?Qui¨¦n habla por Europa?
A diferencia de Naciones Unidas, la Uni¨®n Europea, la semana pasada, ofreci¨® "apoyo incondicional" al Gobierno brit¨¢nico en su enfrentamiento con Ir¨¢n. En su declaraci¨®n, los ministros de Exteriores de la UE -que representan a 27 pa¨ªses, casi 500 millones de personas y asume m¨¢s de un tercio del comercio iran¨ª, y que aceptaron sin reservas la versi¨®n brit¨¢nica de los sucesos-, dijeron que el secuestro de los marineros y marines brit¨¢nicos por parte de Ir¨¢n era "una clara violaci¨®n de las leyes internacionales" y reclamaron su "liberaci¨®n inmediata e incondicional". ?Se puede pedir m¨¢s de Europa, en su grado de desarrollo actual? Si queremos que act¨²e de forma m¨¢s en¨¦rgica, tendr¨ªamos que darle un palo m¨¢s grande y una mano m¨¢s fuerte para manejarlo.
Ahora que los rehenes brit¨¢nicos han quedado en libertad, la pregunta de fondo sigue en el aire. ?Qu¨¦ queremos que haga Europa por nosotros? ?Y qu¨¦ estamos dispuestos a hacer a cambio? Aqu¨ª, en Bruselas, uno se da cuenta de que es probable que la cuesti¨®n surja de forma muy directa durante los tres pr¨®ximos meses, y que se le pregunte, sobre todo, a un hombre: Gordon Brown. Brown dice que el verdadero problema de la Uni¨®n Europea, a sus 50 a?os, es c¨®mo afrontar los grandes retos del siglo XXI: la reforma econ¨®mica en la era de la globalizaci¨®n, la seguridad energ¨¦tica, la sostenibilidad ante el cambio clim¨¢tico, el comercio, unas pol¨ªticas de ayuda y unas estrategias sobre la deuda que ayuden a sacar a los pa¨ªses pobres de unas condiciones indignas de cualquier ser humano, ayudar a que se produzcan los cambios deseables en el mundo del islam, de qu¨¦ forma actuar ante la aparici¨®n de China e India como potencias mundiales.
Estoy de acuerdo. En todos estos aspectos, el tama?o importa. Si los grandes logros europeos, en los ¨²ltimos 50 a?os, se han producido dentro de la propia Europa, los retos de los pr¨®ximos 50 ser¨¢n, sobre todo, externos. La ampliaci¨®n de la Uni¨®n para acoger a otros pa¨ªses europeos, incluidos Turqu¨ªa y Ucrania, es todav¨ªa un asunto pendiente y crucial, pero a Europa se la va a juzgar, cada vez m¨¢s, por lo que haga en sus relaciones con pa¨ªses que no sean miembros de la Uni¨®n. Durante su primer medio siglo, el proyecto europeo consisti¨® fundamentalmente en qu¨¦ hac¨ªamos con nosotros mismos. Durante el medio siglo que empieza, consistir¨¢ sobre todo en Europa dentro de un mundo no europeo.
A Brown -y, ya que estamos, a David Cameron, que coincide con gran parte del an¨¢lisis de Brown- le sorprender¨ªa saber hasta qu¨¦ punto comparten su idea en las altas instancias de las instituciones europeas. Esta estrategia coexiste con las visiones m¨¢s tradicionales de franceses y alemanes, en las que la unificaci¨®n europea es un fin en s¨ª, para poder competir con Estados Unidos. Pero el an¨¢lisis Browniano de la globalizaci¨®n (ser¨ªa vanidoso llamarlo meramente brit¨¢nico) tiene mucha fuerza en Bruselas y, en general, en los debates de una Uni¨®n Europea inmensamente cambiada por lo que el presidente de la Comisi¨®n, Jos¨¦ Manuel Dur?o Barroso, llama su "gran ampliaci¨®n" de 2004-2007.
Sin embargo, pr¨¢cticamente todos nuestros socios de la Europa continental est¨¢n de acuerdo en que la Uni¨®n necesita ciertos cambios institucionales para que est¨¦ a la altura de los objetivos. Independientemente de sus discrepancias filos¨®ficas, los dirigentes europeos se acercan cada vez m¨¢s hacia un nuevo acuerdo que deber¨ªa estar sobre la mesa en el Consejo Europeo de finales de junio. Es probable que el Consejo proponga una nueva conferencia intergubernamental que negocie r¨¢pidamente los t¨¦rminos de un nuevo tratado, con la esperanza de que los 27 Estados miembros pudieran ratificarlo antes de 2009. Entonces, la Uni¨®n Europea podr¨ªa presentarse como un socio estrat¨¦gico m¨¢s cre¨ªble al nuevo Gobierno de Washington, para no hablar de sus relaciones con Rusia, China, India y el resto del mundo. El nuevo tratado, que no se llamar¨ªa Constituci¨®n, incluir¨ªa muchos de los cambios constitucionales m¨¢s importantes del anterior, pero prescindir¨ªa del solemne pre¨¢mbulo de Val¨¦ry Giscard d'Estaing, seguramente tambi¨¦n de la Carta de Derechos Fundamentales (que ser¨ªa un documento aparte) y algunos otros elementos.
