Dos toreros enloquecen Sevilla
Toros para figuras. Y figuras de toros, ayer por los campos de Vejer, en este abril frondoso; toros que son hijos de aquel icono que coronaba montes en todas las carreteras de Espa?a.
Desde que se estir¨® Jesul¨ªn con el capote se vio que no ven¨ªa a despedirse sin dejar claro que era un torero de mando y temple y que veleidades, concesiones y frivolidades pasadas no iban a ensombrecer su condici¨®n de pertenecer a la profesi¨®n heroica. Bien lo puso al caballo y bien le pic¨® Eugenio Garc¨ªa, y ya estaba pidiendo silencio la afici¨®n para el quite de Morante, que se cimbre¨® con gracia en tres ver¨®nicas y una luminosa media, mientras el humo del veguero de Rafael de Paula filigraneaba en el callej¨®n por su sombrero cordob¨¦s. En la muleta, el recibo pausado y las series templadas habl¨¢ndole, bien puesta la tela a la noble embestida del animal, pero sin el ardor, que por otra parte, proporcionaba el sol. Hab¨ªa confundido el de Ubrique el toreo pausado con el apagado. Mejores ver¨®nicas dio en el 4?, lentas y ganando pasos, que era tan flojo que Jesul¨ªn gritaba "?Vale, vale, Manu¨¦!" a Cid antes de que lo picara. Estaba la gente tan enfadada que no quisieron aceptar dos hermosos lances con los que el de La Puebla lo quit¨®. No hubo m¨¢s: cabeceos, tirones y el cielo azul de abril.
N¨²?ez del Cuvillo / Jesul¨ªn, Morante, Talavante
Toros de Joaqu¨ªn N¨²?ez del Cuvillo; desiguales de juego y peso; nobles 1? y 5?, pegajoso el 2?, muy flojo el 4? y blando el resto. El 3? fue devuelto. Jesul¨ªn de Ubrique: paletillaza (silencio); metisaca y un descabello (silencio). Morante de la Puebla: media baja (pitos); tres cuartos al rinc¨®n (dos orejas). Alejandro Talavante: media algo ca¨ªda y descabello (oreja); estocada (dos orejas); sali¨® por la puerta del Pr¨ªncipe. Plaza de La Maestranza, 23 de abril. 12? corrida de abono. Lleno de no hay billetes.
Morante, de ca?a y oro con cabos negros, ven¨ªa a por su segunda oportunidad. Sali¨® Compa?ero, celoso con el capote, no rehuy¨® al caballo y persigui¨® en banderillas. Toro pegajoso, para lidiar. Y Jos¨¦ Antonio inseguro, con el coraz¨®n bajo, le toc¨® dos veces las orejas y, sin llegar a espantarle las moscas, lo despach¨® como pudo. Rememoraba a grandes maestros del arte sin haber consolidado a¨²n tal condici¨®n. Y el sereno p¨²blico sevillano lo pit¨®.
Talavante ven¨ªa a abrir la puerta de Pr¨ªncipe que le cerr¨® el estoque hace dos d¨ªas. Se lo hab¨ªa puesto f¨¢cil Morante al extreme?o en su primero, cuando sali¨® un bicho inestable con notorios s¨ªntomas de borrachera -?habr¨ªa tomado algo?-. Y lo mandaron a dormir la mona, no que sin antes jugueteara corneando a los cabestros. El sobrero recibi¨® las ver¨®nicas con las gradas en silencio y los picotazos con una genuflexi¨®n. En el centro, donde lo cit¨® con la derecha, repiti¨® este defectillo y Talavante, que ve los toros muy r¨¢pido, con el pa?o algo m¨¢s alto, en un ladrillo, empez¨® a hacer lo suyo, bien embarcado con la derecha y mejor y m¨¢s largo con la otra, que en la segunda tanda, pese a alg¨²n enganch¨®n, llegaron hondos como medias lunas mientras sonaba "Manolete".
En Sevilla nada es casualidad. Luego la trincherilla y el cambio de manos en el platillo para volver a la izquierda; acto seguido el farol y el de pecho ahogan la m¨²sica y levantan, tras los gritos, el runr¨²n de admiraci¨®n. Finaliz¨® con ayudados de enjundia, un desmayado y a matar. Se pidi¨® silencio y cay¨® media desprendida y un descabello que no impidi¨® un trofeo.
Hab¨ªa estado Morante, durante el 4? toro haciendo gimnasia en el callej¨®n. A m¨ª me gust¨®. Al toque del clar¨ªn para sacar al 5?, inesperadamente, se fue despacio hacia el t¨²nel de toriles, extendi¨® el capote, y convirti¨® la plaza en una confusi¨®n de gritos, palmas y silencios. No sal¨ªa el toro, lo llam¨® una toalla, al fin acudi¨® a la larga del diestro, que cay¨® al suelo, se levant¨® y lo cruji¨® de cuatro ver¨®nicas y media de arrebol. Cuando lo desarm¨® el burel, la plaza estaba en pie. Despu¨¦s, en el caballo, le gritaba enloquecido a Quinta que no le diera cera y le lance¨® con dos delantales y otra media como la gracia santificante. ?Ya era hora de que Morante se enrabietara! Muy flamenco, abombado el pecho, jugando la cintura, le cit¨® en tablas. Luego se fue al tercio, lo llam¨® de lejos y, abierto el comp¨¢s, le dio dos derechazos y uno de pecho que tembl¨® el misterio. Sigui¨® a pies juntos, con mucha distancia -ve¨ªa escarbar al toro y hubo de acercarse- y se puso, como si nada, a dibujar carteles. Pas¨® a la izquierda, y bailoteando entre ol¨¦s, le remat¨® con uno de pecho del siglo XVII. A¨²n volvi¨® a crujirle con redondos, cambi¨® de manos, le bail¨® trincherillas, reanud¨® el natural, le escondi¨® la muleta... jugaba al toro y no quer¨ªa irse hasta que le dej¨® el acero en el rinc¨®n... y subimos al cielo mientras sonaban palmas por buler¨ªas.
Sali¨® el 6?, Jergoso I que no se emple¨® en el capote pero acudi¨® bien al penco; y cuando el pacense se fue a brind¨¢rnoslo al tercio y lo recibi¨® al galope desde 40 metros, no sab¨ªamos hasta d¨®nde podr¨ªa aquello llegar. Entonces empez¨® la sinfon¨ªa de la izquierda, variando el trayecto a un toro con poco celo y casta, un toro que no era f¨¢cil para lucirse y al que faltaba un punto para romper. Le aguant¨® mucho: primero en la derecha y le abroch¨® uno de pecho interminable, un cambio de mano en los mismos pitones y una trinchera como un latigazo enfermo. Y all¨ª la m¨¢gica mu?eca izquierda obr¨® el milagro de llevarse detr¨¢s al toro tardo que no quer¨ªa pasar. Uno de los naturales, redondo como un anillo, fue un sobrenatural que puso la plaza en pie. "Pa romperse la ropa", exclamaba un agricultor. Cuando se adornaba, la gente ped¨ªa, nerviosa, que lo matase ya, las golondrinas chillaban y, tras la estocada, el toro rod¨®. La puerta del Pr¨ªncipe ya estaba franca en este inolvidable 23 de abril.
. Toros de Torrestrella para C¨¦sar Rinc¨®n, Enrique Ponce y Salvador Cort¨¦s. Digital+ retransmite el festejo a las 18.30.
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