?Qui¨¦n pescar¨¢ en el caladero de Bayrou?
Hay una palabra m¨¢gica en todas las elecciones presidenciales. Rassembler, que quiere decir reunir, juntar, agrupar. El presidente de la Rep¨²blica debe ser un ressembleur. Por definici¨®n. El sistema pol¨ªtico y el sistema electoral est¨¢n pensados en funci¨®n de este rassemblement. Todo esto, tan franc¨¦s, forma parte de la profunda huella del general De Gaulle. Se trata de un elemento plebiscitario, bonapartista incluso, propio de la presidencia mon¨¢rquica que se halla incrustada como una extra?a almendra en el coraz¨®n de la democracia francesa.
De Gaulle fue elegido en 1958 por un colegio electoral de 80.000 personas (diputados, consejeros regionales y municipales) y propuso en refer¨¦ndum la elecci¨®n directa del presidente de la Rep¨²blica. Quer¨ªa una comunicaci¨®n directa entre el presidente, aut¨¦ntico representante de la soberan¨ªa nacional, encarnaci¨®n de la France, y los ciudadanos. En 1965 se celebraron por vez primera estas elecciones tan especiales, en las que el vencedor debe obtener m¨¢s del 50% de los sufragios. El ya anciano general apenas hizo campa?a para la primera vuelta, en la que se enfrentaba a Fran?ois Mitterrand (el presidente que llev¨® a S¨¦gol¨¨ne al Eliseo de consejera suya), al centrista Jean Lecanuet (lejano antecesor de Bayrou), y a Jean-Louis Tixier-Vignancour (siempre flanqueado por su joven secretario Jean-Marie Le Pen). En su cabeza se trataba de que los franceses le dieran la confianza ya en la primera vuelta. Qued¨® tocado y ofendido por el resultado, que le dio el 44,6 % de los votos, frente al 31,7 % de Mitterrand, el 15,5% de Lecanuet y el 5,2% de Tixier. Muchos peri¨®dicos titularon de forma humillante para el general: "Mitterrand pone en ballotage a De Gaulle". No fue un plebiscito, pero era lo que buscaba el general, y lo que qued¨® inscrito como una sombra an¨®mala en el sistema pol¨ªtico.
En esta elecci¨®n estaban las mismas cuatro fuerzas de entonces, aunque el reparto de votos est¨¢ mucho menos polarizado. La herencia gaullista vale ahora un impresionante 30,4 %, aunque est¨¢ lejos del resultado que obtuvo con amargura y de una tacada el general. La socialista, un 25%, mucho menos que hace 41 a?os: Francia se ha desplazado a la derecha y ahora el Partido Comunista, que entonces apoyaba a Mitterrand, no alcanza el 2%. La extrema derecha, en claro declive, duplica todav¨ªa aquel resultado. Pero lo m¨¢s notable es que, a pesar del martillo compresor de las dos grandes formaciones, a izquierda y derecha, el centro, tan vol¨¢til, consiga mantener la herencia en un 18%.
Hay centro en Francia, dijo anoche Bayrou. La fuerte participaci¨®n revela que hay juego pol¨ªtico, que la democracia est¨¢ viva. Y el buen resultado de Bayrou, que adem¨¢s habr¨¢ una voz y una capacidad de acci¨®n independiente respecto a los dos grandes candidatos. Sus votos ser¨¢n decisivos. Una parte del 11% de Le Pen ir¨¢ a Sarkozy, como suceder¨¢ con buena parte de la extrema izquierda que votar¨¢ por Royal. Los votos del centro son, en consecuencia, los que decidir¨¢n la elecci¨®n. El rassembleur deber¨¢ esforzarse por meter en su cesto cuantos m¨¢s votos mejor de este caladero, pero estos votantes estar¨¢n muy atentos para no votar a alguien que haga mal uso de sus sufragios para satisfacer a los extremos. Derecha e izquierda se enfrentan, pero ganar¨¢ quien sepa armar la apertura al centro. Quienes decidir¨¢n qu¨¦ tipo de reforma de la Rep¨²blica conviene, si la de Sarkozy o la de S¨¦gol¨¨ne, ser¨¢n los votantes centristas.
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