Problemas sobre la mesa
El nuevo inquilino del El¨ªseo deber¨¢ lidiar con la decadencia de la econom¨ªa francesa
El nuevo inquilino del El¨ªseo no lo tendr¨¢ f¨¢cil. Francia est¨¢ en crisis. Su econom¨ªa registra el menor crecimiento de Europa. Los pol¨ªticos, los pensadores, los economistas, utilizan sin ambages el t¨¦rmino "decadencia", sea para certificar el pesimismo que reina en el pa¨ªs, sea para rechazar que les vaya tan mal. En los ¨²ltimos 25 a?os, la renta per c¨¢pita de los franceses ha pasado de ser la s¨¦ptima m¨¢s alta del mundo al 17? lugar.
Cuando, tras 12 a?os de una considerable par¨¢lisis, el sucesor de Jacques Chirac asuma la jefatura del Estado, se encontrar¨¢ sobre la mesa una deuda p¨²blica gigantesca, de m¨¢s de 1,1 billones de euros, cuyos intereses se comen ¨ªntegramente lo que el Tesoro ingresa por el impuesto sobre la renta. Consecuencia -y origen- de esto es una tasa de desempleo todav¨ªa alta: la mayor de la zona euro, que las cifras oficiales sit¨²an en el 8,4%, pero que los expertos de Eurostat, en Bruselas, suben hasta cerca de un 9%, lo que explica a las claras las piruetas contables que el Gobierno de Dominique de Villepin ha tenido que hacer para reducir el porcentaje de parados que, cuando lleg¨® a la cabeza del Ejecutivo en 2005, superaba el 10%.
Los intereses de una deuda p¨²blica de m¨¢s de 1,1 billones se comen todo el IRPF
Dos problemas que derivan en un tercero: la reforma del modelo laboral, extraordinariamente r¨ªgido y muy costoso, tanto en lo que se refiere a los costes sociales a que deben hacer frente las empresas -con la p¨¦rdida de competitividad que esto supone- como al montante de las subvenciones y desgravaciones fiscales que el Estado concede a las empresas.
Todos los intentos de flexibilizar el modelo laboral, que b¨¢sicamente se divide en un contrato fijo con todo tipo de seguridades y uno precario sin ninguna garant¨ªa, han fracasado. Hace un a?o, Villepin se vio obligado a retirar el famoso contrato para j¨®venes cuando las protestas llenaron las calles.
La productividad francesa es baja. No lo es por hora trabajada, pero la semana laboral de 35 horas instaurada por el Ejecutivo socialista de Lionel Jospin ha tendido el doble efecto de reducir la productividad global y deteriorar el poder adquisitivo de los trabajadores. Tocar este derecho adquirido parece, de entrada, imposible, pero todos los candidatos saben que es decisivo.
El fantasma de las deslocalizaciones industriales ha pesado fuerte durante esta campa?a. La crisis del buque insignia de la aerona¨²tica europea, Airbus, y el consiguiente plan de restructuraci¨®n con su obligada p¨¦rdida de empleo, ha sido uno de los temas de la campa?a.
Si quiere impulsar la econom¨ªa, el nuevo inquilino del El¨ªseo tendr¨¢ que doblegar la resistencia de buena parte de la sociedad a aceptar que Francia vive tambi¨¦n en un mundo globalizado e incluso saca importantes beneficios de ello. Sin embargo, el peso del sector p¨²blico -la mitad del PIB- es excesivo para competir. El nuevo presidente deber¨¢ iniciar una reforma del Estado; una m¨¢quina enorme, que emplea al 22% de la poblaci¨®n activa y que cuenta con m¨¢s de cinco millones de funcionarios.
En el campo de lo social quienes accedan al poder se encontrar¨¢n tambi¨¦n sobre la mesa el problema de la discriminaci¨®n, que es en el fondo lo que algunos agitan como "inmigraci¨®n", cuando en realidad se trata de la falta de la distorsi¨®n que ha creado entre los franceses de origen inmigrante o que proceden de familias extranjeras, para acceder al ascensor social que la Rep¨²blica se jactaba de ofrecer a sus hijos.
Las rebeliones de las barriadas en oto?o de 2005 pusieron precisamente en evidencia este problema, m¨¢s all¨¢ de la violencia o los actos vand¨¢licos que se produjeron.
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