Pido la paz y la palabra
La experiencia nos ense?a que el miedo es una pulsi¨®n leg¨ªtima y necesaria para la supervivencia, que muestra la fragilidad humana y nos permite protegernos. Tal vez por eso se puede manipular hasta convertirlo en un impulso capaz de agredir, bajo la convicci¨®n de estar defendi¨¦ndose. Esto parece estar ocurriendo en nuestros escenarios p¨²blicos en los ¨²ltimos tiempos.
Por una parte, asistimos con impotencia a la continuidad de la justificaci¨®n del uso de las armas, la amenaza y la muerte, para lograr objetivos pol¨ªticos, una justificaci¨®n que niega la prioridad de la vida humana sobre cualquier otro objetivo, una estrategia que parece incapaz de ver que por esta v¨ªa s¨®lo hay sufrimiento, dolor y alejamiento de las metas. Porque s¨®lo la pol¨ªtica, en su sentido de arte de convivir, de avance civilizado hacia mejoras comunes, simb¨®licas y materiales, puede permitir avanzar en los logros, sin que el uso de la fuerza, caso de alcanzarlos, los haga nacer contaminados. Por otra, la pol¨ªtica de la plaza p¨²blica, la que ennoblece al ser humano, el arte de acordar con la palabra, con el compromiso de reconocernos como miembros de la misma especie y de la misma comunidad humana, sometidos a la enfermedad y la muerte, y ennoblecidos por las capacidades de aprender, amar y perdonar; esa pol¨ªtica que vincula, y es lugar de reconocimiento y proyecci¨®n del futuro com¨²n, est¨¢ perdiendo su rumbo.
Asistimos con perplejidad y dolor a la transformaci¨®n de la discrepancia en ocasi¨®n para la deshumanizaci¨®n del oponente pol¨ªtico, desliz¨¢ndose peligrosamente hacia abismos que este pa¨ªs conoce y guarda en sus p¨¢ginas m¨¢s dolorosas. ?C¨®mo podemos estar abandonando la senda de la palabra y el pacto, cuando nuestra propia experiencia de pa¨ªs golpeado por una guerra civil, que a¨²n cuentan nuestros padres, nos ha ense?ado que son la ¨²nica v¨ªa para la dignidad y la convivencia en paz?
Nos tememos que por este camino nunca podremos resolver el gran problema pendiente de la democracia espa?ola, n¨²cleo tambi¨¦n de la agudizaci¨®n del desencuentro: acabar con la violencia en el Pa¨ªs Vasco. Todos los intentos realizados por los gobiernos en los ¨²ltimos treinta a?os han sido infructuosos, poniendo en evidencia la complejidad del problema y la dificultad de resolverlo. Precisamente por esta dificultad, la soluci¨®n exige de las instituciones pol¨ªticas y del conjunto de la sociedad, una gran dosis de realismo, capacidad para el di¨¢logo, entereza, valent¨ªa y generosidad. Necesitamos di¨¢logo para que la pol¨ªtica, como palabra y pacto, destierre a las armas; entereza para no dejarnos arrastrar por las pasiones; valent¨ªa para no atrincherarnos en las propias razones, por muy leg¨ªtimas y constitucionales que sean, para arriesgarnos en la b¨²squeda de soluciones, y generosidad para romper la espiral del odio y la violencia.
Las Mujeres de la revista En Pie de Paz llevamos a?os reflexionando acerca de c¨®mo afrontar los conflictos desde la no violencia. Ante la situaci¨®n en el Pa¨ªs Vasco, nos hemos hecho la pregunta que Annie Campbell se plante¨® ante el proceso de paz en Irlanda del Norte: "Y t¨², ?qu¨¦ hiciste ante el proceso de paz?". Su respuesta le llev¨® a participar activamente en la creaci¨®n de la Coalici¨®n de Mujeres de Irlanda del Norte, formada por grupos de cat¨®licas y protestantes, que tuvo un papel importante en las conversaciones previas a los Acuerdos de Viernes Santo. La pregunta nos obliga a considerar si como ciudadanas tenemos alg¨²n tipo de responsabilidad en el proceso de paz en el Pa¨ªs Vasco, y, aunque parezca pretencioso, si est¨¢ en nuestras manos hacer algo para fortalecerlo.
