Wolfowitz y compa?¨ªa
El destacado ide¨®logo neoconservador y n¨²mero dos del Pent¨¢gono en el momento en que se decidi¨® la invasi¨®n de Irak, Paul Wolfowitz, promocion¨® a una funcionaria del Banco Mundial con la que manten¨ªa una relaci¨®n sentimental, Shasha Riza, al poco de ser nombrado presidente de esa instituci¨®n. El ascenso fue realizado al margen de los procedimientos exigidos por el banco y supuso un importante aumento salarial para la funcionaria. Adem¨¢s, el hecho de que el trabajo de Shasha Riza tuviera que ser supervisado por su propia pareja sentimental, algo prohibido por el reglamento interno del banco, hizo que fuese trasladada al Departamento de Estado norteamericano, donde, no obstante, sigui¨® cobrando el salario concedido por Wolfowitz, bastante mayor que el de la titular del departamento, Condoleezza Rice.
Las evidencias del caso Riza son tan concluyentes que Wolfowitz no ha tenido m¨¢s remedio que reconocer su responsabilidad en v¨ªsperas de la cumbre que est¨¢ teniendo lugar en Washington este mismo fin de semana, un hecho sonrojante como pocos en un cargo de semejante naturaleza. Apelando a la comprensi¨®n -una actitud que ¨¦l nunca utiliz¨® para juzgar conductas ajenas-, ha asegurado que se trat¨® de un simple error provocado por el desconocimiento de las normas que reg¨ªan en el banco. El argumento resulta pueril. Si no conoce las normas, el presidente de un organismo de tanta trascendencia como el Banco Mundial est¨¢ obligado a asesorarse. Adem¨¢s, no es necesario estar al corriente de ning¨²n reglamento, ni del Banco Mundial ni de ninguna otra entidad p¨²blica, para saber que el nepotismo no es una pr¨¢ctica aceptable.
El caso Riza es todo un s¨ªmbolo de la manera en la que Bush y los neoconservadores han entendido la Administraci¨®n y el ejercicio del poder. Su principal preocupaci¨®n fue ocuparlo mediante una camarilla de leales y, a partir de ah¨ª, perseguir sus fines sin prestar mayor atenci¨®n a los medios. Esta filosof¨ªa elemental no s¨®lo inspir¨® la pol¨ªtica norteamericana en cuestiones trascendentales como Oriente Medio, sino tambi¨¦n la presencia de halcones en algunos puestos decisivos del sistema internacional. No fue la ignorancia lo que llev¨® a Wolfowitz a promocionar a su compa?era sentimental, fue la inercia de actuar como era costumbre en el grupo de ide¨®logos al que pertenece.
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