El presidente del Consejo Europeo tendr¨ªa un mandato m¨¢s largo, en vez del foll¨®n actual de un l¨ªder nacional diferente cada seis meses. Tanto el Parlamento Europeo como los parlamentos nacionales tendr¨ªan un papelm¨¢s importante. Quiz¨¢ se ampliar¨ªa ligeramente el voto por mayor¨ªa cualificada. Habr¨ªa una "cl¨¢usula de salida" para que los pa¨ªses deseosos de abandonar la UE dispusieran de un procedimiento claro para hacerlo. Habr¨ªa -y esto es vital- una sola persona encargada de "hablar en nombre de Europa" en pol¨ªtica exterior, un papel que combinar¨ªa el que desempe?a en la actualidad Javier Solana y el del comisario europeo de Relaciones Exteriores. Esa persona presidir¨ªa el Consejo de Ministros de Exteriores, ser¨ªa vicepresidente de la Comisi¨®n Europea y encabezar¨ªa un ¨²nico "servicio de acci¨®n exterior" europeo. Casi todos los pa¨ªses quieren que se le llame "ministro de Exteriores", pero seguro que tambi¨¦n servir¨ªa Alto Representante, e incluso es posible que fuera m¨¢s exacto.
Todo esto se someter¨ªa a negociaci¨®n en la conferencia intergubernamental, pero los t¨¦rminos de referencia para dicha reuni¨®n saldr¨ªan ya fijados de la cumbre de junio. Aunque algunos otros Estados miembros est¨¢n armando un esc¨¢ndalo y tanto Polonia como la Rep¨²blica Checa est¨¢n siendo m¨¢s brit¨¢nicas que los brit¨¢nicos, las posibilidades de que todo esto ocurra dependen de dos cosas: el resultado de las elecciones presidenciales francesas y la pol¨ªtica de la transici¨®n Blair-Brown. Si el nuevo presidente franc¨¦s es Nicolas Sarkozy, casi con certeza estar¨¢ de acuerdo con alguna versi¨®n de esta propuesta. Tony Blair -uno de cuyos ¨²ltimos actos en Europa ser¨¢ probablemente el Consejo Europeo- seguramente estar¨ªa tambi¨¦n de acuerdo. Pero ?qu¨¦ ocurre con Brown?
Los Brown¨®logos m¨¢s optimistas dicen que entiende muy bien los argumentos intelectuales en defensa de una Europa m¨¢s fuerte, que, en el fondo, es menos euroesc¨¦ptico de lo que ha parecido como ministro de Hacienda y que, en todo caso, el simp¨¢tico Brown del 10 de Downing Street [residencia del primer ministro] ser¨¢ muy distinto del antip¨¢tico se?or Brown del n¨²mero 11
[residencia del ministro de Hacienda]. Las opiniones cambian seg¨²n el sitio en el que se est¨¢. Los Brown¨®logos m¨¢s pesimistas subrayan su famoso desagrado por las reuniones y los contactos europeos. ("?Quiere entrevistarse con el nuevo ministro alem¨¢n de Econom¨ªa?", dicen que le pregunt¨® una vez uno de sus colaboradores. La respuesta: "No"). Aseguran que har¨¢ todo lo posible para evitar el refer¨¦ndum que los conservadores y la prensa euroesc¨¦ptica exigir¨¢n inevitablemente ante cualquier nuevo tratado, por modesto que sea; sobre todo, en v¨ªsperas de unas elecciones generales. Tambi¨¦n sugieren que hace mucho que hizo un pacto faustiano con Paul Dacre, el director de Associated Newspapers, que incluye publicaciones tan influyentes como el Daily Mail y el Mail on Sunday, y con Rupert Murdoch, due?o de The Times y el Sun. Hablando en plata, el pacto es el siguiente: usted siga siendo euroesc¨¦ptico, y nosotros le apoyaremos en las pr¨®ximas elecciones (o, por lo menos, no emplearemos todas nuestras armas en su contra). En otras palabras, dicen que pondr¨¢ los intereses personales y de partido a corto plazo por encima de los intereses nacionales a largo plazo. ?Cu¨¢l de estas dos direcciones tomar¨¢ Brown? Nadie lo sabe, porque la Brownolog¨ªa es la sovietolog¨ªa de nuestro tiempo.
A los periodistas euroesc¨¦pticos del Daily Mail y el Sun no hay nada que les guste m¨¢s que denunciar a una Uni¨®n Europea supuestamente dirigida por una conspiraci¨®n de bur¨®cratas de Bruselas a los que nadie ha elegido. Todav¨ªa tienen que explicar por qu¨¦ ser¨ªa m¨¢s democr¨¢tico tener una Uni¨®n Europea cuyo rumbo lo dicte una conspiraci¨®n de propietarios de peri¨®dicos brit¨¢nicos a los que nadie ha elegido. Si Gordon Brown quiere demostrar que es un hombre de Estado, y no un mero pol¨ªtico, tiene que dejarles en evidencia.
Timothy Garton Ash es historiador brit¨¢nico, profesor de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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