?Qu¨¦ servicios sociales necesitamos?
Estamos en puertas del mayor cambio en los servicios sociales de este pa¨ªs desde el restablecimiento de la democracia. La puesta en marcha de la Ley de Promoci¨®n de la Autonom¨ªa Personal y Atenci¨®n a las Personas en Situaci¨®n de Dependencia (la mal llamada "ley de dependencia") va a implicar una enorme sacudida en la manera de funcionar de los servicios sociales de este pa¨ªs. El cambio de l¨®gica es evidente. Hasta ahora, dispon¨ªamos de unos servicios sociales que, simplificando, estaban m¨¢s bien pensados como enclave en el que las personas con mayores dificultades de supervivencia, consegu¨ªan mantenerse m¨¢s o menos a flote con las ayudas previstas para ello en las administraciones p¨²blicas. Lo que est¨¢ en juego ahora es que, al menos en el ¨¢mbito de las personas con problemas de autonom¨ªa, los servicios sociales sean la puerta de entrada universal, es decir, para cualquier ciudadano, de un conjunto de prestaciones, servicios y ayudas. Es, sin duda, una gran noticia, aunque no exenta de riesgos y problemas. Algunos de ellos tienen que ver con el hecho que las personas que no tengan reconocida su ciudadan¨ªa puedan tener acceso a esas prestaciones. Otro tema de gran calado es el alcance del sistema de copago que viene incorporado en la nueva ley y su despliegue en un ¨¢mbito como el sociosanitario, de perfiles imprecisos. Y no es tampoco menor el reto que suponen para los servicios sociales y el conjunto de profesionales que los personalizan el hecho que de la noche a la ma?ana vean incrementada la poblaci¨®n que atiende de manera muy significativa, tanto cuantitativamente como, sobre todo, cualitativamente.
En estos inicios del siglo XXI, destacan algunos grandes vectores de transformaci¨®n. Predominan m¨¢s que nunca, incertidumbres y riesgos en los recorridos vitales de las personas. Ya no tenemos s¨®lo un eje de desigualdad esencialmente vertical (arriba-abajo) y material, sino que estamos en sociedades m¨¢s fr¨¢giles, con v¨ªnculos de integraci¨®n social (dentro-fuera) mucho m¨¢s vulnerables. Los servicios sociales se enfrentan, pues, a los viejos problemas de siempre, y a los nuevos problemas de la diversidad, de la mayor complejidad en el diagn¨®stico y de la creciente dificultad en la b¨²squeda de soluciones. Las pol¨ªticas sociales, en sus diversos componentes, se han pensado y producido de manera poco fraccionable, a partir del supuesto de que era necesario responder a necesidades-demandas tendencialmente homog¨¦neas. Y se ha tendido a ir acumulando respuestas. A cada nueva demanda, nuevos servicios, nuevos negociados administrativos, nuevas especializaciones profesionales. Todo eso no gener¨® excesivos problemas, mientras se mantuvieron en pie los fuertes lazos sociales, las din¨¢micas sociales comunitarias y los grandes agregados sociales, ya que eran estos colectivos los que acababan integrando unas prestaciones y servicios fuertemente especializados. Hoy, a la desintegraci¨®n social y a las renovadas din¨¢micas individualizadoras, le siguen correspondientes respuestas especializadas y segmentadas, compartimentos profesionales estancos y responsabilidades pol¨ªticas no compartidas.
El punto clave de las pol¨ªticas sociales de nueva generaci¨®n sigue siendo la lucha contra las desigualdades, pero reconociendo las diferencias, y con una fuerte defensa de la autonom¨ªa individual, entendida como situaci¨®n en la que no se da una situaci¨®n de dominaci¨®n de unos sobre otros, sean ¨¦stos quienes sean. Aspiramos a una fuerte equidad, valorando la diversidad y apostando por que cada cual pueda seguir sus trayectorias vitales y personales desde su autonom¨ªa. Ese conjunto de cambios condicionan y vienen acompa?ados de presiones en los servicios sociales. Ejemplos de todo esto son: fuerte diversificaci¨®n de personas atendidas, envejecimiento de la poblaci¨®n, erosi¨®n de las formas de convivencia familiares, dificultad de acceso al mercado de trabajo y a la emancipaci¨®n de los j¨®venes, y m¨¢s en general los efectos de fragilizaci¨®n de los esquemas de protecci¨®n social vinculados al mercado de trabajo. Todo esto acarrea una clara sobrecarga de trabajo de los profesionales de la atenci¨®n primaria, que no se sienten acompa?ados ni ven reconocida su labor, lo que genera sensaci¨®n de des¨¢nimo y frustraci¨®n. Conviene ir entendiendo que las pol¨ªticas de bienestar en su conjunto, se enfrentan a dilemas y deben responder a situaciones individuales y colectivas cuya problem¨¢tica es muy raramente atribuible en exclusiva a un solo ¨¢mbito de esas pol¨ªticas. Por tanto, es importante avanzar en perspectivas que apunten claramente al trabajo en red, y desde perspectivas integrales y transversales. Pero, eso debe evitar aparecer como una llamada a la desprofesionalizaci¨®n (difuminaci¨®n de perfiles profesionales, asunci¨®n de jerarqu¨ªas impl¨ªcitas o expl¨ªcitas en ese trabajo en red, etc¨¦tera), y m¨¢s bien requiere un proceso de reprofesionalizaci¨®n, que permita participar en esas nuevas perspectivas desde una mayor clarificaci¨®n de los perfiles propios de los servicios sociales y de sus profesionales.
Hemos de partir de la hip¨®tesis de que los servicios sociales y sus profesionales tienen una especificidad propia con relaci¨®n a otras pol¨ªticas y otros profesionales. Lo que identifica a los servicios sociales es su capacidad de impulsar, desde sus recursos, al reforzamiento de la ciudadan¨ªa, y m¨¢s concretamente de las opciones vitales de los individuos, contribuyendo a la cobertura de sus necesidades b¨¢sicas, y a la densificaci¨®n de los v¨ªnculos y lazos relacionales y comunitarios. Y contribuyen as¨ª, desde la proximidad, a la reducci¨®n y superaci¨®n de los riesgos de exclusi¨®n social. Los servicios sociales se nos presentan, pues, como n¨®dulos centrales y b¨¢sicos de la red de bienestar en un territorio determinado. Sus profesionales han de ser entendidos como el valor a?adido m¨¢s importante de ese n¨®dulo. Son ellos los que forman, orientan, encauzan y apoyan individual y colectivamente a personas y comunidades. Para que eso sea plenamente posible, es muy importante evitar rigideces, exceso de protocolos y tr¨¢mites, contribuyendo a que donde hay informaci¨®n exista poder. Los servicios sociales pueden y deben ser el punto de entrada de los servicios de bienestar en su conjunto. Y pueden ser, al mismo tiempo, un nudo b¨¢sico de la red de agentes p¨²blicos, sociales, comunitarios y familiares que en un territorio determinado asumen o pueden asumir las responsabilidades compartidas sobre el bienestar y la cohesi¨®n de esa colectividad. En ese sentido, la nueva ley acarrea sin duda problemas, pero no hay duda de que es tambi¨¦n una gran oportunidad.
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