Podr¨ªamos responder afirmando que nuestra responsabilidad la delegamos en los representantes pol¨ªticos, pero la respuesta no nos satisface. Siempre hemos cre¨ªdo que reducir la democracia a los procesos electorales comporta el empobrecimiento de la salud democr¨¢tica de la sociedad.
Confundir democracia con elecciones es un grave error que est¨¢ en la base de la actual crisis de la pol¨ªtica. Los y las representantes pol¨ªticos, incluso si les concedemos honestidad y valent¨ªa, no siempre pueden conseguir los objetivos propuestos. Se encuentran a veces ante l¨ªmites que s¨®lo pueden superarse con el apoyo popular. Pero si no basta con votar, si es necesario tomar la palabra para que los gobiernos sepan qu¨¦ esperamos de ellos, y tambi¨¦n darles apoyo para hacer posible determinadas acciones, entonces s¨ª tenemos una responsabilidad en el proceso de paz en el Pa¨ªs Vasco. No se trata de emular a Annie Campbell, aunque aprovechamos para decir que hay muchas como ella: desde hace a?os, de forma discreta y an¨®nima, centenares de personas de procedencia variada han trabajado y trabajan para hacer posible el di¨¢logo en el Pa¨ªs Vasco. Por lo que a nosotras concierne, si queremos que avance el proceso de paz, en nuestras manos est¨¢ una acci¨®n sencilla pero ¨²til: tomar la palabra para explicitar y hacer p¨²blico este deseo. Solamente haci¨¦ndolo p¨²blico podr¨¢ encontrarse con los de otros y otras que van en la misma direcci¨®n.
Estamos convencidas de que sigue habiendo una mayor¨ªa esperanzada y deseosa de que el proceso de paz sea una realidad, que siente en su propia carne los asesinatos de Estancio y Palate, y que asiste con preocupaci¨®n a los distintos bloqueos del proceso. No puede ser que las fuerzas de siempre, vuelvan a imponer sus estrategias. Queremos que el enorme deseo que existe a favor de la paz, se vuelque en hacer callar las armas definitivamente.
Queremos que no s¨®lo se oiga a quienes dicen "No en mi nombre". Nosotras, pese a todo, y porque vemos que es la ¨²nica opci¨®n de futuro, para que no haya m¨¢s v¨ªctimas, queremos decir "S¨ª en nuestro nombre". Las instituciones democr¨¢ticas siguen teniendo nuestro apoyo para resolver el conflicto vasco acabando con la violencia de ETA. Y que nadie se confunda, ¨¦ste no es un cheque en blanco a favor del Gobierno, sino la expresi¨®n de nuestra responsabilidad a favor de un proceso que ha de comportar la desaparici¨®n de ETA, aportar apoyo, reconocimiento y reparaci¨®n a todas las v¨ªctimas, facilitar la reinserci¨®n de los presos, y garantizar la convivencia y expresi¨®n de todas las sensibilidades que forman la sociedad vasca. En este camino podemos coincidir una mayor¨ªa que ha recuperado la palabra porque tiene conciencia de su responsabilidad. Para acallar la violencia y construir la paz.
Anna Bosch es ex alcaldesa de Mollet del Vall¨¦s; Carmen Oriol es miembro de Lokarri; Carmen Magall¨®n es vicepresidenta de la Asociaci¨®n Espa?ola de Investigaci¨®n para la Paz (AIPAZ) y varias firmas m¨¢s, entre ellas, las editoras de la revista En Pie de Paz.
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