Francia sin Europa
Los tres grandes candidatos de las presidenciales francesas, a menos de dos semanas de la primera vuelta, tienen algo importante en com¨²n. El derechista Nicolas Sarkozy, el autoproclamado extremista de centro Fran?ois Bayrou, y la socialista S¨¦gol¨¨ne Royal, le tienen pavor a ese 55% del electorado que vot¨® no a la constituci¨®n europea, en el refer¨¦ndum del 29 de mayo de 2005, y, en esa l¨ªnea, le reconocen a la pol¨ªtica exterior escasa entidad en su campa?a. Pero, aunque sin Francia no sea posible construir Europa, sin Europa tiene raro sentido construir Francia.
La coincidencia se extiende hasta en la formulaci¨®n de Europa que adopta ese p¨¢nico. El tr¨ªo, m¨¢s que dar directamente la raz¨®n a los votantes del no, aduce argumentos para excusar a esos franceses. Como apunta Bernard Cassen en Le Monde Diplo, S¨¦go perdona a la juventud, porque asegura que ¨¦sta no halla respuesta en la UE a sus problemas; Sarko se desentiende de todo afirmando que la crisis es europea y no francesa; y el hipercentrista Bayrou hace un llamamiento a comprender ese voto.
La antropolog¨ªa electoral establece tres grandes vectores para el no franc¨¦s: el de aquellos a quienes la constituci¨®n sab¨ªa a poco como integraci¨®n pol¨ªtica, muy domiciliados a la izquierda; el de los que piensan que ya hay demasiada Europa, en la derecha-derecha; y los que, con poca o mucha Europa, creen que 27 Estados miembros la hacen inviable, diseminados por todo el espectro electoral.
Y los candidatos parece que no desmienten frontalmente esos estereotipos, aunque en su d¨ªa votaran s¨ª: la socialista, que en su programa de 100 puntos se refiere en dos a la pol¨ªtica exterior, y en alg¨²n caso por medio de irrefutables generalidades, como cuando pide una conferencia internacional sobre Oriente Pr¨®ximo, defiende m¨¢s Europa, m¨¢s social y menos comercial; Sarkozy ha subrayado recientemente la necesidad de que haya una Francia libre y fuerte dentro de la UE, lo que rebaja la temperatura de lo europeo en su campa?a; y los tres deben resentirse de que el eje franco-alem¨¢n, y con ello Francia, pese hoy mucho menos que ayer en una UE multipolar, sin perjuicio de que ninguno se opusiera, porque habr¨ªa sido pol¨ªticamente muy incorrecto, a la ampliaci¨®n al Este.
Con m¨¢s o menos Francia, estas fechas en las que la comunidad cumple 50 a?os, subrayan lo mucho que se ha avanzado desde que se firm¨® el Tratado de Roma, pero tambi¨¦n c¨®mo no todo ha ido necesariamente en la direcci¨®n de una Europa pol¨ªticamente integrada.
Dos pensadores de izquierda, muy distintos pero con originalidades comunes, pusieron el dedo en la llaga de la dif¨ªcil viabilidad comunitaria y ambos lo hicieron antes de que aparecieran los presentes problemas de gobernabilidad. El primero era un franc¨¦s, el eminente soci¨®logo Pierre Bourdieu, que falleci¨® con una UE de 15 miembros cuando ya arreciaban las cr¨ªticas contra el llamado d¨¦ficit democr¨¢tico; y, no por casualidad, buena parte de ellas proven¨ªa de la gran isla del Atl¨¢ntico, cuyos dirigentes quieren que el voto s¨®lo sirva para hacer una Europa chamarilera. Y el segundo, el norteamericano Immanuel Wallerstein, que escrib¨ªa sobre la apurada integraci¨®n de Europa, a fin de la d¨¦cada de los ochenta.
Bourdieu dec¨ªa que al igual que el Renacimiento no habr¨ªa sido posible sin el esfuerzo de los benedictinos del C¨ªster, que recuperaron como eur¨®cratas antes de tiempo el legado greco-latino, fueron los funcionarios de la Comunidad -sobre todo con Jacques Delors- quienes edificaron una Europa que habr¨ªa sido inasequible por la v¨ªa del sufragio. Wallerstein, sin meterse en honduras cistercienses, tambi¨¦n conclu¨ªa que ese d¨¦ficit era vital para edificar la Europa pol¨ªtica; igual que el voto puede llevar a la dictadura, el buen trabajo sin la fiscalizaci¨®n de las urnas puede propulsar a un supranivel de democracia.
Francia no halla buen acomodo en una nutrida Europa que desborda de atlantismos, y, con el riesgo de que la gran naci¨®n deba resignarse a un semianonimato, Sarko, S¨¦go y el centro-centrista sienten la tentaci¨®n de mirar s¨®lo al Hex¨¢gono para hacer una Francia con menos Europa, lo que equivale a no hacer ni Francia, ni Europa, ni nada.
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