Dos obras de la Belle ?poque
La Sinf¨®nica de Galicia se apresta a conmemorar su 15? aniversario en una temporada de transici¨®n con una programaci¨®n heredada. Tras la losa que supuso el concierto de la semana anterior, del que el p¨²blico del Palacio de la ?pera coru?¨¦s sali¨® con un aburrimiento m¨¢s que notable, el del pasado viernes fue como un acto de reconciliaci¨®n. Contrast¨® con el citado por el equilibrado atractivo de las dos ¨²nicas obras que lo compon¨ªan.
El Concierto de viol¨ªn en re mayor, op. 77, de Brahms (1878), y la Sinfon¨ªa en si bemol mayor, de Zemlinsky (1897), tienen grandes analog¨ªas y diferencias. Separadas en el tiempo por casi 20 a?os, est¨¢n unidas por el uso de similares estrategias compositivas -la llamada "variaci¨®n desarrollada"- y representan de forma bien diferenciada la evoluci¨®n los aficionados vieneses en sus gustos musicales durante los dos primeros tercios de la Belle ?poque (1871-1914).
Daniel Hope es un artista realmente polifac¨¦tico, un creador que va mucho m¨¢s all¨¢ de su exitosa actividad concert¨ªstica. Escribe guiones para radio y televisi¨®n, m¨²sica para estos medios, en los que trabaja tambi¨¦n como actor y presentador. Tambi¨¦n colabora en proyectos de arte conceptual. Tiene, pues, una actividad intelectual de primer orden; es como un renacentista del siglo XXI.
No es de extra?ar que alguien as¨ª aporte al concierto de Brahms toda la hondura de car¨¢cter que ¨¦ste necesita. Fue la suya una versi¨®n de muchos quilates, aunque hubo alg¨²n pasaje de dobles cuerdas en el que la afinaci¨®n no fue tan perfecta como es habitual en ¨¦l. Pero poco importa alg¨²n detalle cuando lo fundamental est¨¢ estructurado y expuesto como lo hizo el viernes en A Coru?a el poli¨¦drico Hope.
V¨ªctor Pablo condujo a la Sinf¨®nica en la l¨ªnea densa y profunda propia de la obra sinf¨®nica del hamburgu¨¦s. Hubo algunos momentos notables, como el motivo fugado del primer movimiento en que la cuerda sigue la frase del solista desde los violines a los chelos y bajos, que son¨® claro y en¨¦rgico antes del brillante final.
El car¨¢cter del adagio man¨® del oboe de Casey Hill sobre las maderas y una trompa como el agua de una fuente de monta?a. Hope hizo cantar a su viol¨ªn y la orquesta proporcion¨® un cuidadoso acompa?amiento. El allegro final son¨® claro y lleno de fuerza.
Se llamaba Alexander von Zemlinsky y naci¨® en Viena. Fue padrastro -ahora dicen que quiz¨¢s tambi¨¦n amante- de Alma Schindler, futura esposa de Mahler, y profesor de composici¨®n de ¨¦sta y de Sch?nberg. ?sta ¨²ltima condici¨®n hizo que m¨¢s de uno temiera el viernes la audici¨®n de su Sinfon¨ªa n? 3, fruto a partes iguales del trabajo de un gran m¨²sico y su conocimiento del gusto de aquellos vieneses por el arte muy adornado, emotivo y de gran fuerza expresiva.
Todas estas caracter¨ªsticas le son propias a esta preciosa sinfon¨ªa. La Sinf¨®nica y su titular hicieron una versi¨®n realmente notable: desde la creaci¨®n del ambiente sonoro inicial y su crecimiento hacia el primer cl¨ªmax, la preocupaci¨®n de los temerosos de la m¨²sica de Zemlinsky se fue disolviendo como un azucarillo. Los continuos cambios de ritmo y ambiente, con un desarrollo como en dientes de sierra, fueron bien recreados en el sostenuto inicial y el scherzando, ¨¦ste con una gran variedad de juegos orquestales. Luego llegaron el m¨¢gico clima po¨¦tico del adagio y la vivacidad del moderato, con sus acordes iniciales como hachazos. Fue una versi¨®n de la obra muy atractiva, que fue premiada con una merecida ovaci¨®n.
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