La militarizaci¨®n de la mirada

Jacques Lacan lee los escritos de Roger Caillois sobre el mimetismo y gracias a ellos descubre que somos porque somos mirados y que la pintura es se?uelo y es trampa para la mirada que nos mira y nos hace mirar. Son afirmaciones tan potentes como lo son de hecho las copias realizadas por Mateo Mat¨¦ de paisajes pintados por Carlos de Haes, Corot o Bolt¨®n Jones, a las que ha a?adido un muestrario de los camuflajes utilizados por los distintos ej¨¦rcitos del mundo. Esos muestrarios son se?uelos y a la vez trampas, porque nos hacen preguntarnos cu¨¢l ser¨ªa el mejor camuflaje para las tropas que tuvieran que actuar en ese paisaje. Y porque, cuando preguntamos, nos damos cuenta de hasta qu¨¦ punto nuestra mirada ha sido avasallada por la mirada militarizada, que ve en cada lugar un campo de batalla y en cada color un color de camuflaje.

El resto de la exposici¨®n explica por qu¨¦ la militarizaci¨®n de la mirada contemplativa no es sino el corolario de algo m¨¢s imperioso todav¨ªa: la militarizaci¨®n de todas las miradas sociales. Lo explica Thanksgiving Turkey, un sal¨®n normal y enteramente camuflado, donde una tele emite un v¨ªdeo que reemplaza la voz de George C. Scott -int¨¦rprete de Patton en la pel¨ªcula hom¨®nima- por la voz de quien, en vez de pronunciar una arenga patri¨®tica, declama la receta del pavo que los americanos comen en Acci¨®n de Gracias. El contraste entre la bandera cicl¨®pea, el pecho lleno de medallas y el histrionismo del c¨¦lebre general, y el prosa¨ªsmo de una receta de cocina es francamente hilarante. Y revelador de que la guerra se nos ha metido hasta en la sopa. Ni siquiera Mat¨¦ y sus amigos pueden sustraerse a ella. En Delirios de grandeza ¨¦l se retrata, junto a sus amigos artistas, protagonizando escenas tomadas de pel¨ªculas b¨¦licas tan c¨¦lebres como El Yang-Tse en llamas, La batalla de las Ardenas o La Cruz de Hierro. O sea que ya hasta nuestros delirios son delirios de guerra.