Miseria pol¨ªtica
NO SON ¨²nicamente los soci¨®logos, felices porque el cambio social de las ¨²ltimas tres d¨¦cadas ha reanimado a una profesi¨®n que, a falta de revoluciones, hab¨ªa entrado en cierta decadencia; tampoco se limita la euforia a los dem¨®grafos, que disfrutan de renovada notoriedad gracias al inmenso campo de trabajo abierto por el espect¨¢culo ins¨®lito de una sociedad hasta ayer mismo emisora de emigrantes convertida de la noche a la ma?ana en receptora de cuatro millones de inmigrantes; ni siquiera acaba el fest¨ªn con los historiadores, que por fin pueden contar la historia de Espa?a no como un fracaso, sino como un logro cuando comparan la sociedad que entr¨® en el siglo XX arrastrando su pesada carga de analfabetismo y ruralismo con la sociedad que pisa fuerte el umbral del siglo XXI, convertida en octava potencia mundial.
Son todos ellos, pero son adem¨¢s los economistas, que por vez primera desde que se invent¨® la profesi¨®n se han sumado alegremente a la fiesta: ni los m¨¢s esc¨¦pticos vislumbran el final del periodo de crecimiento m¨¢s largo y sostenido que conoce nuestra econom¨ªa. Navegamos en la cresta de la ola desde hace a?os: si ayer ¨ªbamos bien, hoy vamos mejor, y ma?ana, para qu¨¦ te cuento, resume el presidente del Gobierno en su informe econ¨®mico ante lo que, en tiempos m¨¢s menesterosos, se llamaba la crema de la sociedad. S¨ª, hay algunas nubes en el horizonte: baja productividad, s¨ªntomas de desaceleraci¨®n en el sector de la construcci¨®n, d¨¦ficit creciente de la balanza comercial, pero nada que no pueda solventarse con las oportunas reformas, y de reformistas es de lo que anda bien servido el pa¨ªs. De manera que no hay por qu¨¦ inquietarse demasiado.
Y entonces, si la cr¨®nica social, demogr¨¢fica, hist¨®rica y econ¨®mica -entre otras posibles- es la novela de un ¨¦xito, ?por qu¨¦ es tan miserable la cr¨®nica de la pol¨ªtica? ?Por qu¨¦ llevamos tanto tiempo condenados a presenciar cada semana, cada d¨ªa, ese est¨²pido ritual del rifirrafe que nuestros dirigentes pol¨ªticos se creen en la obligaci¨®n de representar en el Congreso? El fatalista dir¨¢ que trat¨¢ndose de Espa?a es imposible que el invento del ¨¦xito no rompiera por alguna de sus costuras. Pero los fatalistas no gozan de mucho prestigio en las sociedades satisfechas, y precisamente una de las facetas del ¨¦xito es que nos hemos sacudido de encima la maldici¨®n del fracaso inevitable. Si finalmente fracas¨¢ramos en lo pol¨ªtico, no ser¨¢ posible recurrir a explicaciones metahist¨®ricas ni al cuento de las dos Espa?as perennes. Habr¨¢ que buscar por otro lado.
Pol¨ªtica es, naturalmente, poder, y las batallas pol¨ªticas son, claro est¨¢, batallas en torno al poder. La deriva a ninguna parte emprendida por el Partido Popular desde su derrota, tan malamente digerida, en las elecciones de marzo de 2004 no tiene ning¨²n prop¨®sito m¨¢s all¨¢ de confundir y fatigar al electorado suponiendo que as¨ª desgasta a su adversario. Cabalgando a lomos del apocalipsis -Espa?a se deshace, el Gobierno se entrega a los terroristas-, el tr¨ªo dirigente del PP lleva tres a?os pretendiendo ocultar bajo el manto de una mentida conspiraci¨®n su desastrosa administraci¨®n del terrible atentado que el Ministerio del Interior, del que era titular ?ngel Acebes, fue incapaz de prevenir y que su Gobierno en pleno descarg¨® sobre las espaldas de ETA porque pens¨® durante aquellos tres aciagos d¨ªas de marzo que le iba en ello su permanencia en el poder.
Lo sorprendente es que la apertura y desarrollo del juicio -y va de ¨¦xitos: en Espa?a, los presuntos responsables y colaboradores de cr¨ªmenes masivos acaban sent¨¢ndose en el banquillo- no haya sido suficiente para poner punto final a tanto desprop¨®sito. Y aqu¨ª es preciso incorporar, para encontrar una explicaci¨®n plausible de esta creciente miserabilizaci¨®n de la pol¨ªtica, el chantaje al que cada d¨ªa, cada hora, someten a los dirigentes del PP los medios de comunicaci¨®n mu?idores de la f¨¢bula conspirativa. Desde la emisora de la Conferencia Episcopal -que se ha saltado los l¨ªmites no ya del decoro, sino de la simple decencia-, y desde las p¨¢ginas del diario El Mundo, cuyo director acusa de "rendirse preventivamente" a quien se atreva a sugerir que ETA no aparece por ning¨²n lado, hay ya demasiados intereses en juego como para retornar a la cordura.
Contra ese chantaje s¨®lo hay un ant¨ªdoto: social y econ¨®micamente, llevamos a?os metidos en una historia de ¨¦xito colectivo. Pongan ustedes otra cara, se?ores del PP, que el personal que llena bares y restaurantes, que se va de vacaciones a Par¨ªs y a la Cochinchina, que celebra con boato bodas y comuniones, comienza a estar un poco harto de gestos adustos y de historias truculentas.
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