Del Estado y la ministra
Trataba yo de reponerme de esa interrogaci¨®n metaf¨ªsica que te lanza, sin piedad, la escultura de Giacometti que preside la exposici¨®n temporal del Museo Picasso, en M¨¢laga, cuando otras zozobras muse¨ªsticas vinieron a aumentar mi desasosiego. De estancia en Sevilla el d¨ªa 10, la ministra del ramo se expres¨® contraria a la transferencia del Museo de Bellas Artes de la capital auton¨®mica. Mejor dicho, reiter¨® que ella siempre hab¨ªa exceptuado esa competencia del Estado sobre la segunda pinacoteca del pa¨ªs, incluso siendo consejera de Cultura. Cosa que dej¨® callados a algunos maledicentes, que ya andaban cosquilleando las hemerotecas en busca de contradicci¨®n. No la hallaron. De donde deduje, con secreto asombro, que a esta Carmen Calvo le pueden algunas gotas de sangre jacobina -y el que no las tenga que deje de llamarse de izquierdas-, pero no de ahora, sino desde esa ¨¦poca intemporal de los principios. Resuelta est¨¢, por lo que se ve, a mantener la fuerza simb¨®lica del Estado. Lo que pens¨¢ndolo bien, y en momentos de tanta incertidumbre, no parece que sobre.
Re¨²no en mi cabeza otros datos que me ayuden a convertir el hecho en categor¨ªa, pues hay como un rumor disperso. Una tendencia soterrada que se hace sentir en otros puntos de la geograf¨ªa, en defensa, consciente o inconsciente, voluntaria o involuntaria, de "lo que queda del Estado", en frase infeliz de Maragall. (Tan infeliz como que con ella se acab¨® de labrar, ¨¦l solito, su propia ruina). De Catalu?a, precisamente, anoto un par de indicios: uno simb¨®lico, cual es que el president Montilla ha mandado ondear la bandera espa?ola en edificios p¨²blicos donde a?os ha se hab¨ªan olvidado de ella. Dos, la retirada de CiU del contubernio que iba fabricando el PP contra la nueva Ley del Suelo. Ocurri¨® el pasado d¨ªa 11, en el Senado, cuando los catalanistas se advirtieron a tiempo de la trampa que urd¨ªa esa derecha corralera (tan lejos de la derecha civilizada que echa de menos Jes¨²s de Polanco) en que se ha trocado el partido de los obispos, y de los promotores urban¨ªsticos, claro. Algo m¨¢s que un gesto, pues viene resultando de primera necesidad que esa ley acuda pronto a poner orden en los desmanes del suelo que recorren la piel de toro como un escalofr¨ªo nacional. Y que a ella pueda acogerse, por ejemplo, el Ayuntamiento de Sevilla, en su firme resoluci¨®n de preservar el antiguo aer¨®dromo de Tablada como zona verde y p¨²blica, frente al elocuente silencio del candidato del PP, y las emboscadas judiciales que preparan sus actuales propietarios, animados un d¨ªa a forrarse con las falsas expectativas que les dieron los Rojas Marcos y Soledad Becerril. Y esto no es an¨¦cdota, sino otro arbotante para ese reforzamiento de la b¨®veda mayor, que surge parad¨®jicamente de la demanda que le llega desde ese otro nivel, el municipio, que en estos momentos, v¨ªsperas electorales, recobra tambi¨¦n el protagonismo como parte fundamental que es del mismo edificio.
De la otra parte del escozor antiespa?olista proceden nuevos signos, si cabe m¨¢s profundos, aunque menos evidentes, que los anteriores: el presidente del PNV, Josu Jon Imaz, rechaz¨® en fechas indeterminadas un plebiscito para el 2011, contra la espa?olidad de Navarra y de Euskadi, que le propon¨ªa el tal Otegui, como quien no quiere la cosa. Y el hecho de que Ibarretxe haya tomado esa propuesta como suya en su delirio soberanista y nueva fuga hacia ninguna parte, no hace sino acusar la brecha que hay dentro del PNV. Habr¨¢ que seguir atentos.
Ocurre sencillamente que en estos ¨²ltimos meses han pasado muchas cosas en Espa?a. Adem¨¢s del atentado de Barajas, los dos referendos, el catal¨¢n y el andaluz, con sus escasos fervores populares, han propiciado una cierta resaca autonomista y, en consecuencia, un clima m¨¢s suave en las relaciones con el Gobierno central. Y no es ning¨²n desdoro para Andaluc¨ªa, sino todo lo contrario, que desde aqu¨ª precisamente se contribuya a mejorar el papel del Estado, en justa reciprocidad, y lealtad, por lo mucho recibido. Lo ¨²ltimo, esa mediaci¨®n con Bruselas para que nuestros barcos pesqueros vuelvan a faenar en aguas marroqu¨ªes.
En definitiva, quiz¨¢s no se trate m¨¢s que de recuperar el pulso hist¨®rico que siempre tuvo la Espa?a no espa?olista, plural, ilustrada y laica, frente a la Espa?a ca?¨ª. Y que una ministra como Carmen Calvo venga a recordarnos que la importancia del Museo de Bellas Artes de Sevilla es precisamente lo que lo vuelve intransferible, me parece un s¨ªntoma de esa buena salud que entre todos debemos procurar para la casa com¨²n.
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