaginario de lujo para la Comunidad Valenciana, de una innegable proyecci¨®n social. Si disponemos de los mejores arquitectos, de excelentes directores de orquesta, somos sede de grandes regatas internacionales o la f¨®rmula 1 nos exige participar, es porque nos hemos convertido en una regi¨®n extraordinaria. El discurso es simple, desde luego, pero su eficacia inmensa. De ah¨ª a colegir que disponemos de los mejores servicios y que debemos sentirnos felices s¨®lo hay un paso que se da con extrema facilidad.
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