Rendijas de realidad
Como un remedo de aquel agente Smith que interpreta Hugo Weaving en las pel¨ªculas de los hermanos Wachowski, el vicesecretario regional de los populares valencianos, Ricardo Costa, responde imperturbable a las interferencias que sacuden su peculiar Matrix pol¨ªtico. Repetitivo e inflexible, con el tono maquinal de quien renunci¨® hace tiempo al m¨¢s leve resquicio de talante propio, recita frases como estas: "Hemos demostrado una solidez y fortaleza que en estos momentos ning¨²n partido puede demostrar... Las listas son claramente ilusionantes... No s¨¦ de qu¨¦ batalla interna me habla... Son la mejores candidaturas que se presentar¨¢n...". Aunque no venga a cuento, el programa descarga tambi¨¦n los habituales mandobles a Rodr¨ªguez Zapatero por sus p¨¦rfidas conjuras contra los intereses angelicales de los valencianos.
Poco importa que las distorsiones en la simulaci¨®n alcancen niveles tempestuosos a causa, por ejemplo, del enfrentamiento entre sectores ind¨ªgenas del PP por la confecci¨®n de las candidaturas auton¨®micas y locales: el previsible vicesecretario dir¨¢ siempre lo mismo. Y ya es mucho, pues la capacidad de articulaci¨®n en el escal¨®n directivo superior, el de la secretaria regional, Adela Pedrosa, no resulta fiable ni para una tarea tan mec¨¢nica.
En fin, el partido de Francisco Camps, dentro de su peculiar universo de ficci¨®n pol¨ªtica, carece de escenarios alternativos donde ejerzan alguna influencia los matices y la incertidumbre. As¨ª, aunque las rendijas de realidad son cada d¨ªa m¨¢s apreciables, pese a que sectores crecientes de la ciudadan¨ªa se desconectan de la programaci¨®n y opciones diversas compiten en la escena p¨²blica, acuciadas por una inminente cita electoral que condensa nuevas perspectivas, la derecha aut¨®ctona lo f¨ªa todo al mundo feliz de su autoimagen, incapaz siquiera de aceptar como un s¨ªntoma de humana normalidad la brega dom¨¦stica por los cargos.
Tan cerrada perfecci¨®n, incluso con el sustento ineludible de un canal auton¨®mico f¨¦rreamente teledirigido, adelgaza por momentos entre chisporroteos de un discurso que pierde la escasa energ¨ªa con que fue construido, se ve erosionada por las distracciones complejas del debate civil y amenaza con colapsarse. En una cuenta atr¨¢s muy cinematogr¨¢fica, el juego del poder valenciano consiste, ahora y aqu¨ª, en mantener precariamente conectados los maltrechos circuitos del simulacro con la esperanza, bip, de que aguante, bip, bip, hasta el 27 de mayo, biiiip.
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